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No está en crisis el béisbol cubano, sino la política deportiva del Gobierno

No se puede seguir financiando la estafa del "deporte revolucionario". No hacen falta ya más paliativos, sino una cura radical

Rey Vicente Anglada ha aceptado su responsabilidad después de días augurando un triunfo para su equipo. (Prensa Latina)
Ernesto Santana

07 de agosto 2019 - 10:44

Chicago/"¡Voluntad!", reza un titular; "¡Vamos a seguir confiando!", predica otro. "Guerra y más guerra desde la bicicleta", "Derrotas que no lo son", "La noche que el voleibol nos unió", "¡Dando guerra!", "Cuba continúa su batallar en Lima", leemos, y Díaz-Canel felicita a boxeadores y a voleibolistas, y "A pesar del bloqueo, Cuba tiró mejor que en Toronto", y, por supuesto, "La gente sencilla de Lima habla de Fidel".

La prensa del castrismo terminal no deja la propaganda bufa y el lenguaje guerrerista aunque deba reconocer que sus aspiraciones triunfales en estos Juegos Panamericanos de Lima no se van cumpliendo. Pero cuando el revés es alucinante, como en el caso del béisbol, el cantinfleo y el silencio se vuelven mejores recursos.

Algunos medios han sobrevolado a toda prisa la catástrofe ocurrida en el fatídico estadio Villa María del Triunfo. Unas pocas publicaciones provinciales han sido más sueltas, pero tampoco pueden ir muy lejos. Que hay que hacer cambios profundos en la pelota nacional se viene diciendo desde hace años. El reformismo oral es tan constante en la práctica oficial como tan infinito el trecho del dicho al hecho.

Algunos medios han sobrevolado a toda prisa la catástrofe ocurrida en el fatídico estadio Villa María del Triunfo. Unas pocas publicaciones provinciales han sido más sueltas, pero tampoco pueden ir muy lejos

La prensa fuera del país, lógicamente, ha sido más clara en su visión y, de hecho, ya había advertido del desastre por venir. Como también lo habían hecho varios especialistas y periodistas en los medios oficiales, porque los motivos para alarmarse sobraban desde hace tiempo. Pero el lenguaje, como siempre y sin tener en cuenta para nada la realidad objetiva, fue triunfalista hasta el patetismo.

Rey Vicente Anglada, exjugador estrella, mentor de grandes victorias, el as que pareció el arma secreta que podría dar la victoria al equipo Industriales en la celebración del medio milenio de la fundación de La Habana, y a la selección cubana en los determinantes desafíos que asumía en este 2019, y que hasta el momento ha fracasado, dijo ahora en la peor humillación de su carrera: "En los equipos Cuba nos hemos acostumbrado desgraciadamente a no ganar. Eso hay que cambiarlo". Su mensaje a la afición fue valiente, reconociendo su parte de responsabilidad: "Tenemos una deuda. Cuando un equipo no funciona el mánager es el culpable, y en este caso soy yo y lo asumo".

Pero hace apenas unos días, su tono era muy distinto: "El objetivo final, ganar los Juegos Panamericanos, se cumplirá". Enormes palabras si se tienen los pies en la tierra: "Sabemos lo que representa el béisbol para nuestro país y tenemos que hacer lo imposible por ocupar un buen lugar, el lugar que siempre le ha correspondido".

Naturalmente, ya la mayoría está de acuerdo, sobre todo al ver el panorama tras la última batalla, en que ese lugar hace rato que no le corresponde. Y no es que ya Cuba, cuyo deporte nacional es la pelota, se convierta en otro país del montón, sino que ese debe resultar el verdadero lugar que le corresponderá por un buen tiempo en el futuro.

Si durante 40 años los peloteros cubanos dominaron a nivel continental —y brillaron más allá—, con 10 coronas seguidas entre 1971 y 2007, ya en 2011 y en 2015 debieron conformarse solo con el bronce. Pero ahora ni eso. No es solo que quedaran fuera del podio, sino que terminaron en sexto lugar entre ocho equipos, solo por delante de Perú y de Argentina. Indescriptible.

