Topan los precios de 21 productos en los mercados de La Habana y desaparecen el frijol y la malanga
Las autoridades actuaron por sorpresa, pero los comerciantes resisten como siempre: retiran los productos de la venta
La Habana/Una sorpresa espera a los clientes de los mercados agropecuarios de La Habana: han desaparecido el frijol negro y la malanga. Mercado a mercado, puesto a puesto, al preguntar por estos productos, esenciales en las mesas cubanas, la respuesta es la misma: no hay porque toparon los precios.
Según contó a este diario un comerciante en el mercado de Neptuno y Gervasio, los propios vendedores se enteraron apenas el martes de que había nuevos precios establecidos. “Nada, llegaron y dijeron: ‘vamos a hacer esto’, sacaron los inspectores a la calle y ya”, comenta para justificar su decisión de no ofrecer frijoles y malanga. “El problema es que quieren que lo vendan por debajo del precio al que se compró. Nosotros lo pagamos a 340 pesos la libra y ellos quieren que lo vendamos a 300. La malanga la toparon a 100 pesos y nosotros la comprábamos a 100, 110 o 115”.
El pasado 12 de julio, la gobernadora de La Habana, Yanet Hernández Pérez, firmó una resolución mediante la que se fijaban los precios máximos de los productos agropecuarios. La norma afecta a 21 productos, que a partir de ahora se comercializaran por libra de la manera siguiente: boniato, yuca y aguacate, 45 pesos; malanga Colocasia, 75 pesos; malanga Xanthosoma, 100 pesos; plátano vianda, frutabomba y piña, 50 pesos; plátano burro, plátano fruta, pepino, guayaba y mango, 40 pesos; calabaza, frutabomba verde y maíz tierno, 30 pesos; quimbombó, 65 pesos; habichuela, 60 pesos; frijol negro, 300 pesos; frijol colorado, 350 pesos, y arroz, 180.
A diferencia de otras ocasiones, las autoridades se han guardado de hacer demasiado pública la información
Sin embargo, a diferencia de otras ocasiones, las autoridades se han guardado de hacer demasiado pública la información. El domingo, Tribuna de La Habana publicó una nota sobre la “necesaria regulación de los precios minoristas”, pero sin mencionar que dos días antes se había firmado una resolución al respecto y que había, efectivamente, precios topados.
En su lugar, recordaba la reciente disposición –esa sí publicada en la Gaceta Oficial, después de días de rumores y confusión– que establecía los precios máximos de seis productos básicos: pollo, aceite, pastas, salchichas, leche en polvo y detergente. A continuación, el texto ponía a disposición de la población los teléfonos de los gobiernos municipales “para obtener criterios y opiniones de la población sobre la implementación de esta regulación en los municipios capitalinos”.
Esos precios, confirmaron este viernes a 14ymedio en Plaza de la Revolución, están vigentes “desde la semana pasada” y aseguraron que “el listado ya se le ha hecho llegar a cada vendedor en cada mercado". Asimismo, invitan, en esos mismos teléfonos, a “reportar cualquier violación de los precios que vea”.
El incremento de los controles y las multas, un objetivo repetido en las sesiones del Parlamento estos días atrás, se ha hecho realidad en los mercados de la Isla. En el agro del Ejército Juvenil del Trabajo de de la calle Tulipán, en Nuevo Vedado, por ejemplo, los vendedores irregulares de ajos, cebollas y aguacates que suelen ponerse a la entrada se encontraban este viernes en un parqueo de autos cercano, lejos de la mirada de los inspectores que recorrían el lugar.
Independientemente de las “ilegalidades” y la recaudación para el Estado que proporcionan las multas, quien sufre directamente este tipo de medidas es el consumidor. “Vamos a ver cuándo aparece la malanga, porque ahora padecerán los enfermos, los niños y nosotros”, decía una anciana saliendo del mercado del EJT de la calle 17 y K, en El Vedado. En efecto es a quienes más afecta la falta del producto, muy apreciado en las mesas cubanas. Es verdad que hace apenas unos meses el problema para comprarla eran los altos precios que había alcanzado en los mercados, pero al menos estaba disponible para quien pudiera pagarlo. Otro cliente lamentaba: “Ahora, simplemente, no hay para nadie”.