"Yo escribí 'Tres tristes tigres' en japonés y Cabrera Infante lo hizo en español"
El traductor japonés Ryukichi Terao conversa con '14ymedio' sobre literatura cubana y sus viajes al país de Carpentier y Padura
Salamanca/En la versión japonesa de Conversación en La Catedral, cuando Zavalita y el zambo Ambrosio entran al bar no piden cerveza sino agua mineral. Por un error del abstemio traductor, al cabo de varias horas los personajes de Vargas Llosa acaban igual de borrachos que en el original, pero por culpa, al parecer, de las sales y gases terapéuticos. Descuidos como ese le cuestan la vida a un libro, asegura Ryukichi Terao (Nagoya, Japón, 1971), que ha llevado al japonés a casi todos los libros mayores de la literatura latinoamericana, y al español no pocos clásicos de su lengua. Desde la Universidad de Salamanca, donde participó en un congreso sobre las cartografías actuales de la traducción, Terao conversa con 14ymedio.
Pregunta. ¿Cómo se acercó al español y su cultura?
Respuesta. Empecé por casualidad, a los 18 años, cuando me matriculé en la Universidad de Tokio. Después de que me aceptaron, tuve que hacer todos los trámites en dos días. En medio de esa confusión elegí, sin pensarlo mucho, el español como lengua extranjera. Luego descubrí que tenía en el programa cinco horas semanales de español. Fue toda una sorpresa, pero parece que me fue bien. Cuando terminé el tercer año me dieron una beca en México y viví allí en 1992. También viajé a Cuba y he vivido en Colombia y Venezuela. Aprendí no solo el idioma, sino también la cultura y la política de Latinoamérica.
"Cabrera Infante ofrece una incoherencia coherente y hace muchos juegos de palabras"
P. ¿Qué libro le ha costado más trabajo traducir?
R. Quizás Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante, porque es muy fragmentario. No es un texto fácil, pero fue un proceso muy divertido y gratificante en comparación, por ejemplo, con el tiempo que pasé traduciendo Noticias del imperio, de Fernando del Paso, a veces muy aburrido. En cambio, Cabrera Infante ofrece una incoherencia coherente y hace muchos juegos de palabras. Pero es que en japonés también gustan mucho los juegos de palabras, así que tuve que confeccionar mis propios chistes. Por ejemplo, en la novela aparece un palíndromo, “amor a Roma”. Yo lo tuve que traducir con una frase japonesa espectacular, que equivale a “Me gustaría ser homosexual también en Italia”.
P. A Cabrera Infante le hubiera encantado la solución…
R. Se hubiera reído. La propia viuda del escritor, Miriam Gómez, solicitó que yo fuera el traductor de Tres tristes tigres. Me sentí atrapado, pero disfruté mucho la tarea de ese libro. Siempre sucede así: yo no busco libros, los libros son los que me buscan. Normalmente, traduzco unas mil páginas al año.
P. Usted visitó Cuba en 1993. ¿Qué impresión se llevó?
R. Fue mi primera visita, en pleno Período Especial. Me acuerdo bien porque el viaje salía muy barato, regalado. Unos 150 dólares por una semana en un hotel de lujo, incluyendo el transporte y el avión. Entonces yo vivía en México y fui con unos amigos. Allí llegué a conocer a Eliseo Alberto, hijo del poeta cubano Eliseo Diego, de quien leí Caracol Beach, una novela que por cierto no me gustó. Volví a Cuba después del deshielo con Washington. Había más turistas y más hoteles. La zona de El Vedado me pareció muy alegre.
P. ¿En qué otros autores ha trabajado?
R. De Leonardo Padura traduje El hombre que amaba a los perros. Sergio Ramírez, a quien vi hace unos días en Madrid, inauguró con Sombras nada más una colección muy buena de literatura latinoamericana en Japón, que ya tiene 32 grandes obras publicadas. A Ramírez lo conocí en Nicaragua, cuando él tenía libertad de movimiento. Él disponía de un chofer, porque Managua no es una ciudad muy segura que digamos. También los novelistas Juan Villoro y Juan Gabriel Vázquez son buenos amigos. Hay autores populares en Japón que en el ámbito de la literatura en español están olvidados, como José Donoso. He traducido, además, a varios premios Cervantes –existe una colección dedicada a ellos en Japón–, como Ernesto Sabato y Mario Vargas Llosa.
P. ¿Son populares los escritores del boom en Japón?
R. Sin duda. La traducción de Cien años de soledad fue muy leída y se han vendido al menos un millón de ejemplares, cosa rara en un libro extranjero. Provocó cierto fervor en los lectores expertos como Kobo Abe, que le hizo un elogio. En la década de 1980, varias editoriales japonesas especializadas en manga, como Shūeisha, comenzaron a divulgar la literatura latinoamericana. La revista Jump, que publica series tan famosas como Dragon Ball Z, tuvo un gran éxito y empezó a buscar maneras de reinvertir la ganancia. Así encargaron la traducción de 18 grandes títulos, entre ellos Ficciones, El señor presidente o El otoño del patriarca, aunque dejaron fuera a Tres tristes tigres y Paradiso, de Lezama Lima. De cierta manera, se puede decir que la literatura latinoamericana se dio a conocer en Japón gracias al manga.
"De cierta manera, se puede decir que la literatura latinoamericana se dio a conocer en Japón gracias al manga"
P. ¿Cómo recibe esos clásicos el lector japonés?
R. Muy bien, pero ahora hay que corregir y adaptar muchas traducciones erróneas. Algunos, cuando una idea era compleja o no la entendían, tendían a alargar el texto. Hoy en día, los traductores tienen un mejor conocimiento del español y las editoriales se preocupan mucho por la calidad del texto. Eso ha llevado a un aumento de los lectores de literatura latinoamericana, que ya superan a los de literatura francesa o alemana.
P. ¿En qué está trabajando ahora?
R. Otra vez con Padura. Su última novela, Como polvo en el tiempo, es bastante extensa. También en un policial escrito por Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, Los que aman, odian. Por otra parte, estoy con un proyecto de investigación sobre las editoriales que publicaron las novelas del boom, como Sudamericana.
P. ¿Piensa escribir ficción?
R. Lo he intentado, pero no sale nada. Además, como digo muchas veces en broma, yo escribí Tres tristes tigres. ¿Qué más? Cabrera Infante habrá escrito esa novela en español, pero fui yo quien la escribió en japonés.