El escritor cubano Xavier Carbonell presenta en Madrid su novela 'Náufrago del tiempo'

Madrid/A Xavier Carbonell (Camajuaní, Villa Clara, 1995) lo alienta una vocación universalista, que huye de los lugares más comunes en la obra de los escritores cubanos vivos (el dolor del exilio del que está fuera, la miseria del que está dentro) y apuesta, sobre todo, por la excelencia en el manejo del lenguaje. Y eso es, precisamente, lo que tiene en común su segunda novela publicada en España, Náufrago del tiempo (en Verbum), con la primera, El fin del juego (en Ediciones del Viento, ganadora del Premio Ciudad de Salamanca), aunque sean novelas en principio muy distintas entre sí (esta, de detectives; aquella, de aventuras).

Algo de ello puso el autor sobre la mesa este martes, durante la presentación en Madrid, en la librería Juan Rulfo, de Náufrago del tiempo. "El náufrago nunca sabe dónde va, pero está muy dispuesto a sobrevivir o a vivir lo mejor que pueda. No vive en la angustia. La actitud del náufrago se contrapone a la de exiliado, porque el náufrago se adapta continuamente a las circunstancias".

No se refería Carbonell solamente a esta novela, que define como "un viaje al pasado de la Isla desde el presente". En ella el protagonista, efectivamente un náufrago, "recorre la isla geográficamente pero también históricamente", hacia el Oriente, emulando con ironía el viaje de las cenizas de Fidel Castro, que a su vez era el inverso al de la "Caravana de la Libertad" de 1959.

También hablaba de la vida. La imagen del náufrago le es grata también vitalmente, y no es casualidad que su columna en 14ymedio se llame Naufragios.

Las novelas que escribe y mientras las escribe son, confesó en el acto, "pequeños refugios" contra las circunstancias, "una manera de expresarse en clave sobre el presente"

Las novelas que escribe y mientras las escribe son, confesó en el evento, "pequeños refugios" contra las circunstancias, "una manera de expresarse en clave sobre el presente".

Náufrago del tiempo, en concreto, la alumbró hace tres años en la India, adonde fue a estudiar seis meses gracias a su trabajo en la asociación Signis de comunicadores católicos. Al terminar el programa, sobrevino la pandemia y quedó allí varado. "¿Qué puedo escribir yo sobre Cuba, que no repita las opciones creativas del exilio ni la obsesión insular por la miseria?", se preguntó. El resultado fue esta novela, que escribió de un tirón, asegura, en una semana.

El editor Luis Rafael Hernández, en el estrado junto al autor, elogió la "proeza lingüística" de la novela, que en sus palabras "sin ser vanguardista tiene muchísimo homenaje a la vanguardia", y mencionó a Alejo Carpentier y José Lezama Lima, a los que homenajea.

Cuando recibieron la novela en Verbum, explicó, "nos parecía que había que apostar por un autor ambicioso y que estaba haciendo algo diferente y bien hecho".

Con él está de acuerdo, sin duda, el escritor y crítico literario Roberto González Echevarría, quien firma desde la Universidad de Yale un prólogo de lujo con cuyo inicio ya se antoja la lectura: "La breve novela que el lector tiene en sus manos es resultado de un vuelo imaginativo de elevada originalidad como ha habido pocos en la literatura cubana, no ya la reciente sino la de todos los tiempos. Tal vez esto sea mucho decir, pero quiero preparar a los lectores para una sorpresa tan agradable como insospechada, un verdadero placer estético. Nada de lo que se ha venido publicando recientemente entre escritores cubanos, o latinoamericanos, nos predispone para la deslumbrante novedad de Náufrago del tiempo, obra de un escritor joven que apenas se está dando a conocer".

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