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El béisbol cubano sigue en picada

La derrota esta vez fue contra un equipo de muchachos universitarios cuyo promedio de edad es de 20,4 años. (Twitter)
Ernesto Santana

28 de julio 2016 - 13:28

La Habana/Hace algunos años, un juego entre cualquier equipo de Estados Unidos y alguna selección cubana colmaba el Latinoamericano, el mayor estadio del país. Hoy eso no ocurre ni siquiera en el José Ramón Cepero, de Ciego de Ávila, casa de los Tigres campeones nacionales y a pesar de que estos topes siguen siendo un acontecimiento.

Este miércoles, los universitarios de Estados Uni­dos superaron en el último partido a los locales con una victoria (2-1) e inclinaron a su favor la balanza de este Tope, atesorando tres victorias y dos fracasos ante una selección nacional incapaz de recuperar su gloria pasada.

Los fanáticos del béisbol no disfrutan con ir a presenciar un partido en el que suponen que perderán sus favoritos, mucho menos si, como han pensado que puede ocurrir en este caso, la derrota es contra un equipo de muchachos universitarios cuyo promedio de edad es de 20,4 años.

Los fanáticos del béisbol no disfrutan con ir a presenciar un partido en el que suponen que perderán sus favoritos

La azarosa actuación de los peloteros cubanos es precisamente lo que preocupa a los fanáticos, independientemente del nivel y la calidad de los contrincantes. Están desmotivados, dicen muchos, cosa innegable, porque esta selección cubana es buena. Potencialmente, como casi siempre, aunque en la práctica no cuaje esa potencialidad.

Los dueños gubernamentales de este deporte en nuestro país no están realmente interesados en mejorarlo. Para ello es imprescindible hacer cambios profundos que han declarado que no harán. Cómo saben que han perdido las palestras internacionales y tienen que plegarse a la realidad, solo aspiran a explotar salvajemente a los deportistas.

Los funcionarios responsables saben perfectamente, además, que muchos de los buenos peloteros cubanos sueñan con llegar a la "gran carpa", y eso es imperdonable. Cuando los hermanos Gourriel escaparon de la delegación en la Serie del Caribe, en República Dominicana, a principios de año, el embajador cubano corrió al hotel a investigar los hechos y lamentó que los hermanos hubieran "desertado" cuando "ya lo de ellos estaba cerca": un arreglo con las Grandes Ligas a través de esos mismos funcionarios-beneficiarios.

Ahora, menos de seis meses después de llegar a Estados Unidos y pese a sus 32 años, Yulieski Gurriel acaba de firmar por 47,5 millones de dólares con los Astros de Houston. El fantasma de logros así atraviesa todo el tiempo los terrenos de béisbol y a todos los equipos de pelota en Cuba. Ese espectro está en la mente de todos aquellos que practiquen o se relacionen con el deporte nacional y no cambiará mientras no se transforme radicalmente el béisbol cubano.

Mientras tanto, lamentables actuaciones como la de la selección cubana que asistió a la Liga Can-Am, o como esta –peor aún, pese a que en este momento ambos equipos se hallen nivelados a dos victorias–, no se justifican suficientemente con el lógico cansancio de unos atletas que llevan casi un año jugando sin parar.

Cuando a uno de los narradores televisivos le preguntó un aficionado por qué los universitarios norteamericanos no jugaban contra peloteros cubanos del sub 23, como parecería apropiado, la respuesta fue que el equipo Cuba debe topar para adquirir forma. Pero esa forma ha aparecido solo en dos innings que han significado las dos victorias cubanas. Solo Jefferson Delgado ha bateado hits en los cuatro partidos.

Los funcionarios responsables saben perfectamente, además, que muchos de los buenos peloteros cubanos sueñan con llegar a la "gran carpa", y eso es imperdonable

Como siempre —unas veces menos, otras veces más—, los peloteros cubanos estuvieron bajo la presión política. Era el 26 de julio. El juego, como todo en estos días, estuvo dedicado al casi centenario de Fidel Castro y, claro, salieron a flote ciertas sombras y mezquindades en el concepto mismo de la transmisión mediática, lo que no asombra a nadie.

Cuando salieron al campo los deportistas cubanos, el tema que sonó fue Yo soy Cuba, de Alexander Abreu. Al salir los norteamericanos, les pusieron Another one bites the dust (Otro que muerde el polvo). El narrador no se mostró contento con un tema "norteamericano" y, cuando alguien le indicó que Queen es un grupo inglés, dio a entender que no era un día bueno para música en ese idioma. Parecía hasta molestarles que el manager de los universitarios norteamericanos se empeñara en la victoria.

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