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La 'visión' de Antonia Eiriz y la maldición de la barba

Desde que Castro comenzó a involucrarse con el béisbol dejó de ser un entretenimiento popular para convertirse en un grave asunto de Estado

No era raro, en aquella época, que Castro se metiera de vez en cuando en algún juego de pelota que se encontrara por el camino. (Cuba)
Ernesto Santana

04 de enero 2018 - 16:24

La Habana/El año pasado, mientras el equipo nacional de béisbol consumaba en el Clásico Mundial una de sus más desastrosas actuaciones internacionales, la Galería Habana mostraba la exposición Cuba en pelota, de Reynerio Tamayo, una inflamada confesión artística que se metía de lleno en el arduo debate sobre la crisis de este deporte.

Además de jugar con el sentido de desnudar la pasión nacional o la nación apasionada, el título de Tamayo hacía una parodia de La muerte en pelota, de Antonia Eiriz, un cuadro de 1966 que figura entre los más inquietantes, y hasta enigmáticos, que pintó la gran artista antes de ser censurada y marginada.

Además de jugar con el sentido de desnudar la pasión nacional o la nación apasionada, el título de Tamayo hacía una parodia de 'La muerte en pelota, de Antonia Eiriz

En medio de la colosal campaña mediática de estos meses que intenta demostrar que Fidel Castro sigue vivo física y químicamente -como asegura su nieto Fidel Antonio Castro Smirnov, que visita cada mes "la piedra rebelde que enseña e ilumina"-, llama la atención este cuadro de la pintora.

El Deportista Mayor practicó varias disciplinas atléticas y, desde que tomó el poder, intentó masificar el deporte y destruir el profesionalismo, sobre todo en el béisbol. Hace 56 años, en enero de 1962, bajó al terreno del que desde entonces se llamó Estadio Latinoamericano para batear la primera bola e inaugurar así la primera Serie Nacional de Béisbol.

No era raro, en aquella época, que el Uno -como lo denominaban sus allegados- se metiera de vez en cuando en algún juego de pelota que se encontrara por el camino. Llegaba y se ponía a pitchear por uno de los equipos, o por los dos, y, como es lógico, nadie se atrevía a contradecir sus decisiones, sin que importaran las consecuencias para el partido.

En un número de la revista de Artes Visuales Art Experience New York City, de la que era entonces jefe de redacción, el crítico Ernesto Menéndez-Conde publicó un breve texto sobre el artículo Fidel juega a la pelota, aparecido en la revista Cuba en agosto de 1964 con fotos de Lorenzo Rocamora.

Como es lógico, nadie se atrevía a contradecir sus decisiones, sin que importaran las consecuencias para el partido

Basándose en una de ellas y haciendo algunas modificaciones, escribe Menéndez-Conde, pintó su cuadro Antonia Eiriz. "Eliminó a la figura del fotógrafo que aparece al fondo y acercó las gradas al home, de manera que también pudiese verse el público. Es posible reconocer la barba del dirigente, aunque el rostro del bateador quedara bruscamente cortado y desenfocado en el margen superior del lienzo".

El crítico añade que "al espectador le correspondía decidir cuál de los personajes podría ser la muerte: si el umpire que, con su uniforme negruzco y su máscara de protección, aparentaba ser una representación alegórica, o el vital jugador que con su batazo encandilaba a una muchedumbre de rostros desdibujados y expresiones exaltadas hasta lo monstruoso".

Aunque en Cuba los jugadores no pasen de llevar un chivo o una leve perilla, no es raro ver hoy a un pelotero barbudo en otras ligas, pero a principios de los 60 debe haber resultado muy llamativo que un gobernante con barba ocupara su tiempo en un partido de béisbol.

Aquellas apariciones del Comandante barbado en los terrenos marcaban el inicio de una nueva era cuya agonía en el presente nos parece interminable

De cierto modo, podemos ver en el cuadro La muerte en pelota de Eiriz, un augurio de ese posterior desastre. Aquellas apariciones del Comandante barbado en los terrenos -al tiempo que ejecutaba la pena máxima para la que consideraba "pelota esclava"-, marcaban el inicio de una nueva era cuya agonía en el presente nos parece interminable.

Hace muchos siglos, en Mesoamérica se practicaba un juego de pelota muy diferente del que se juega hoy en el continente y más allá, sobre todo porque era en realidad un complejo rito que a veces culminaba con el sacrificio de los participantes. Como se relacionaba a nivel simbólico con el ciclo mismo de la vida, el juego de pelota era un importante asunto de Estado.

Que un gobernante se involucre en la naturaleza de un simple deporte, en nuestra época, es lo peor que le puede pasar a esa práctica. De modo pintoresco podríamos hablar de la "maldición de la barba", pero el hecho es que desde entonces el béisbol comenzó a dejar de ser un entretenimiento popular y empezó a convertirse en un grave asunto de Estado. El título del cuadro de la pintora era un diagnóstico. La muerte en pelota, la muerte de la pelota.

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