Entrevista
Bacallao más Bacallao es igual a Bacallao
Entrevista
La Habana/Alguien me dijo una vez, cuando le confesé que me gustan las matemáticas y hasta di clases hace más de cuarenta años en un pre, que esa ciencia no es proclive a generar humoristas, pues se supone que la escritura de cualquier género literario necesita del dominio del español, que es antípoda de números, ecuaciones y algoritmos.
A Jorge Bacallao lo utilicé más adelante como el ejemplo perfecto de que se puede ser bueno en ambas cosas. En tantas veces que me ha sacado de mil apuros técnicos, me ha enseñado que en cuestiones matemáticas y computacionales no sé gran cosa, de ahí que de alguna manera equilibré el asunto cuando le propuse editar su primer libro y, con humildad asombrosa, aceptó casi todos mis señalamientos, uno de ellos matemático.
Hoy me demuestra que conversar con él es sumar y multiplicarse.
PREGUNTA.- Surgiste en el humor casi de la nada. ¿A qué se debe que la generación de humoristas de los ochenta no tuvo continuidad en los jóvenes que le sucedieron?
RESPUESTA.- Yo empiezo en el humor en segundo año de la universidad. Ya había visto las peñas universitarias, pero tuve un primer año muy tranquilito, de la casa para la escuela y de la escuela para la casa. Ya en segundo me sumé al movimiento, y a partir de ahí a los artistas aficionados, a hacer humor con cierta frecuencia.
Recuerdo de esa época que era muy complicado dar los pasos hacia hacerse profesional. El trabajo en las peñas era muy sencillo, y a mí me enriqueció muchísimo, pero no había un tránsito hacia el Centro Promotor del Humor, que era el que dirigía el humor institucionalizado.
El boom de los ochenta no fluyó como antes porque estuvo por medio el asunto de la caída del campo socialista y de veinte cosas que sucedieron ahí. Empezó de alguna forma a monetizarse el humor.
De madre que sea yo el que diga que los problemas surgieron cuando se empezó a cobrar, porque soy de pensamiento sumamente liberal, pero en Cuba fue así
De madre que sea yo el que diga que los problemas surgieron cuando se empezó a cobrar, porque soy de pensamiento sumamente liberal, pero en Cuba fue así, el gran boom del humor se dio a través de grupos que hacían cosas prácticamente por deseos de hacerlas y no por dinero, en todos esos grandes espectáculos el móvil no fue ese.
Yo empiezo en una época donde sí se cobraba. Para Silva, para mí y para otros que quedaron en el camino, entrar al Centro Promotor del Humor fue cosa bien complicada, costó muchísimo trabajo. Ya después se ha entrado con muchísima menos calidad que la que teníamos nosotros.
El humorismo que primero se monetizó no fue el mejor. Se empezó a ver en los cabarés un tipo de humor con cortinas musicales, que no es el que más trabajo tiene detrás. Eso dio al traste con el desarrollo paulatino que llevaban los humoristas cubanos, que venía desde el Conjunto Nacional de Espectáculos y todos los grupos que surgieron en una época que llevó multitudes a los teatros.
P.- ¿Nunca pensaste en un proyecto colectivo? ¿Te sientes más cómodo con el monólogo?
R.- Empecé en un proyecto colectivo con un muchacho que se nombra Javier, que estudiaba Cibernética, en un dúo llamado Cola Loca, queríamos que pegara. Trabajábamos en peñas que se hacían en las facultades de Matemática, Filosofía, Artes y Letras… y en Festivales de Aficionados. Escribí incluso un guion con Luis Silva.
Eso duró poco. Me di cuenta de que para mí era algo bastante más serio que para Javier, y ni siquiera hubo necesidad de hablarlo: cada uno cogió por su camino.
Me siento mucho más cómodo con el monólogo. Conozco mis limitaciones. En aquella época, Silva estaba en el Teatro Universitario y aprendió mucho. Me embulló varias veces y le dije que no. He sido siempre más de texto. Hay una parte que se solapa, que es la de estar sobre el escenario, pero yo me refugio mucho más en el asunto de escribir.
La mayor parte del tiempo que he estado trabajando en el humor ha sido en solitario. De hecho todavía, consciente de mis limitaciones como actor, las cosas son muy diferentes cuando escribo para mí que cuando hago un monólogo por encargo, para alguien que sí puede hacer más que yo encima del escenario.
La mayor parte del tiempo que he estado trabajando en el humor ha sido en solitario
P.- Si pudieras escoger, ¿qué medio (el teatro, la televisión, la radio, la escritura) elegirías para expresarte?
R.- Sería terrible tener que escoger, pues a mí me gusta mucho trabajar para el público, haciendo stand-up comedy. Pero si tuviese que elegir, creo que me quedo con la escritura. Puedo saltar de un género a otro, escribir comedias de situación o estos mismos monólogos, sketches para grupos de teatro, monólogos de personajes, guiones. Los he escrito para películas, pero estas no se han hecho. Y me gusta mucho la narrativa.
Lo mejor que hago es adaptarme al medio, entender qué hace falta y desdoblarme para producir eso.
P.- ¿Cuánto ha cambiado la capital desde aquel monólogo que te diera a conocer?
R.- La capital ha cambiado muchísimo. Una de las cosas que me hace sentir más orgulloso de aquel monólogo que escribí es su universalidad, tanto en los temas que trata como en lo que habla de La Habana. Por supuesto, tiene chistes de referencia que ahora mismo no funcionan igual a como funcionaban en el momento en que fueron concebidos, pero apretándole dos tuercas es un monólogo que puede hacerse. De hecho, voy a volver a hacerlo, grabándolo como es debido, porque se grabó, se divulgó y se inmortalizó durante una sesión de pruebas. La versión que empezó a funcionar como definitiva surgió tres o cuatro meses después de aquella grabación que tan popular se hizo. Habrá un quince por ciento del contenido que cambia, para hacerlo mejor monólogo. Mucha gente dirá que lo prefiere tal y como se grabó, puedo entenderlo.
Fui en ese entonces medianamente consciente de lo que estaba haciendo, pero hoy me siento muy satisfecho de haber producido algo así. Lo grabaré ahora en el espacio La risa por delante. Tendré que cambiar muy pocas cosas, porque sigue funcionando. Los mecanismos humorísticos son universales más allá de lo que cambie la sociedad.
La cuenta no da. No da ni como matemático ni como comediante. Tengo la facilidad de poder jugar con eso y utilizarlo para hacer humor
P.- Una pregunta técnica como matemático que eres: ¿la cuenta da o no da?
R.- La cuenta no da. No da ni como matemático ni como comediante. Tengo la facilidad de poder jugar con eso y utilizarlo para hacer humor, pero vivimos en un país donde la cuenta está difícil. Es uno de los problemas más importantes que están en la superficie: que alguien pueda hacer lo que le guste y lo que sabe, y que la cuenta le dé.
Es fundamental para cualquier sociedad que no haya que vivir del invento. Quisiera poder levantarme desde temprano a escribir, pero no puedo, pues estoy obligado a ello.
Con todo y los problemas que tenemos los cubanos, soy un tipo feliz, contento de su trabajo, de su familia, de mi esposa y de mi hijo, de la vida que llevamos, pero reconozco que sería mucho más capaz y mucho más prolífico si tuviera mejores condiciones para trabajar.
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