José Daniel Ferrer desafía a sus carceleros: "Ustedes serán procesados judicialmente en el futuro"

El opositor conversa con '14ymedio' el mismo día de su excarcelación

José Daniel Ferrer, tras su excarcelación, con su familia: su esposa, Nelva Ortega, y sus hijos Daniel José y Fátima.
José Daniel Ferrer, tras su excarcelación, con su familia: su esposa, Nelva Ortega, y sus hijos Daniel José y Fátima. / 14ymedio/Cortesía
Reinaldo Escobar

17 de enero 2025 - 17:44

La Habana/El teléfono ha estado ocupado toda la tarde. Desde que este jueves el opositor José Daniel Ferrer fue excarcelado de la prisión de Mar Verde, en Santiago de Cuba, no ha parado de dar entrevistas. Finalmente, escucho su voz al otro lado. Tiene el mismo tono firme y amable que recordaba. Los calabozos y los maltratos no parecen haberle arrebatado ni la energía ni la cordura. Empezamos a hablar como si ayer mismo hubiéramos dejado en pausa esta conversación que comparto con ustedes.

"Lo que siento ahora mismo es algo de pena por no haber podido atender a todos los que han querido hablar conmigo", reconoce, superado por las tantas llamadas. Salir de prisión es una experiencia avasalladora, los sonidos dejan de ser solo los chirridos de las rejas y empezar a ser también las voces familiares; la luz cambia y ya no son sombras, sino destellos que enceguecen, y el propio cuerpo todavía no sabe cómo moverse, aunque el espacio resulte tan cercano como la propia casa. El veterano opositor ha experimentado esas sensaciones muchas veces, pero no dejan de sacudirlo.

A Ferrer le han dado la bienvenida no solo sus familiares y vecinos sino también el apagón. "Ahora estoy con una lámpara recargable porque poco después de que llegué se fue la corriente eléctrica". La Cuba que ha encontrado a este lado de los muros del centro penitenciario es un país mucho más deteriorado económicamente y también con menos horas de suministro eléctrico. "Aun así, a pesar de todo, ya he podido darle un abrazo a algunos hermanos de lucha, físicos y virtuales, a través de internet", advierte el incombustible líder de la Unpacu.

Aunque los días en cautiverio estuvieron llenos de malos momentos, Ferrer cuenta también cómo el humor le sirvió para descolocar a los carceleros

Aunque los días en cautiverio estuvieron llenos de malos momentos, Ferrer cuenta también cómo el humor le sirvió para descolocar a los carceleros. "Una vez escuché en la Mesa Redonda que el ministro de la Agricultura quería mejorar la producción de huevos con más trabajo político e ideológico sobre los trabajadores del sector". Cuando los guardias lo abordaron aquella jornada, no pudo faltar la ironía incisiva por parte del disidente: "Ya oyeron que las gallinas tienen que entender que aunque no haya pienso deben poner huevos". El rostro largo de los militares fue la única respuesta.

A cada rato de esta conversación se escucha la voz de un niño pequeño al otro lado del teléfono. El hijo de Ferrer, Daniel José, reclama la atención de un padre con el que ha pasado muy poco tiempo debido a los rigores de la cárcel y al aislamiento al que estuvo sometido el prisionero político. "Ahora voy", le advierte el padre y sigue intercalando frases sobre su tiempo tras las rejas mientras atiende las demandas del pequeño de cinco años. Se le puede imaginar con el móvil en una mano y algún carrito de juguete en la otra, tratando de distraer al pequeño.

Su hija Fátima, de 20 años, también se ha trasladado desde la comunidad de Palmarito para el recibimiento del padre. Con la parte de la familia exiliada en Estados Unidos ha podido hablar solo en parte. Ya conversó con su hermana Ana Belkis Ferrer, que mantuvo durante este tiempo un reporte actualizado sobre lo que vivía Ferrer en la cárcel, las visitas familiares negadas y el deterioro de su salud. "Todavía me falta hablar con mi hermano, mi madre y mis otros hijos, pero ya lo haré, ya lo haré", asegura. 

"Cuando llegué a mi casa me dio tal subidón de adrenalina que llegué a pensar que tenía 18 años"

"Cuando llegué a mi casa me dio tal subidón de adrenalina que llegué a pensar que tenía 18 años", reconoce, aunque también recuerda que debe evitar esos golpes de entusiasmo porque tiene problemas con la tensión arterial y necesita medicarse con Enalapril para controlar los picos de presión. "Ya la adrenalina volvió a su lugar y vuelvo a tener 54 años", advierte. Su cuerpo, golpeado por el encierro, la mala alimentación y la falta de luz solar pone ahora la pauta, marca el paso.

En el libro que escribió el comandante Huber Matos tras salir de prisión, donde pasó 20 años por denunciar la deriva comunista del régimen de Fidel Castro, contó una escena en la que se levantaba para ir al baño y se topaba, por primera vez en dos décadas, con un espejo que le mostraba su cuerpo completo. En las páginas de Cómo llegó la noche, el ex prisionero político describía la sorpresa de ver a un hombre encanecido y avejentado que lo miraba a los ojos. Ferrer está descubriendo también ahora su imagen, precisando los contornos que el calabozo difuminó, recomponiendo visualmente su anatomía.

