El Team Asere, sin patria pero con amo
Otro golpe a la tranquilidad mental de las autoridades de la Isla fue tener que transmitir el partido en Televisión Cubana sin poder disimular los múltiples carteles contra el régimen que sostenía el público
La Habana/Pocas veces el régimen se ha lamido las heridas con tanto vigor como tras la derrota del Team Asere en la semifinal del Clásico Mundial de Béisbol. La propaganda había convertido el partido contra la selección de EE UU en una cruzada política y el tiro –como la mayoría de los especialistas en deporte había previsto– le salió a La Habana por la culata.
El problema del equipo era, sobre todo, de concepto. ¿Qué representaba el Team Asere? ¿Los mejores peloteros de una dictadura? ¿Un ejemplo de reconciliación nacional? ¿Un "engendro" –como lo llamaron muchos– que intentaba llevar a los deportistas que entrenaban en los gastados estadios de la Isla al nivel, en la pelota profesional, que habían alcanzado los emigrados?
La comunidad cubanoamericana en Miami fue tajante: el Team Asere era una colección bien planeada de "tontos útiles", marionetas que –consciente o inconscientemente– bailaban al ritmo dictado en las oscuras oficinas de propaganda de La Habana. Los exiliados, además, lo dejaron claro en el propio estadio LoanDepot Park, con protestas que la Cancillería cubana calificó luego de "lamentables y peligrosos incidentes".
Fueron esos grupos "transgresores", argumentó el régimen, los que provocaron que el Team Asere se convirtiera en un manojo de nervios, incapaz de batear con calidad y pensar bien sus jugadas. Tras la derrota, todo fueron "denuncias enérgicas" no solo a los "elementos desestabilizadores", sino también sobre el "juego difícil" contra un equipo con "superioridad técnica" como el de EE UU. No era difícil, lamentaron las autoridades, perder contra un adversario tan "claramente ganador".
Otro golpe a la tranquilidad mental de las autoridades de la Isla fue tener que transmitir el partido en Televisión Cubana sin poder disimular los múltiples carteles contra el régimen que sostenía el público. Al final del juego –aunque el momento no llegó a las pantallas cubanas–, el escritor Carlos Manuel Álvarez y el artista El Sexto bajaron al terreno portando banderas cubanas, lo cual les costó pasar esa noche en la estación de Policía. Cosas que pasan en Miami, una ciudad "que no reúne las condiciones mínimas para ser sede de un evento internacional", se defendió La Habana.
El balance del experimento no deja lugar al optimismo. El Team Asere perdió el partido –tras una serie de éxitos en el certamen que garantizaron su cara a cara con EE UU, todo hay que decirlo–, pero abrió el camino para que los comisionados de varios deportes cubanos, como el ajedrez, se mostraran como dirigentes "comprensivos": si otros atletas emigrados querían jugar con la bandera de su país de nacimiento no habría inconvenientes, siempre que lo hicieran bajo las draconianas condiciones que imponía el oficialismo.
Pero no todo fue lamento y derrota. El viaje a Miami rindió frutos, aunque no los cosechara el régimen. Los peloteros residentes en la Isla llegaron al Aeropuerto Internacional José Martí cargados de televisores, gomas de carros y muchos maletines. Provisiones para sobrevivir en una Isla a la que solo quieren volver los aseres privilegiados.
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