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Nelson Gudín: el amor y el tiempo

Entrevista

"Creé un mundo que se nombra El Callejón del Tarro, un barrio donde todos los hombres son traicionados, y las mujeres van y vuelven"

Gudín asegura que su humor se hizo "incómodo", y fue censurado en el teatro y la televisión. / Nelson Gudín/Facebook
Jorge Fernández Era

23 de febrero 2025 - 13:31

La Habana/ A comienzos de la década de los noventa, el grupo humorístico Nos y Otros ensayaba en La Madriguera, Quinta de los Molinos. Un día llegó un guajiro acompañado de un socio. Pidió viéramos las cosas que hacía. Era un tipo que, sin complejos, revelaba la naturalidad de los campos cubanos con una sensibilidad y poesía impresionantes. Verlo después en el teatro y compartir fue una fiesta.

Años más tarde tocó la puerta de mi oficina de subdirector de la Editorial José Martí. Venía a quejarse de las correcciones que había hecho de su libro una editora con talento, pero escaso sentido del humor. La convencí de que me autorizara a asumir la edición casi desde cero. Cuentos de San Apapucio fue el primero de los libros de Nelson Gudín que a partir de entonces me atreví a trabajar, luego me ha confiado otros. Mi admiración por él creció, la amistad ni decir.

Hoy converso con él mar por medio, pero otra vez cerca. 

Pregunta. Eres un caso curioso en la generación de humoristas que surgió en la Isla en los ochenta. Abordas lo campesino desde el respeto, sin ridiculizarlo.

Respuesta. Vengo de lo campesino. Nací en Durán, un pueblo de la Sierra Maestra que pertenece a Pilón. Asumo mi condición, no podría burlarme de ello ni verlo como folclor. Lo siento así, como compromiso hacia mis tíos, mis hermanos, mis amigos, mi origen.

De muchacho, oía lo gracioso e irónico del campesino. No es fingido: Urbinito soy yo, representa lo que me rodeó casi toda la vida

De muchacho, oía lo gracioso e irónico del campesino. No es fingido: Urbinito soy yo, representa lo que me rodeó casi toda la vida.

P. Por la raigambre machista de los cubanos, el tema de la infidelidad es casi tabú, salvo cuando se habla de los demás. Sin embargo, tú lo haces en primera persona del singular. ¿Te desaprueba el sindicato de tarrús?

R. Es un tema que se las trae. Recibo muchos comentarios. Hay gente que dice: “No hables más de eso, coño, me tienes cansado”. Debe ser que se sienten aludidas.

El humor es para alegrarse. Defiendo la idea de que se puede hablar de temas complicados, la política uno de ellos. Con la infidelidad pasa como con los hijos: uno no quiere que los inyecten, pero necesitan curarse. Es un tema universal, te sirve en todas partes. En Oriente trabajaba de lunes a lunes, imagina cuánto podía nutrir mi repertorio. Cuando llegué a La Habana, de poco me servía, era muy local. Las infidelidades me salvaron y me dieron trabajo en la capital.

En Miami creé un mundo que se nombra El Callejón del Tarro, un barrio donde todos los hombres son traicionados, y las mujeres van y vuelven. Hay gente a las que le gusta y hay gente que no, pero me divierto sin problemas. En algún momento de la vida, todos hemos sido traicionados por novias, esposas, amigos o personas que queremos mucho. Lo miro desde ese ángulo: la traición existe en todas partes. Desde los lugares que menos te imaginas (Dominicana, Puerto Rico, El Salvador, Honduras…) mis seguidores me escriben, y a mis presentaciones asiste gente interesada en ese y otros temas. Pero el de los tarros me ha traído algunos detractores. Es parte de la vida.

P. De tener que elegir, con quién te quedarías: ¿el Nelson poeta, el Gudín cuentista o el Bacán actor?

R. Para mí son indispensables el poeta, el actor, el cuentista, uno compensa a los otros. Pero si insistes y tengo que quedarme con alguno, tal vez elijo el poeta, en mi poesía es donde quizás soy más yo. Mi forma esencial de pensar, mi concepción de la vida, de los conflictos y del mundo, mi mirada hacia los acontecimientos y hacia la filosofía de existir están en mis poemas más que en el humor, aunque se me conozca por este último.

Para mí son indispensables el poeta, el actor, el cuentista, uno compensa a los otros

Como humorista intento ser auténtico. El humor se prepara y se concibe, uno tiene sus trampas y mañas para armar el chiste y saber cómo y dónde funcionará mejor. La poesía parte de un sentimiento muy profundo, de una mirada única, si no todos los poetas dijeran lo mismo. Soy capaz de abstraerme. Incluso en mi narrativa creo mundos y, en el humor, barrios, pueblos, países…

El poeta lo hace con dimensión humana. Me gusto como poeta.

P. Congeniaste durante años tus actuaciones en Cuba con las de Miami, hasta que no regresaste más. ¿Cuán fácil o difícil fue esa decisión?

R. Un día tuve que sacar un documento. Resultó que había venido veintitrés veces a Estados Unidos, con propuestas en canales de televisión y temporadas largas. Nunca tomé esa decisión, pues soy de allá, cubano y campesino, dependiente de mis pequeñas cositas. Puedo soportar ciertas escaseces, soy una persona austera, mas no vine en busca de cosas materiales.

Mi manera de hacer humor se hizo incómoda, me censuraron algunos espectáculos en el teatro y en la televisión. Me resistí a creer que estuviera vetado, hasta que la vida me lo demostró y ya nada tenía que hacer en Cuba. Me llegó una oferta de actuar en un programa, es lo que sé hacer mejor. Viajé con la decisión de quedarme y el dolor que implicaba eso. Se quedaban mis hijos, mi esposa, mi familia, mi mundo, mi vida, todo. No tuve otra opción. Decidí hacerlo viejo, lleno de achaques, pero en Cuba me pondría viejo igual, son cosas en las que no vale la pena pensar. Tengo sueños, lucho, soy una persona disciplinada, le cojo el gusto al transitar de la vida, que gracias a Dios me ha ido premiando.

Quisiera vivir en Cuba, en lo mío, tal vez hasta en Pilón, mas uno tiene que enfrentar lo que le toca. Emigrar es un acto de valentía muy grande

Fue terrible, muy duro. Te enfrentas a otro idioma, costumbres, diseño social. Los problemas cambian. No me arrepiento de haberlo hecho. Quisiera vivir en Cuba, en lo mío, tal vez hasta en Pilón, mas uno tiene que enfrentar lo que le toca. Emigrar es un acto de valentía muy grande. Parece que soy un hombre valiente.

P. ¿Existe o no la nostalgia? ¿Pudieras resumirlo en una o dos décimas?

R. El lugar donde nací se quedó en el tiempo. Lo que amaré de allí es la nostalgia. El pueblito, el barrio y los paisajes no son los mismos, el Pilón que quise ya no existe. Queda la imagen amorosa de mis recuerdos. Los lugares, más que espacio físico, son imágenes de esos tiempos.

Desde La Habana salía a provincias y me desesperaba por volver. Al llegar, sentía de nuevo que estaba en mi espacio. Se repite con Miami, me voy a trabajar a otros estados y trato de regresar pronto. Amo profundamente esta ciudad, como amo profundamente a Cuba. El amor es un poco el tiempo, y no regresa.

El mundo de mi niñez / era un mundo tan sencillo, / que con solo andar el trillo, / tenía el mundo a mis pies. / El mundo cambió después / cuando cambié de tamaño. / Lo cierto es que cada año / se hizo el trillo carretera, / y ahora paso y no hay manera / de hallar el mundo de antaño.

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