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¿Vuelven aquellos dolorosos años?

Lo que puede enseñarnos un filme sobre la fuga de peloteros

Liván Hernández y su hermano Orlando ‘El Duque’ Hernández.
Ernesto Santana

16 de abril 2019 - 13:54

La Habana/El documental Hermanos en el exilio cobra en estos días una vigencia que pudiéramos llamar lamentable, porque se enmarca en aquellos años 90 en que el Período Especial, además del deseo de jugar en el mejor béisbol del mundo, llevó a muchos peloteros cubanos a escapar del país por cualquier medio.

El primero que abrió la puerta hacia las Grandes Ligas a principios de la década fue René Arocha, pero luego ocurrió el espectacular caso de los hermanos y también lanzadores Orlando y Liván Hernández, cuya historia conmocionó a la afición y fue recogida en esta película de 2014, coproducida por ESPN Films y MLB Productions, que dirigió el puertorriqueño Mario Díaz.

Es una especie de cuento de hadas que no parece sacado de la vida real: dos deportistas excepcionales que vencen sobre las circunstancias más hostiles y terminan premiados con la gloria y la fortuna. Pero esta bella fábula fue posible por ese tráfico de atletas que el recién cancelado acuerdo entre la MLB y la Federación Cubana de Béisbol pretendía erradicar.

Es una especie de cuento de hadas que no parece sacado de la vida real: dos deportistas excepcionales que vencen sobre las circunstancias más hostiles y terminan premiados con la gloria y la fortuna

Liván Hernández soñaba desde los 13 años con jugar en la Gran Carpa, pero solo las penurias y las humillaciones de la época lo impulsaron a abandonar el equipo cubano en México. Joe Cubas, el famoso agente deportivo, fue el artífice del proceso que terminó en un contrato del joven Liván con los Marlins de la Florida en febrero de 1996.

Su hermano diez años mayor —el pitcher más valioso del país en aquellos días y uno de los más brillantes de la historia del béisbol nacional—, Orlando El Duque Hernández, fue expulsado del deporte y hasta se le prohibió entrar en los estadios. La policía lo acosaba en su casa y se burlaba: "Ya tú no eres nadie". El Duque se dedicó a la pelota callejera con una camisa de los Yankees que alguien le regaló.

Mientras tanto, luego de un comienzo incierto, Liván hizo una campaña deslumbrante en 1997, ganó la Serie Mundial con los Marlins y fue nombrado jugador más valioso del año. El Duque, que seguía su éxito desde el purgatorio al que lo habían condenado las autoridades deportivas, decidió irse también de Cuba en la Navidad de ese mismo año.

Fue una peligrosa aventura que salió bien por azar y por las habilidades de Joe Cubas. "Si yo tuviera que volver a hacerlo, no lo haría. Lo que viví allí fue más que suficiente", confiesa El Duque en el documental. Lo demás es leyenda. A partir de 1998 fue campeón tres veces consecutivas de la Serie Mundial con los Yankees de Nueva York. En 2005, se coronó de nuevo con los Medias Blancas de Chicago.

Desgraciadamente, esa fue una vía obligatoria para muchos peloteros que han perseguido el sueño de jugar en el mejor béisbol del planeta y ser ciudadanos libres

Joe Cubas había vislumbrado una promesa de fortuna cuando vio el contrato de Arocha con las Grandes Ligas. Su jugada maestra fue llevar a los peloteros a un tercer país para que fuesen considerados agentes libres. Sus padres habían huido de la Revolución y ahora él, como agente, se complacía con una actividad que disgustaba mucho a Fidel Castro, pero que, sobre todo, le daba mucho dinero.

Desgraciadamente, esa fue una vía obligatoria para muchos peloteros que han perseguido el sueño de jugar en el mejor béisbol del planeta y ser ciudadanos libres. Pero este documental no exalta ese tramposo camino, sino todo lo contrario. "Como cineasta latino tengo la esperanza de que Hermanos en el exilio repercute a nivel humano, cortando a través de la paralización que ha caracterizado las relaciones de Estados Unidos y Cuba durante décadas", ha dicho su director.

Hoy, la prensa oficialista cubana ataca las intenciones políticas "injustificables" con las que Donald Trump, Marco Rubio y John Bolton han frustrado el acuerdo, pero jamás alude al papel que han jugado las autoridades deportivas y políticas en la situación que lleva a que nuestros peloteros escojan un camino tan peligroso para escapar de su poder y cumplir sus sueños.

Alguna fórmula hay que encontrar para que, saliendo el Gobierno de la ecuación, no se frustre un acuerdo sin el cual se cierne una nueva era de desesperación y de diáspora incontrolable

Ahora, el nuevo presidente del Instituto Nacional de Deportes (Inder), Osvaldo Vento, ha anunciado sonoramente: "Vamos a llenar el país de implementos para la práctica del béisbol y, si faltan especialistas que entrenen, buscaremos activistas voluntarios". Pero, aun con implementos y entrenadores, no se lograría mucho, teniendo en cuenta la nueva gran crisis en que se adentra el país.

"Los ataques con motivación política contra el acuerdo logrado perjudican a los atletas, sus familiares y a la afición", afirma la Federación Cubana de Béisbol (FCB). Pero muchos ven que estas autoridades tienen la oportunidad de demostrar en este momento la superioridad moral de que presumen. Solo deberían renunciar a toda ganancia y allanar el camino a cada jugador por su cuenta hacia la Gran Carpa.

Alguna fórmula hay que encontrar para que, saliendo el Gobierno de la ecuación, no se frustre un acuerdo sin el cual se cierne una nueva era de desesperación y de diáspora incontrolable para la pelota cubana, hoy, cuando pudieran repetirse los dolorosos años que dieron lugar a la historia de Hermanos en el exilio.

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