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Las ‘mulas’ temen que las nuevas restricciones de la Aduana sean para siempre

Los efectos de tres meses sin importaciones se hacen evidentes en el mercado informal: escasez y altos precios

'Mulas' en el aeropuerto de Georgetown, Guyana. (14ymedio)
Fernando Donate Ochoa/14ymedio

27 de junio 2020 - 17:41

Holguín/Miguel presintió la quiebra de su próspero negocio el 24 de marzo pasado, cuando las autoridades anunciaron que debido al covid-19, los residentes en Cuba no podrían viajar al extranjero hasta nuevo aviso. Ahora, teme que las restricciones de movilidad e importación se prolonguen mucho más allá de la pandemia.

Desde hacía seis años, este holguinero que prefiere identificarse con seudónimo para evitar problemas, viaja a Trinidad y Tobago, Guyana, Rusia y Panamá para comprar electrodomésticos, ropa, calzado y otras mercancías que luego vende en el mercado informal.

Con el tiempo, Miguel aprendió a sortear las trabas aduanales, a vivir con el riesgo de sufrir el decomiso de su mercancía y a superar el sinfín de obstáculos propios del negocio de las mulas, que está en una zona gris, entre lo legal y lo ilegal.

Aunque importar un número limitado de productos es legal –hasta tres teléfonos móviles o dos computadores–, revenderlos en el mercado negro puede acarrear penalizaciones como multas, confiscaciones y cárcel.

Desde la Reforma Migratoria de 2013 que flexibilizó los trámites para viajar fuera de la Isla, las mulas nunca se había enfrentado a algo como lo que ha desencadenado la pandemia del covid-19: la casi desaparición de su oficio.

En Cuba hay miles de personas como Miguel que compran en otros países productos que escasean en la Isla. Viajan especialmente a naciones donde puedan ingresar sin visado y hacen pasar su mercancía por la Aduana como pertenencias personales para posteriormente ofrecerla en el mercado negro.

Entre las disposiciones del Gobierno había una que provocó mucho malestar: los cubanos que aún estaban en el exterior podían regresar a la Isla, pero no se les permitiría ingresar más que una maleta y un equipaje de mano

Es muy difícil precisar el número de importadores privados que venden sus mercancías en la provincia de Holguín y quienes se dedican a este negocio evitan dar detalles y cuidan su identidad para evitar ser procesados judicialmente.

Con frecuencia, los importadores pagan a familiares o amigos para que también viajen y traigan al país más mercancía, muchas veces establecen redes de apoyo o se trasladan al extranjero en grupos para que los gastos de alojamiento resulten más económicos.

Pero desde que cerraron las fronteras a finales de marzo pasado, este ejército de mulas se encuentra en pausa, y las personas dedicadas a este oficio temen que, aun cuando se recupere la normalidad tras la pandemia de covid-19, las autoridades mantengan las restricciones que dificultan su negocio.

Entre las disposiciones del Gobierno anunciadas aquel 24 de marzo, había una que provocó mucho malestar: los cubanos que aún estaban en el exterior podían regresar a la Isla, pero al hacerlo no se les permitiría ingresar más que una maleta y un equipaje de mano.

Estas palabras pusieron a Silvia al borde del colapso. En ese momento la holguinera se encontraba en Haití comprando ropa, calzado y varios productos de ferretería. Era su tercera visita al país más pobre de Latinoamérica, donde, por ser afrodescendiente y hablar francés ha tenido más facilidades para comprar las mercancías.

Silvia tuvo que dejar gran parte de los productos comprados bajo el resguardo de una prima. Ahora su preocupación mayor es amortizar los gastos iniciales: "No sé cuándo podré regresar y con lo que traje no recupero el dinero que invertí".

Para Silvia este tipo de imprevistos no son nuevos. Es una importadora acostumbrada al riesgo que entraña su oficio. En su viaje anterior, a comienzos de 2020, más de la mitad de los artículos que compró fueron decomisados por las autoridades durante un operativo policial en Holguín.

"Pedí dinero prestado para este viaje y qué mala suerte tuve". Ahora, con las restricciones para entrar muchos de esos productos a Cuba, Silvia no prevé quedarse de brazos cruzados. Ella y su esposo están en busca de cualquier otro tipo de negocio informal para salir a flote.

Entre las opciones que contempla se encuentra vender los productos que logró traer al triple del precio que rige habitualmente en el mercado informal porque la escasa oferta ha hecho que los precios suban, pero en medio de la emergencia sanitaria y el desabastecimiento los compradores priorizan los alimentos.

"Desde hace mucho tiempo quieren deshacerse de nosotros y el coronavirus les viene como anillo al dedo"

Silvia sospecha que la decisión del Gobierno de limitar la cantidad de equipaje que se puede importar no es algo casual y podría extenderse en el tiempo. La holguinera considera que las autoridades aprovecharon la pandemia para terminar con su oficio. "Desde hace mucho tiempo quieren deshacerse de nosotros y el coronavirus les viene como anillo al dedo".

Marisol es otra comerciante informal que teme por el futuro de las mulas, una ocupación que le ha permitido ganarse la vida hasta ahora. Antes del cierre de fronteras, estaba en Guyana, donde compró ropa y calzado. "El día antes de mi vuelo aplicaron las medidas restrictivas en la Aduana y tuve que dejar gran parte de lo que compré en la casa donde estaba alquilada".

Marisol ha tenido que comenzar a tomar pastillas para poder dormir porque las preocupaciones no le permiten descansar con tranquilidad. Teme no poder recuperar los productos ni el dinero invertido pero, especialmente, tiene miedo de lo que depara el futuro.

Pero no solo las mulas están preocupadas. Después de tres meses sin importaciones, los efectos comienzan a hacerse evidentes en las calles holguineras. Los precios de los productos han subido en el mercado informal y la oferta ha perdido variedad. La ropa y el calzado, los renglones más comunes que traían los importadores informales se han disparado.

"Nos veremos hambrientos y en harapos", sentencia una mujer que ha visitado varios puntos de venta clandestinos en Holguín en busca de un par de tenis para su hijo.

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