A pesar de los maltratos, para sus carceleros tuvo en su última jornada en la cárcel palabras cargadas de proyecciones futuras. "A ustedes también les conviene la democratización de Cuba", les dijo antes de irse y añadió un guiño cómplice y cargado de ironía que los guardias no esperaban: "Voten por mí para la presidencia porque yo sé que a ustedes el salario no les alcanza y están pasando por muchas dificultades".

"Sé que ustedes tienen que trabajar por la izquierda para sobrevivir", siguió explicándoles el opositor

"Sé que ustedes tienen que trabajar por la izquierda para sobrevivir", siguió explicándoles el opositor, a la par que hacía con la mano el gesto que en las calles cubanas se utiliza para el acto de robar y desviar recursos del Estado. En una cárcel, desde el jefe, pasando por los carceleros y hasta los trabajadores más abajo en la escala sustraen alimentos y otros recursos destinados a los reos para apuntalar su día a día. Esa verdad, tan grande y sólida como los muros de una prisión, no pueden negarla, así que el silencio se extendió tras las palabras de Ferrer.

"Acaba de irte para tu casa", casi le suplicaron los oficiales ante la diatriba del disidente. Un preso incómodo debe ser peor que una piedra en el zapato para unos militares que no están acostumbrados a que les lleven la contraria a que les adviertan de que el régimen que sostienen con sus armas y sus uniformes puede caer como un frágil castillo de naipes en cualquier momento. Los esbirros deben creer que su impunidad es eterna porque imaginar un futuro en el que rindan cuentas los pone a ellos ante otro espejo, el de la responsabilidad.

"Los días que me iban a dar alguna golpiza, sacaban del entorno al oficial de más alto rango de Mar Verde, para que luego yo no pudiera decir que él estaba al tanto de esos maltratos", recuerda. "Ayer él me decía que me acabara de ir con mi mujer y con mi hijo, que no siguiera protestando". Pero Ferrer se lo tomaba con calma y quería dejar claro que no aceptaba ningún chantaje vinculado a la excarcelación de presos políticos tras las conversaciones entre el régimen cubano y el Vaticano, en paralelo al anuncio hecho por las Administración de Joe Biden, en EE UU, de excluir a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

"Quiero mis cosas, mis libros, mis escritos, mis versos", reclamó el prisionero. "Estaba escribiendo cuartetas, hace unos días terminé la primera parte de una que era sobre los alardosos, esa gente que dice tener un coraje que no tiene, decía: ‘Juan, en un bar de La Habana/ bajo el efecto del ron/ sin arma, mata a un león/ en la sabana africana’". Justo la noche antes de la excarcelación Ferrer había terminado la última estrofa: "Juan, ya sin la borrachera/ con solo ver a una ratón/ se le agita el corazón/ y corre La Habana entera". 

"Ayer él me decía que me acabara de ir con mi mujer y con mi hijo, que no siguiera protestando"

"Cuando me levanté este jueves, una de mis fuentes dentro de la cárcel me advirtió que Mar Verde estaba llena de jefes de todo Santiago de Cuba, ‘también están los de la Seguridad del Estado y se está comentando que tú te vas en libertad, están en esos preparativos’". Poco después le informaron de que era una "libertad condicional", a lo que Ferrer se negó: "No acepto condiciones, me pueden hacer todas las advertencias que quieran pero yo no las cumplo".

El preso les espetó un mensaje desafiante: "Ustedes van a ser procesados judicialmente en el futuro y serán condenados por todo esto, pero les puedo asegurar que no van a tener que enfrentar ni el hambre, ni las chinches ni la tuberculosis que tenemos que padecer los prisioneros políticos en Cuba". Finalmente "me botaron de ahí, no me dejaron recoger ni el cepillo de dientes, ni las fotos familiares, ni mis libros, nada".

Afuera, lo esperaba su esposa Nelva Ortega Tamayo y su pequeño hijo. Para ella solo tiene palabras de agradecimiento. "Ha atravesado momentos muy difíciles mientras yo estaba en prisión: perdió a su madre y recientemente también murió su abuela", añade Ferrer. "Es una de las cosas más difíciles de estar preso, esa impotencia de no poder estar al lado de los seres queridos en los momentos más complicados que ellos viven para darles ánimo y apoyarlos". 

Ahora, Ferrer planea una visita a La Habana, donde tiene una hija que no ve desde antes de la llegada de la pandemia. El último tramo de la conversación es para recordar nuestro tiempo de encuentro como amigos. Una pizza comida en compañía, un abrazo dado con apuro, unas risas entre testimonios personales. "Nos vemos, mi hermano", cierra la charla, como si la hubiéramos dejado en pausa unas horas antes y este jueves solo la retomáramos para ponernos al día con los últimos detalles: las novedades a las que siempre se suman anécdotas, proyectos de futuro y hasta versos.

También te puede interesar

Lo último

stats