No es solo que quedaran fuera del podio, sino que terminaron en sexto lugar entre ocho equipos, solo por delante de Perú y de Argentina. Indescriptible

Muchos creen, con buenos argumentos, que lo peor está por venir. Y todos preguntan y miran hacia lo alto en busca de una solución. Pero el silencio retumba cumbre abajo. Cuenta un forista de Cubadebate que desde hace tiempo, en el foro del periódico Vanguardia, de Santa Clara, muchos conocedores previeron la debacle: "La respuesta fue cerrar el foro, el mejor website de participación interactiva de Cuba en aquel momento".

Los nuevos peloteros se han acostumbrado a perder, dice Anglada, pero la verdad es más brutal. Se han acostumbrado a no defender orgullosamente la camiseta e, incluso, a competir sin real espíritu deportivo, como si esos juegos con fueran algo secundario porque lo principal es otra cosa. Sin embargo, no hay que culparlos a ellos en primer lugar.

Tampoco la situación es tan simple que se resuelva con la renuncia de todo el que tenga responsabilidad alguna, desde Anglada hasta la corrupta cúpula deportiva, aunque claro que debería empezar por ahí. Pero no bastaría con reformar la Serie Nacional, crear una academia cubana de béisbol y una escuela de directores técnicos, ni con abrirse a las nuevas tecnologías y a los jugadores en el extranjero, ni con contratar a técnicos extranjeros.

"Sin plata, ¿cómo Cuba emprende la modernización?", se pregunta un comentarista oficial, lamentando la desaparición de la posibilidad de que la Federación Cubana gane dinero de las Grandes Ligas a través del famoso acuerdo frustrado. Pero no hace falta modernizar nada. A la pelota cubana, dolorosamente, le viene bien que el convenio no haya seguido adelante.

No hay solución mientras el béisbol siga manipulado desde el Palacio de la Revolución. No se puede seguir financiando la estafa del "deporte revolucionario". No hacen falta ya más paliativos, sino una cura radical. La pelota cubana debe volver a ser libre, como era antes de que Fidel Castro la secuestrara y, para colmo, dijera que había sido "esclava".

Necesita ser lo que es en todos los países donde se practica: independiente más allá del menor o mayor apoyo gubernamental. Necesita no seguir siendo manejada como asunto de Estado por un partido político único. Ser un deporte dirigido por los interesados en él y por quienes quieran invertir recursos en su desarrollo.

No hay que modernizar el béisbol cubano. Hay que dejarlo que sea verdadero béisbol, porque lo que tenemos en Cuba hace rato dejó de ser lo que en el mundo real llaman béisbol. Basta de culpar a Estados Unidos de que los cubanos escapen hacia allá, porque lo cierto es que escapan hacia donde puedan. Basta ya de exigir que Estados Unidos financie un deporte que debe vivir de sí mismo.

Pero sigue siendo ilusorio creer que el Gobierno permitirá los cambios que exige esa especie de ley de la gravedad elemental para que el béisbol deje de flotar en lo alto del poder y ponga los pies en tierra

Pero sigue siendo ilusorio creer que el Gobierno permitirá los cambios que exige esa especie de ley de la gravedad elemental para que el béisbol deje de flotar en lo alto del poder y ponga los pies en tierra. Lo más probable es que rueden algunas cabezas y cambien solo algunas estructuras. Si acaso.

Hay un síntoma que da una pista de la posible respuesta. Si después de bloquear toda noticia sobre la Gran Carpa en la televisión cubana finalmente comenzaban a transmitirse algunos juegos y los aficionados podían ver a sus ídolos en los equipos de la MLB, tras la ruptura del controvertido acuerdo por parte de la administración Trump ha vuelto a desaparecer toda referencia a las Grandes Ligas en los medios.

No importa que la elección de Yuliesky Gurriel como mejor pelotero de la Liga Americana en julio —en medio de una campaña en la MLB donde brillan decenas de cubanos— coincidiera con el vergonzoso naufragio de nuestra selección en Lima. Más motivos para el silencio y el aislamiento. Las autoridades parecen más dispuestas a una respuesta de trinchera que a implementar una solución en el camino del realismo.

En resumidas cuentas, lo que está en crisis no es el béisbol cubano, sino la política deportiva del Gobierno. Por eso, hay hasta quien propone seriamente convertir el boxeo en deporte principal, porque ya el béisbol, en vez de deporte nacional, es oprobio nacional.

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