La aventura turca en Libia, un intento de recuperar posiciones geopolíticas
El Parlamento turco aprueba el envío de tropas al país para hacer frente al eje formado por Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, que apoyan al general rebelde libio Jalifa Hafter
Estambul/ Agency Orquidea - 1 x 1 (EFE).- El envío de tropas a Libia, aprobado este jueves por el Parlamento de Turquía, aparece como un movimiento de ajedrez geopolítico de Ankara para frenar su progresiva pérdida de influencia en el Mediterráneo oriental.
Especialmente se trata de hacer frente al eje formado por Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU), países que apoyan al general rebelde libio Jalifa Hafter.
Turquía se ha situado desde el principio del lado del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), creado en 2015, ubicado en Trípoli, dirigido por Fayez Sarraj y reconocido por Naciones Unidas, pero cada vez más débil ante el avance de las milicias de Hafter, respaldado también por Rusia y Francia.
Es la primera intervención militar turca en un país no limítrofe desde la invasión de Chipre en 1974. Desde entonces, los soldados turcos solo han combatido de forma esporádica en el norte de Irak contra la guerrilla kurda y, desde 2016, en el norte de Siria.
No creo que el Gobierno haya calculado las consecuencias. Es un movimiento dentro del marco de sus alianzas regionales: Catar, Sarraj... pero dirigido más bien al público turco, para consolidar su poder"
En un reciente artículo, el analista turco Burhanettin Duran, coordinador del centro de análisis SETAV, cercano al Gobierno turco, asegura que el objetivo es frenar la ofensiva de las milicias rebeldes, evitar la caída de Trípoli, y equilibrar la balanza de las fuerzas para poder iniciar un alto el fuego y una negociación que desemboque en una solución política.
Pero todo ello es muy arriesgado, opina en conversación telefónica con Efe el analista Rasit Kaya: "No creo que el Gobierno haya calculado las consecuencias. Es un movimiento dentro del marco de sus alianzas regionales: Catar, Sarraj... pero dirigido más bien al público turco, para consolidar su poder".
Podría pensarse que, en un escenario dominado por milicias, en el que los combates se llevan a cabo con armas automáticas y lanzagranadas, la entrada de una potencia militar como Turquía, equipada con fragatas, cazabombarderos, tanques, blindados y drones, y que dispone del segundo mayor ejército de la OTAN (477.000 hombres), traería un cambio sustancial.
Sin embargo, los más de 1.300 kilómetros que separan las costas turcas de Trípoli suponen un serio obstáculo. Los 240 cazas F-16 turcos no pueden realizar vuelos de combate a Libia; deberían despegar de una base en país africano, lo que aumenta la vulnerabilidad de la misión. Turquía tampoco dispone de portaaviones.
Erdogan ha justificado la intervención en Libia señalando que allí ya combatió Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la República turca, en 1911, cuando grandes partes de África del Norte formaban parte del Imperio otomano.
La entrada de una potencia militar como Turquía, equipada con fragatas, cazabombarderos, tanques, blindados y drones, y que dispone del segundo mayor ejército de la OTAN, traería un cambio sustancial
Aunque nunca ha propuesto formalmente un cambio de fronteras, el presidente turco sí ha expresado muchas veces la idea de que la Turquía actual debe actuar como potencia protectora de la población, especialmente la islámica, en los territorios perdidos a inicios de siglo XX: Irak, Siria, la Península Arábiga y parte de los Balcanes.
En el tablero de Oriente Próximo se han ido cristalizando dos bloques: el que persigue al movimiento de los Hermanos Musulmanes (aunque incluye regímenes islamistas) y el que lo respalda. El primero está encabezado por Egipto y por Arabia Saudí.
En el otro están Catar, Turquía y, desde las elecciones de octubre pasado, Túnez.
Precisamente, la visita sorpresa de Erdogan a Túnez, el pasado día de Navidad, fue un paso más para reconstruir un eje enfrentado al de Riad y El Cairo. Tras su reunión con el presidente tunecino, el islamista Kaïs Saied, Erdogan declaró que buscaba una cooperación para "estabilizar Libia".
Días antes de aprobar el primer memorándum de cooperación militar con Libia, el mes pasado, el Parlamento turco sancionó un acuerdo con Libia que fija los límites de la zona económica exclusiva (EEZ) entre ambos países.
Se trata solo de una treintena de kilómetros en el Mediterráneo, al sureste de Creta, pero ha servido para que Turquía formalmente declare sus aspiraciones, en detrimento de Grecia y Chipre.
Por una parte, Turquía busca garantizarse el acceso a parte de los yacimientos de gas natural en el mar de Chipre, por otra intenta obstaculizar el desarrollo de las infraestructuras para que el gas chipriota e israelí pueda llegar a Europa, ya que tiene en marcha importantes proyectos que competirían por el mismo mercado.
Los últimos pasos dados por el Gobierno turco en esta contienda han tenido lugar poco antes de la firma, prevista para hoy en Atenas, de un acuerdo para el tendido del gasoducto submarino EastMed (Mediterráneo oriental), que conectará las reservas de gas de Israel con Chipre, Grecia e Italia.
Turquía busca garantizarse el acceso a parte de los yacimientos de gas natural en el mar de Chipre, por otra intenta obstaculizar el desarrollo de las infraestructuras para que el gas chipriota e israelí pueda llegar a Europa
Ankara tiene interés en que las tuberías en su territorio sean parte de un corredor clave para el suministro energético al rico mercado europeo, algo que dejó claro ayer el vicepresidente turco Fuat Oktay en declaraciones a la agencia oficial Anadolu.
"Hemos dado un gran paso adelante para convertirnos en un corredor energético importante", afirmó Oktay.
En este contexto, recordó el plan para conectar los gasoductos Trans-Anatolia (TANAP) y Transadriático (TAP), así como prolongar hacia Europa el Turkstream, que será previsiblemente inaugurado el próximo día 8 por Erdogan y el presidente ruso, Vladímir Putin.
En esta pugna geopolítica, a Turquía le interesa contar con un socio en Trípoli que pueda, al menos diplomáticamente, respaldar sus posiciones. La cercanía ideológica del nuevo Gobierno tunecino puede haber convencido al presidente turco que formar este eje es posible.
Pero si el intento fracasa y Hafter se hace con el poder en Libia, Turquía tendrá que reducir sus sueños de potencia geopolítica mediterránea.
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