Fútbol a lo cubano
Ciego de Ávila/No hay terrenos con las condiciones mínimas. Tampoco hay porterías y escasean pelotas, pero cada tarde muchos jóvenes salen espontáneamente a calles y plazas públicas para practicar su deporte favorito. Unos descalzos, otros sin camisa, todos sudando ilusión. Es el fútbol, desde hace ya varios años, el preferido de los jóvenes en Cuba, donde el béisbol sigue disfrutando, no obstante, de su estatus de deporte nacional. Y este verano, con la celebración del Mundial en Brasil transmitido por la televisión, aumenta el fervor.
La plaza Máximo Gómez en la ciudad de Ciego de Ávila, que fue concebida fundamentalmente para grandes movilizaciones de actos políticos —el edificio del Partido Comunista se alza a un costado—, es tomada cada tarde por admiradores de Ronaldo, Messi o Neymar. Allí se instalan por doquier pequeñas "vallitas" hechas de cabillas soldadas o con las patas de alguna mesa escolar y van quedando establecidas estas "ligas" de un día, que nadie dirige, nadie controla, pero que resultan la forma más natural, sistemática y efectiva de practicar ejercicio. Gracias a que algún que otro foco de la plaza aún enciende, puede jugarse hasta altas horas de la noche.
Jugar "guerrilla", le dicen. Se juega de a tres o de a cuatro generalmente. El guardameta, puesto que las "porterías" no sobrepasan sus muslos, tiene prohibido usar las manos. Un partido acaba siempre al primer gol, pero si hay muchos detrás esperando, se toma el tiempo a cinco o siete minutos, dependiendo de la cola. Si en ese lapso no ha habido decisión, entonces se va a penaltis. El equipo de primera categoría de la provincia Ciego de Ávila disfruta actualmente la condición de monarca nacional, aunque aquí, en la calle, casi nadie habla sobre las figuras locales. Incluso la prensa avileña tuvo que hacer un llamado público para que, una vez que conquistaron el título, se rindiera un reconocimiento oficial a los jugadores. Sin duda, el protagonismo de que goza el fútbol entre la juventud obedece más al seguimiento de ligas internacionales —especialmente la española, la inglesa y la alemana— que al contexto cotidiano o al incentivo real. La única instalación oficial en la cabecera provincial, aparte del césped y las porterías, se compone simplemente de un árbol que brinda un poco de sombra.
En Morón, segunda localidad en importancia del territorio y sede del equipo provincial, se viven de manera ardiente tanto esta afición como el drama del mundial de Brasil este año, después que la ciudad ha visto coronarse a sus muchachos en el evento nacional y puede autoproclamarse como capital del fútbol cubano. En la Ciudad del Gallo se apoya masivamente a los "tiburones" avileños año tras año, mientras la emisora de radio municipal transmite cada partido. Los moroneros llevan la pasión del fútbol en la sangre.
Niños y jóvenes a lo largo de toda Cuba patean balones, de zurda y de derecha. ¿Pudieran brotar de estas ligas callejeras los jugadores profesionales que un día cambien la triste imagen del fútbol cubano? Parece que el fenómeno desborda a las instituciones oficiales, ni remotamente preparadas para captar y desarrollar el talento. Entre tantos gritos de "goooooool", surgen inquietudes, preguntas en busca de respuesta.
La "liberación de las fuerzas productivas" y el cuentapropismo ¿llegarán un día también a la organización del deporte cubano, para que sus plantillas laborales estén menos infladas y sus estructuras menos rígidas e ineficientes? Quizá veremos entonces ligas de verdad, preparadores profesionales que cobren por sus servicios, y hasta clubes. Soñemos.