Rendirle culto al cuerpo
La Habana/De la mano de Rosy, una bailarina del cuerpo de baile de la televisión cubana, vamos hoy en busca de un gimnasio en La Habana. Con un salario bajo, la necesidad de estar en forma por su profesión y cierta predilección por los ambientes chic, la joven aspira a practicar deportes en un lugar que sea barato, con gran variedad de aparatos y elegante.
Los gimnasios particulares han tenido un importante auge desde que se autorizó una licencia de trabajo por cuenta propia para el ejercicio de esa actividad. Muchos de ellos están dirigidos por personas que han trabajado como entrenadores o se han graduado en la especialidad de Cultura Física y Deportes. Algunos vienen de instituciones estatales donde hacían las veces de profesores de educación física, masajistas o técnicos en fisioterapia. El sector privado les reporta mejores dividendos.
A lo largo de toda la ciudad han aparecido locales sencillos, improvisados en una azotea o un sótano, con aparatos hechos por soldadores que unen un hierro aquí y un muelle allá. Pero también los hay lujosos, hércules importados y un entrenador que lleva un reporte preciso de lo que necesita cada cliente. Rosy, la bailarina, quiere uno de estos últimos y se decide a visitar tres gimnasios de La Habana.
Primero hace una pequeña averiguación entre colegas y amigos, para saber cuáles son los mejores o más populares. Con la información recogida llega al Gimnasio de Mandi, ubicado en el popular municipio de Centro Habana. Lo primero que le gusta es que hay mucha gente. "Va y hasta encuentro pareja aquí con tantos hombres musculosos por todos lados", afirma en plan coqueto. El sitio tiene varios espacios de trabajo cardiovascular y un buen surtido de aparatos para el entrenamiento con pesas, siempre supervisado por conocedores del culturismo.
Alcanza a ver algunos rostros de actrices conocidas y ya está lista para inscribirse cuando nota que la entrada principal del Gimnasio se orienta hacia la céntrica esquina de Belascoaín y Carlos III. Los autos pasan una y otra vez, traqueteando y echando su humo contaminante hacia dentro del local. En el último minuto antes de hacer la matrícula decide visitar otro sitio, quizás más apartado del "mundanal ruido".
Un amiga le recomienda que vaya al Gimnasio de Kohly, ubicado en el barrio del mismo nombre. Es espacioso, moderno y parece más apropiado para la práctica del ejercicio físico que el anterior. El problema es el precio. Rosy saca cuentas: los 250 pesos cubanos mensuales que debe abonar se llevarían la mitad de su salario. Eso sí, podría elegir entre los cuatro entrenadores que trabajan allí y le parece especialmente buena una empleada con experiencias en aeróbicos.
Se queda prendada también de la excelente higiene y la organización administrativa que exhibe este gimnasio situado en un barrio tranquilo y con árboles, mucho más cuando le anuncian que pronto tendrá un espacio para los masajes. El problema para Rosy sigue siendo el precio, aunque éste se encuentra en la media que cobran casi todos los gimnasios de la capital
Ya que está cerca, se da un saltico por O2 Spa, un espectacular local para el ejercicio físico y el relax, a un costado del Jardín Zoológico. La oferta es tentadora, tienen una gran variedad de pesas, un salón de spinning con 10 bicicletas y otro para el trabajo cardiovascular con varias esteras eléctricas. La opción de masajes ya está funcionando –a diferencia del sitio anterior- y cuentan con aeróbicos, zumba y un baño personal de sauna también incluido en el local. Rosy tiene la impresión de que está en otro país.
El centro cuenta con varios entrenadores especializados, un licenciado en cultura física y una entrenadora que es estomatóloga de profesión, con experiencia en entrenamientos con culturistas y con dominio de nutrición y dietas alimentarias. Para la bailarina, esto es lo máximo, pero si suma todos los servicios que necesita, el costo rondaría los mil pesos cubanos mensuales.
Podría hacer un esfuerzo, se dice a sí misma, sobre todo porque el local además de tener estas ofertas incluye una cafetería, alquiler de salón para fiestas de bodas y quinces, una peluquería y hasta entrenamientos de defensa personal. Se pone a indagar entre otros clientes y encuentra a Ángela López, quien le cuenta que cuando llegó al O2 Spa se encontraba con el ánimo caído por unas libras extras. Le asegura a Rosy que en "el transcurso de tres meses de esfuerzos físicos agotadores y dietas supervisadas por la entrenadora" pudo cumplir su meta de bajar 18 libras.
Después de un periplo por los mejores lugares y comprobar que hay mucha calidad en los gimnasios habaneros, la indecisa joven ha optado por algo más económico. En la calle Tulipán cerca del Ministerio de Transporte, está Popeye, un sitio para fortalecer los músculos y quemar grasa de más. La diferencia con los otros tres gimnasios está en que tiene menos glamour y clientes no tan famosos, pero Rosy se siente a gusto.
La joven ha comenzado a descubrir sensaciones nuevas en su propio cuerpo y ahora prefiere hacer economías en otras áreas de su vida, con tal de no faltar a su cita con los hércules, las pesas y las bicicletas estáticas.