“A mi padre le debo el odio al autoritarismo que él encarnaba”
El escritor Mario Vargas Llosa conversa sobre literatura, democracia y América Latina en la segunda parte de una entrevista con 14ymedio
Madrid/Durante la conversación mantenida con el escritor y Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en su casa de Madrid, hablamos de su pasión por Cuba y su decepción con el mito revolucionario tal y como reflejamos ayer en la primera parte de esta entrevista. Hoy, comparto con los lectores el resto de este diálogo, centrado en la democracia, la literatura y América Latina.
Pregunta. ¿Cómo ve ahora mismo la salud del modelo democrático y de las libertades ciudadanas en América Latina?
Respuesta. Si lo comparamos con el ideal, claro tendemos a deprimirnos. Pero si comparamos América Latina desde el punto de vista democrático con lo que ha sido hasta relativamente hace pocos años, hay un progreso considerable.
Cuando yo era joven América Latina era una hilera de dictaduras y las democracias como Chile y Costa Rica eran realmente la excepción a la regla. Eso ha cambiado radicalmente hoy en día, ya prácticamente no hay dictaduras militares. Hay una dictadura. que es la de Cuba; una cuasi dictadura, que es Venezuela, y después democracias que son muy imperfectas. Se encuentran distintos grados de calidad y hay algunas democracias latinoamericanas que son muy elementales y otras más avanzadas. Sin embargo, la tendencia democrática predomina sobre la tradición autoritaria que fue tan fuerte en nuestros pueblos.
Mi impresión es que eso no es casual, se debe a que hay consensos sobre la democracia muchísimos más amplios que en el pasado. Existe una derecha que ha aceptado que la democracia es preferible a la dictadura, que da más garantías institucionales, para la propiedad y para la empresa. Tenemos además una izquierda que tampoco era democrática, que ha ido aceptando –o resignándose- a la democracia. Lo que explica casos como el de Uruguay, donde una izquierda muy extrema toma el poder y, sin embargo, la vía democrática funciona, la libertad de expresión funciona, incluso funciona la economía de mercado. Eso explica también el fenómeno de La Concertación en Chile, que respetó los preceptos de la democracia y no cambió la política económica de la dictadura, porque dio buenos resultados. La Concertación respeta ese modelo pero amplía de la libertad económica a la libertad política, lo que trae a los chilenos un período extraordinario de prosperidad y bonanza.
Esa tendencia hacia la democracia va a continuar, con altibajos, pero difícilmente habrá un retroceso que restablezca la tradición autoritaria que fue tan catastrófica para América Latina.
P. ¿Cómo incluye usted el caso de Perú?
R. Los peruanos hemos tenidos muchas dictaduras a lo largo de nuestra historia. Si hago un balance desde mi nacimiento hasta la fecha, probablemente hemos vivido más dictaduras que gobiernos democráticos. Quizás la gran diferencia es que las últimas dictaduras que nosotros hemos tenido, desde la del General Velasco Alvarado hasta la de Alberto Fujimori, tuvieron consecuencias tan catastróficas que de alguna manera han vacunado a parte de la población contra la idea de que una dictadura es lo más eficiente para traer prosperidad económica o para alcanzar la justicia social.
Nosotros hemos vivido dictaduras de derecha y de izquierda y han traído una corrupción generalizada o un empobrecimiento atroz del país, como durante la época de Velasco, que fue una dictadura militar más bien de izquierdas, o con el primer período de Alan García, que no fue una dictadura pero fue un gobierno populista, que con sus nacionalizaciones y su desafío a todos los organismos internacionales empobreció al país bárbaramente. Finalmente la dictadura de Fujimori, que ha sido probablemente la que más ha robado. Una investigación de la Defensoría del Pueblo calculó en 6.000 millones de dólares más o menos lo que robó y sacó al extranjero el régimen de Fujimori. Para un país pobre como Perú, eso es notable.
Todo eso hace que cuaje, a partir del año 2000, un consenso que en Perú no había habido a favor de la democracia política y la libertad económica. Consenso a favor de la democracia política había habido en algunos períodos, pero de libertad económica no había habido nunca. Hoy en día por primera vez lo hay. Ese consenso ha traído al Perú unos 15 años tan buenos, tan prósperos, que mi esperanza es que eso dure hasta que llegue a ser irreversible. Aunque la verdad es que nada es irreversible, como ha demostrado la historia moderna.
"La literatura era una forma indirecta de resistir a la autoridad de mi padre haciendo algo que él detestaba y que él quería eliminar de mi vida"
P. En el prólogo de un poemario para niños escrito por José Martí, él afirma "Hijo, espantado de todo me refugio en ti". ¿En su caso, se habrá espantado tanto de la realidad como para encontrar refugio en la literatura?
