Annie Ernaux: "Escribir es volver un arma contra ti y contra el mundo"
Entrevista con la autora francesa ganadora este jueves del Nobel de Literatura 2022
Barcelona/Annie se ha despertado sobre las 6 de la mañana. Hacía una noche cerrada. No tenía ganas de levantarse y se ha vuelto a dormir con sus dos gatos, que ya se habían colado en la habitación como cada día. A las 8 se ha levantado, después de un sueño que aún permanece muy claro en su mente. "No voy a explicarte cuál, pero ahora iré a anotarlo en mi diario", dice. Y tal vez en unos años aparezca en uno de sus libros.
A 40 kilómetros de París, en su bucólica casa de Cergy, ya convertida en mito literario, Annie Ernaux acaba de desayunar un café con leche y una tartine. Tiene 81 años y es la misma casa a la que acudía a verla S., el joven amante ruso que tuvo cuando ella tenía 48. S. era la encarnación del deseo y la pasión prohibida (estaba casado). Su affaire duró un año, pero ha quedado para siempre en la breve e intensa novela Pasión simple (con película incluida) y en el diario Perderse, que publica ahora Cabaret Voltaire, la editorial que está recuperando toda la obra de Ernaux en español, con dos títulos cada año.
Ernaux es una de las autoras francesas indispensables. Si Émile Zola hizo del naturalismo una disección objetiva de la realidad con un bisturí literario, Ernaux escribe a cuchillo
Porque Ernaux es una de las autoras francesas indispensables. Si Émile Zola hizo del naturalismo una disección objetiva de la realidad con un bisturí literario, Ernaux escribe a cuchillo: contra ella y contra el mundo. Nadie como ella ha contado la intimidad femenina de una forma tan directa y honesta, sin concesiones: su aborto clandestino, el Alzheimer de su madre, su matrimonio y divorcio, su cáncer de mama... Una literatura del yo que reivindican Virginie Despentes o Emmanuel Carrère. Ernaux siempre es una de las eternas candidatas al Nobel, aunque a ella le da igual, solo quiere lo que ha querido siempre: escribir.
Pregunta. En los últimos años, sus libros se traducen cada vez más en el extranjero. ¿Cree que su obra se entiende mejor ahora que hace 10 o 20 años?
Respuesta. Es difícil encontrar una explicación. En Francia, Los años [su multipremiada obra cumbre, publicada en 2008] provocó un salto en el conocimiento de mi obra. Fuera ha tardado un poco más... Pero cuando se comprende es cierto que se despierta un interés por el conjunto de mi obra, se percibe una coherencia muy fuerte y creo que por eso se difunde más mi trabajo.
Hoy la autoficción está a la orden del día, pero en los años 70 contar la intimidad de una mujer no parecía tener interés literario.
Hoy la autoficción está a la orden del día, pero en los años 70 contar la intimidad de una mujer no parecía tener interés literario
Mi primer libro, Los armarios vacíos (1974), no era una autobiografía sino una novela, pero pronto me volví hacia las cosas que había vivido: mi matrimonio (La mujer helada, 1981) o la relación con mis padres (La place, 1983, y Una mujer, 1989). Siempre he dicho que no hago autoficción: intentaba encontrar lo real, objetivar existencias que eran cercanas a mí. Escribía en primera persona, pero a la vez era narradora, testigo y personaje de la historia, que es un poco diferente de la autoficción. No es una actitud de volverse hacia uno mismo para hablar de sí, sino de de encontrar a través de uno mismo algo común, algo que pueda pertenecer a los otros.
P. ¿Cuál es la diferencia entre la novela Pasión simple y Perderse, el diario en el que cuenta esa misma aventura rusa?
R.Pasión simple es una novela pensada y construida, una descripción de la pasión. Perderse es un diario escrito día tras día en el que intentaba comprender qué es la pasión, lo que estaba viviendo. El diario quedó encerrado durante ocho años. Un día lo encontré y al releerlo me causó un gran impacto: era yo quien había escrito eso, pero lo leía como si fuera una novela. Me di cuenta de que formaba una unidad, hay una verdad diferente en esas páginas. Tenía un poco de miedo de publicarlo porque era muy íntimo...
P. ¿Miedo? Pero si todos sus libros son muy íntimos... Ha hablado sin tapujos del aborto o del Alzheimer.
R. Es la forma, la construcción del libro, la que transforma lo íntimo en algo colectivo. El aborto clandestino que explico en El acontecimiento (2000) es absolutamente personal e íntimo, pero al mismo tiempo es la historia de todas las mujeres de la misma época. Un diario no se lee de la misma manera. Escribí sobre el Alzheimer de mi madre en un libro que se llama Una mujer y no "Mi madre" porque es una mujer más, como las demás.
P. Siempre ha habido una dimensión feminista en su obra. ¿Cómo ve ahora el feminismo en la era MeToo?
R. Hay un nuevo feminismo, sin duda. Es un paso adelante, un progreso que veo con optimismo porque toca el mundo entero. En Francia, veo hasta qué punto las chicas de 18 a 30 años ya no reaccionan ni piensan como las mujeres de 50 o las de mi edad. Son críticas y miran el mundo a través de su libertad y sus derechos. Y eso es nuevo. Todo pasa por la criba feminista: salir a la calle, su vida personal, sus elecciones. Las mujeres quieren otro tipo de relación con el hombre, un cambio en su comportamiento. El hombre no es el enemigo, ¡es ridículo decir eso! El feminismo no es contra los hombres, sino para cambiar roles de machos dominantes que juzgan normal servirse de su prestigio o poder para obtener favores sexuales de las mujeres o tratarlas como objetos.
