Nuestra República imperfecta
Recordar con respeto la fecha en que fue proclamada constituiría una demostración de inteligencia y de madurez política
El día 20 de mayo de 1902 ondeó por primera vez, libre y soberana, nuestra bandera, izada por las manos gloriosas del Generalísimo Máximo Gómez, dando a conocer al mundo el surgimiento oficial de una nueva nación. Resulta cuando menos una incongruencia que se celebre el aniversario del establecimiento de cada una de las siete villas fundacionales, que en definitiva, sin restar méritos a su importancia histórica, representan la instauración del régimen colonial español en la isla, y no se recuerde el final del mismo, con la proclamación de la República en esa fecha.
La intervención de los Estados Unidos de Norteamérica cuando ambos contendientes, el Ejército Español y el Ejército Libertador, se encontraban extenuados, inclinó la balanza del lado cubano, evitando, aunque no fuera su objetivo principal, prolongar por más tiempo la destrucción y la muerte.
Después de más de tres años de gobierno interventor, independientemente de lo realizado en la renovación de la administración pública, la reconstrucción del país y la creación de eficientes sistemas de salud y de educación, la República no nació perfecta pero, a pesar de todos sus males, en el corto plazo de cincuenta y seis años, logró un desarrollo y resultados sorprendentes, que la colocaron en muchos primeros lugares entre los países de América Latina y del mundo.
No por repetidos dejan de ser importantes algunos indicadores económicos y sociales: posición 29 entre las mayores economías del mundo y primer lugar mundial en producción de azúcar de caña; en Iberoamérica: segundo y tercer lugar en entrada per cápita, mayor porcentaje de viviendas electrificadas (82,9%) y con baño propio (79,9%), segundo país en el consumo calórico per cápita (2870), con menor mortalidad infantil (33,4 por cada mil nacidos) y con el más bajo índice de analfabetismo (23,6%), mejor país en número de médicos per cápita (1 por cada 957 habitantes), primer país en conceder el divorcio a las parejas en conflicto (1918), en establecer la jornada laboral de ocho horas y el salario mínimo (1937) y en reconocer el voto a las mujeres (1940). En los últimos cincuenta y cinco años algunos de estos indicadores, en lugar de mantenerse o mejorar, han empeorado y, en otros, lo logrado no guarda correspondencia con el largo tiempo utilizado para su obtención ni con su alto costo social, lo cual demuestra que nadie está exento de errores ni de equivocaciones.
La historia puede ocultarse, manipularse y hasta tergiversarse, pero es imposible borrarla
Condenada al ostracismo después del año 1959, por burdos intereses ideológicos y políticos, su sistemático olvido y los epítetos de "neo-colonia", "seudo-república", "república mediatizada" y otros utilizados profusamente al referirse a ella, no han tenido ni tienen otro objetivo que descalificar la obra de generaciones de cubanos la cual, en muchos aspectos ha sido destruida, sin ser sustituida por otra más valedera. En los años de nuestra República imperfecta también se consolidó nuestra identidad nacional, se expandió nuestra cultura y se forjaron importantes valores, ésos que hoy se tratan de rescatar. Además, se desarrollaron nuestros pueblos y ciudades, ésos que hoy se encuentran en estado deplorable, y nuestra economía, hoy sumida en prolongada crisis, floreció.
La historia puede ocultarse, manipularse y hasta tergiversarse, pero es imposible borrarla: sus hechos y personajes siempre reaparecen. Nuestra República imperfectaes mucho más que la Enmienda Platt, la intención de reelección de Estrada Palma, la segunda intervención, la corrupción, la politiquería, las dictaduras, las tensiones políticas y sociales, las carencias y los excesos de los cubanos y hasta sus generales y doctores. La República de Cuba es una realidad histórica desde su proclamación hace 112 años hasta nuestros días, con diferentes protagonistas circunstanciales pero con sólo uno constante: el pueblo cubano. Recordar con respeto y mostrar con orgullo, como sucede en todos los países civilizados, la fecha en que fue proclamada, constituiría una demostración de inteligencia y de madurez política y subsanaría, en parte, el error de su negación y olvido durante años.