Las claves de la tibia respuesta del Kremlin al ataque contra su aliado
Moscú/(EFE).- Pasado el primer "calentón" exhibido por Moscú tras el ataque contra una base aérea siria por orden de presidente de EE UU, Donald Trump, se puede decir que la reacción del Kremlin al desafío que plantea una agresión militar contra su aliado ha sido sopesada y cuidadosa.
"Debemos ser comprensivos con los procesos internos que tienen lugar" en Washington, dijo hoy la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, en alusión a que el "teatrero ataque", que apenas destruyó unos pocos aviones sirios, fue poco más que una puesta en escena destinada al consumo interior en EE UU.
Rusia se conformó con suspender la coordinación militar con ese país en territorio sirio y quitó peso a los daños sufridos en la base aérea atacada.
Rusia no quiere cerrar la puerta a la cooperación en la lucha contra el terrorismo, aunque lo que de verdad anhela Moscú es superar la tensión con Washington con la esperanza de volver a ser aceptada de buen grado en la arena internacional, y de paso, sacudirse las sanciones económicas que sufre por Ucrania.
La visita de la próxima semana a Moscú del secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, se presenta clave para vislumbrar hasta qué punto ha podido cambiar la postura declarada por Trump sobre su deseo de mejorar las relaciones con Rusia y embarcarse juntos en la guerra contra el grupo yihadista Estado Islámico.
Rusia se conformó con suspender la coordinación militar con ese país en territorio sirio y quitó peso a los daños sufridos en la base aérea atacada
El Kremlin se inclina por la teoría de que el magnate se ha visto forzado a emprender una acción de clara connotación antirrusa para convencer a sus votantes y a su propio partido de que su política no está al servicio de Moscú.
El ataque de ayer "no tiene nada que ver con la política de Washington en Oriente Próximo, no es parte de una estrategia ni de un plan. Es parte de una lucha de grupos de elite política y militar, que se han enzarzado en una pelea a vida o muerte", dijo al respecto Zajárova.
A nadie se le escapa que el lanzamiento de 59 misiles ordenado por el comandante en jefe de EE UU le ha granjeado apoyos tanto en su propio país -donde su popularidad se había desgastado por decisiones tan polémicas como infructuosas- como entre sus socios europeos, que saludaron la represalia contra el régimen sirio de Bachar al Asad.
El Kremlin, mientras tanto, tiene claro a quién debe agasajar: no en vano, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, algunos líderes europeos vieron el momento de iniciar un tímido acercamiento a Moscú, como demuestra la próxima visita a esta ciudad de la canciller alemana, Ángela Merkel, prevista para el 2 de mayo.
Rusia no está ni mucho menos para tirar cohetes, porque si algo ha quedado claro ayer es que el hombre más poderoso del mundo es absolutamente imprevisible, arriesgado y amante de dar golpes de efecto sin pensar en las consecuencias
La excepción es el Reino Unido, con el que las tensiones han sido en los últimos años incluso más fuertes que con EE UU y cuyo ministro de Exteriores, Boris Johnsnon, canceló hoy mismo el viaje que tenía programado a Rusia a raíz del ataque con armas químicas en Siria atribuido a las tropas de Al Asad.
Con todo, Rusia no está ni mucho menos para tirar cohetes, porque si algo ha quedado claro ayer es que el hombre más poderoso del mundo es absolutamente imprevisible, arriesgado y amante de dar golpes de efecto sin pensar en las consecuencias.
La euforia en las tertulias propagandísticas de las televisiones rusas -que durante la campaña electoral estadounidense y poco después elogiaron a Trump como un hombre práctico del que no saldría más que paz y prosperidad- ha dado paso al tradicional discurso en el que EE UU es el eterno enemigo que sueña con hacer desaparecer a la "madre Rusia".