El feminismo no es contra los hombres, sino para cambiar roles de machos dominantes que juzgan normal servirse de su prestigio o poder para obtener favores sexuales de las mujeres o tratarlas como objetos
P. ¿Libros como El acontecimiento son importantes para recordar los derechos que no tenían las mujeres? En Francia el aborto se castigó con penas de cárcel y multas hasta 1975, en España hubo que esperar hasta el 85...
R. Escribí El acontecimiento en 1999 para recordar esa falta de libertad de los años 60. Tenía la impresión de que esa memoria se había borrado completamente. Era un momento en que se debatían los plazos para la interrupción voluntaria del embarazo. Las mujeres tenían acceso al aborto, pero aún pesaba sobre ellas una vergüenza. Y me dije: "pero es siempre igual, no ha cambiado". Aunque tuvo algunas buenas críticas, el libro pasó desapercibido.
P. En cambio, la adaptación al cine se ha llevado este año el León de Oro en la Mostra de Venecia.
R. Sí, [Audrey] Diwan ha hecho un trabajo magnífico. Quedó conmovida, chocada y sacudida por el libro: ¿cómo era posible que se tratara a las mujeres de esa manera?, ¿que ellas mismas tuviesen que someterse a abortos clandestinos? Aunque hay algunas directoras que han ganado en Venecia o Cannes, aún es algo excepcional. Y más con una película así. Creo que es un gran avance para el feminismo.
P. En un momento de su diario, mientras escucha La Marseillaise usted piensa: "Estoy del lado de los revolucionarios, siempre lo he estado". ¿Su literatura tiene también una conciencia de clase?
R. Por supuesto. Es aquí donde creo que puedo hacer algo: mostrando los mecanismos de dominación social, todo lo que suscita un sentimiento de injusticia. Me siento comprometida políticamente, sin pertenecer a ningún partido. Creo que la literatura es el lugar donde soy más útil.
P. En Una mujer escribió una frase que ya es historia de la literatura: "Ella [su madre] servía patatas para que yo esté aquí oyendo hablar de Platón". Y en este diario añade sobre sus padres: "Han vivido y han muerto para que yo asista a una recepción en el Elíseo".
R. [Antes de contestar, hace una pausa y suspira un tanto conmovida al recordar a sus padres] Es mi caso y el de muchos otros... En las sociedades en desarrollo, los padres crían a sus hijos para que sean más educados, más ricos y cultos que ellos, para que tengan más oportunidades. Pero demasiado a menudo hay un gran sacrificio detrás.
En las sociedades en desarrollo, los padres crían a sus hijos para que sean más educados, más ricos y cultos que ellos, para que tengan más oportunidades
P. Cuando usted se mueve en los círculos literarios siempre expresa una cierta incomodidad, recurre a la ironía más mordaz para describir la mundanidad o el esnobismo parisinos.
R. Siempre tengo una mirada crítica y distante hacia los ambientes literarios o elitistas. Hay un cierto malestar, una circunspección. Aunque forme parte de eso, me siento bastante extranjera...
P. ¿Se siente más cómoda en los hipermercados?
R. Sí, allí no me siento nada extranjera, en efecto. [Ríe con franqueza y no cuesta nada visualizarla con su carrito de la compra en el Alcampo de Cergy].
P. El hipermercado no existía como espacio literario hasta que usted escribió su diario-ensayo Mira las luces, amor mío.
R. Los hipermercados están en todas partes, en los pueblos y las periferias. Salvo en el centro de las grandes ciudades. Había un sociólogo que definía como no-lugares los hipermercados o la Renfe. ¡Me escandaliza esa definición! Son lugares vivos, con muchos significados y deseos. Todos los que no han puesto un pie en un hipermercado no conocen la realidad social de la Francia de hoy.
P. ¿Ve a Macron yendo a un hipermercado?
R. Claro que no. Y a su esposa, tampoco. Merkel sí fue al súper... Pero los que hacen la gran política en Francia, no. Los políticos deberían bajar más al hipermercado.
Merkel sí fue al súper... Pero los que hacen la gran política en Francia, no. Los políticos deberían bajar más al hipermercado
P. Hace casi 20 años, publicó un libro de entrevistas bajo el título La escritura como un cuchillo. ¿Escribe usted a cuchillo?
R. En esa época, sentía que la literatura era el cuchillo para sanar, para ir más allá de las cosas. Hay libros que he escrito con cuchillo, pero otros, como Los años, son una visión más compleja e histórica. Es una imagen que me viene de Kafka, de esa frase de "En tu lucha contra el resto del mundo, ponte del lado del resto del mundo". Es como volver un arma contra ti misma. Para mí son las dos cosas: escribir es volver un arma contra mí y contra el mundo.
P. ¿Aún escribe su diario, el que empezó a los 16 años?
R. ¡Siempre! [Hay un punto de orgullo en su voz]. No escribo cada día, pero es importante para mí anotar las cosas, la evolución del mundo. Por ejemplo, cómo veía la pandemia al principio, el confinamiento... No es solo sobre mí, es sobre cómo todos estábamos ante eso que no conocíamos. Mi diario me sirve para dejar una huella, me salva... Sí, eso es: me salva.
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Nota de la Redacción: Esta entrevista con la autora francesa, ahora Premio Nobel de Literatura, fue publicada originalmente el 4 de diciembre de 2021 en el diario español El Mundo. La reproducimos con la autorización del medio.
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