Cuba y Cosmos se enfrentan en un encuentro lleno de símbolos y esperanzas

07. El más esperado y aplaudido por la afición fue el jugador exmadridista Raúl González
El más esperado y aplaudido por la afición fue el jugador exmadridista Raúl González
Orlando Palma

03 de junio 2015 - 08:05

La Habana/Calificado como un hecho histórico, el encuentro entre los equipos de fútbol Cosmos de Nueva York y nuestra selección nacional no será recordado por la victoria de los visitantes 4 a 1, sino por el entusiasmo con que la afición cubana acudió al estadio Pedro Marrero de la capital. Algunos llegaron para ver al astro brasileño Pelé o al sorprendente jugador español Raúl González, aunque la gran mayoría solo quería apoyar al equipo del patio o, simplemente, ondear juntas la bandera norteamericana y la cubana.

La Habana había amanecido gris y lluvioso este martes, como hacía tiempo que no pasaba debido a la sequía que afecta todo el país. El partido de fútbol estaba anunciado para las cinco de la tarde, pero varias horas antes se habían vendido todas las entradas a un precio de cinco pesos moneda nacional. Además, también muchas fueron revendidas en la puerta del estadio en dos o tres pesos convertibles. Faltaba apenas media hora para el pitido inicial del partido cuando abrieron las puertas de par en par y entraron todos, incluidos los revendedores.

Los periodistas extranjeros se lanzaron a entrevistar a los desenfadados jóvenes que llenaban las gradas y fotografiaron también las inusuales muestras de simpatía a los yumas, esos vecinos del norte que jugaron mejor sobre el terreno. En las gradas, los carteles se alternaban con camisetas alusivas a equipos que ni siquiera han pisado suelo cubano, como el Barcelona o el Real Madrid. La tarde fue el momento en que la pasión futbolística encontró un espacio de expresión y libertad. El béisbol tuvo que acostarse a dormir por unas horas.

La trasmisión en vivo evitó acercar la lente a esa multitud donde las insignias norteamericanas se juntaban con los colores patrios

La lluvia mantuvo su presencia y, a lo largo del primer tiempo, el Cosmos anotó uno tras otros sus implacables goles, hasta que en el segundo tiempo el equipo nacional logró colar en la portería la pelota que le salvaría la honrilla. En esta segunda parte del partido los cubanos parecían haber despertado o haberse sacudido el susto en medio de un terreno que desde ciertos ángulos se veía como pura manigua por las irregularidades, los claros sin hierba y el agua acumulada.

Lamentable que los nuestros no tuvieran en sus camisetas el nombre de cada jugador para distinguirlos a través de unas cámaras de televisión que mantuvieron una molesta distancia. Quienes presenciaron el partido en la pantalla chica se perdieron las muchas emociones vividas por los asistentes a las gradas, en parte porque en la trasmisión en vivo evitó acercar la lente –quizás por pudor nacional– a esa multitud donde las insignias norteamericanas se juntaban con los colores patrios.

Sin embargo, más allá de la desproporción de fuerza deportiva, los desniveles del terreno, la cautela de los comentaristas y la lluvia, fue un partido para recordar. Muchos disfrutaron la parte deportiva, con sus pases y sus estrategias defensivas, pero lo mejor ocurrió en la zona histórica, repleta de símbolos y esperanzas.

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