R. Sí, la literatura fue mi refugio cuando yo era niño, cuando conocí a mi padre con el que tuve una relación muy difícil. Lo conocí cuando tenía 11 años y era una persona muy autoritaria que me aisló prácticamente de mi familia materna, con la que yo había vivido el "paraíso" prácticamente. Mi padre era muy hostil a mi vocación literaria. Apenas la descubrió, él pensó que eso era un fracaso terrible en mi vida. A él le debo muchas cosas: haber descubierto el miedo y haber descubierto el odio al autoritarismo que él encarnaba. La hostilidad de mi padre a mi vocación literaria hizo que yo me aferrara a esa vocación y que encontrara en ella un refugio, una manera distinta de vivir esa vida de miedo que yo tenía en la casa de mis padres, por culpa de mi padre.
Eso lo veo ahora, en esa época no lo veía. La literatura era una forma indirecta de resistir a la autoridad de mi padre haciendo algo que él detestaba y que él quería eliminar de mi vida. Escribir se convirtió en algo más importante, más trascendente, más íntimo que lo que había sido. Hasta entonces, era como una especie de juego en el que mi familia materna me celebraba. Con mi padre era un riesgo escribir poemas y "cuentecitos", pero a la vez era una manera de defender la libertad y la autonomía que yo perdía ante él.
Sí, en mi juventud la literatura fue un refugio, pero en mi vida la literatura ha sido para mí mucho más que eso. En la literatura podemos vivir aquello que en la propia vida no podemos experimentar. Somos seres dotados de imaginación y de deseos, eso nos hace eternos insatisfechos porque nunca la vida va a darle a nadie todo aquello que desea. Quisiéramos vidas más diversas, más ricas y más intensas que la que tenemos. Para eso hemos inventado la literatura, para eso existen las ficciones, para compensarnos de lo limitada que es nuestra vida.
Así que la literatura es refugio, pero también la posibilidad de completar esas vidas incompletas que estamos obligados a tener. Sin embargo, la literatura es mucho más que eso, porque a la vez que aplaca ese apetito de experiencias distintas, lo atiza, atiza la necesidad que se traduce en mayor insatisfacción. Si leemos mucho nos convertimos en seres profundamente insatisfechos con el mundo tal y como es. Nada nos hace descubrir de una manera tan vívida, tan persuasiva, que el mundo está mal hecho y que es insuficiente para satisfacer las aspiraciones humanas como la buena literatura.
"Para eso hemos inventado la literatura, para eso existen las ficciones, para compensarnos de lo limitada que es nuestra vida"
Cuando se sale de la lectura de una gran novela, como El reino de este mundo de Alejo Carpentier, o de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez o de un cuento de Jorge Luis Borges, ¿qué cosa descubres? que la realidad es muy pobre comparada con esa realidad maravillosa que te ha hecho vivir, con esa fantasía, esa lengua. Eso nos hace seres insatisfechos y seres rebeldes, que queremos que el mundo sea mejor que como es y ese es el motor del progreso. Lo que hace que el mundo haya ido evolucionando, que hayamos salido de las cavernas y que hayamos llegado a las estrellas. La literatura es un extraordinario estímulo para la insatisfacción y la rebeldía, también una crítica permanente contra lo existente. Si no hubiera esa crítica y esa insatisfacción hacia lo existente, la literatura no existiría.
P. ¿Entonces la literatura es culpable de muchas insatisfacciones?
R. Yo creo que sí y la mejor prueba de eso es que todos los regímenes que han tratado de controlar la vida de la cuna a la muerte, lo primero que han hecho es tratar de controlar la creación literaria. Tratan de someter a la ficción, porque han visto un peligro en esa libre creatividad que la ficción significa. Dictaduras religiosas, dictaduras ideológicas, dictaduras militares... lo primero que hacen es establecer sistemas de censura. Yo creo que no se equivocan, porque de alguna manera la literatura es una fuente de sedición, discreta e indirecta, pero una fuente de sedición.
P. Preside la Fundación Internacional para la Libertad (FIL). ¿Cómo evalúa el trabajo de la fundación? ¿Siente que ha arado en el mar?
R. No sé si ha tenido el efecto que hubiéramos querido tener. De hecho existe, llevamos doce años, hemos hecho muchísimas conferencias, seminarios, difundiendo las ideas liberales. Defendemos la democracia, pero dentro de la democracia defendemos la doctrina liberal, contra la que hay muchos prejuicios. Incluso la palabra liberal ha sido satanizada y esa es una gran victoria de la izquierda más dogmática, haber convertido a la palabra "liberal" en una mala palabra, como asociada a la explotación, a la injusticia, a la dictadura.
La tarea de la Fundación Internacional para la Libertad es combatir esa satanización de la doctrina liberal y difundir la cultura que ha traído las mayores reformas y transformaciones a la sociedad desde la creación de la democracia, de la idea de los Derechos Humanos, de la idea del individuo como el pilar de la sociedad, dotado de unos derechos y deberes que deben ser respetados y ejercidos con plena libertad. Ese es el tipo de ideas que queremos difundir y ¿hasta qué punto lo hemos logrado? Algo hemos hecho y creo que sería peor si no hiciéramos las cosas que hacemos, aunque sean insuficientes.