Para el Gobierno lo importante es el control, no el béisbol
El cambio de Yovani Aragón por Ernesto Reynoso significan que no hay ningún cambio en la pelota nacional
Chicago/Es evidente que nada ha cambiado en el béisbol cubano cuando se quiere hacer creer que algo cambia con la sustitución de Yovani Aragón por Ernesto Reynoso. Y no porque este último sea un dirigente político que viene a ordenar un campo ajeno, sino porque el propio Aragón no tenía muchas posibilidades de ordenarlo tampoco.
Los cuadros no renuncian. Cumplen órdenes. Son destituidos o, mejor aún, son sustituidos. Y no tanto porque no funcionen como por simple cosmética partidaria, que a estas alturas no convence a nadie.
En el comunicado que informa de la sustitución, como es usual, no se dice nada de las causas que la provocaron, pero es lógico pensar en los resultados del béisbol en los últimos certámenes internacionales, principalmente en los Juegos Panamericanos de Lima, donde lo peor fueron los deportes colectivos, encabezados por la pelota, que resultó humillada hasta el escándalo después de una arriesgada y carísima apuesta por la preparación exhaustiva.
Lo peor fueron los deportes colectivos, encabezados por la pelota, que resultó humillada hasta el escándalo después de una arriesgada y carísima apuesta por la preparación exhaustiva
Durante varios meses, los atletas toparon con equipos de México, Nicaragua, Estados Unidos y Canadá. Por último llegaron los exitosos refuerzos de la liga japonesa. Los pronósticos, ante el asombro general, fueron más audaces aún. Y ocurrió la debacle.
La Serie Nacional, por su parte, ha vuelto a cambiar su estructura y ha mostrado, desde el principio, todos los defectos, contradicciones, carencias, errores y estridencias que dibujan la forma del béisbol real de hoy en el país: un espectáculo triste bajo un sol de infierno para castigo del público y de los jugadores.
Pero el público, los jugadores y los especialistas saben perfectamente que, si la solución para la indescriptible crisis del deporte nacional estuviese en las sustituciones, el primero en caer no debió ser el director de la Comisión Nacional, Yovani Aragón, sino el presidente de la Federación Cubana de Béisbol (FCB), Higinio Vélez, que lleva varios lustros protagonizando esa larga caída.
El argumento de que la Comisión Nacional pertenece al Inder, un organismo estatal, mientras que la FCB es una entidad no gubernamental fuera del control del Consejo de Estado resulta una burda falacia que nadie se toma en serio.
Aragón, naturalmente, no hizo un papel aceptable. Ni de lejos. El pítcher nacido en 1974 que ganó con la selección Cuba dos veces la Copa del Mundo y obtuvo plata en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 fue solo un cuadro más, de los que disfruta cuanto puede del cargo y luego es enviado a cumplir otra gris tarea.
Pero ya la presencia perenne de Higinio Vélez, hombre de confianza del Gobierno al frente de la FCB, reforzaba muy poco la pretendida imagen de que se trata de una entidad no gubernamental. Y es entonces cuando Ernesto Reynoso resulta movido de primer secretario del Partido Comunista en la Isla de la Juventud a director de la Comisión Nacional de Béisbol.
Así es como el Gobierno cubano quiere convencer al norteamericano de que nuestra liga es tan independiente de la política como la de Japón, Corea del Sur o cualquier otro país
Así es como el Gobierno cubano quiere convencer al norteamericano de que nuestra liga es tan independiente de la política como la de Japón, Corea del Sur o cualquier otro país, y de que sería legal y legítimo mantener un acuerdo de cooperación con las Grandes Ligas de Estados Unidos que beneficie y, supuestamente, rescate el deporte nacional.
O sea, cuando las autoridades toman decisiones sobre el béisbol no están pensando en salvarlo, sino en mantener todo el control posible aunque, mientras tanto, el triunfo de los peloteros cubanos en la Gran Carpa en estos días demuestre que son precisamente esas mismas autoridades las culpables de que los jugadores dentro del país caigan cada día más en la derrota y la desilusión y no tengan más remedio que irse.
Por eso es que, incluso aquellos que ansían la caída de Higinio Vélez o el ascenso al poder deportivo de algún gran exatleta —como Rey Vicente Anglada, por poner un ejemplo—, saben en el fondo que ni siquiera eso aportaría suficiente esperanza.
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