Un cubano mitómano, una fiesta ilegal y un cadáver en una casa de Málaga
- Poey Marrero vive de 'okupa' en una residencia lujosa y dice que pasó “26 años en prisión por disidente”
- Asegura que no conoce al hombre asesinado en "su" casa y tampoco al autor del crimen
Salamanca/Este miércoles, la edición de Málaga del diario español ABC amaneció con una entrevista al “Tío León”, un cubano cuyo nombre y señas cambian con cada pista que puede encontrarse de él en internet. Con una letra distinta u omitiendo uno de sus nombres, León Poey –o Puey– Marrero ha pasado por ciudades como Moscú o Praga en calidad de exiliado o solicitante de asilo. Ahora, en Málaga, su papel es el de dueño de una discoteca en la que se cometió un crimen.
El disparo que mató a “un belga” de 34 años el pasado lunes en su sótano atrajo hasta la casa de León Marrera –como lo identifica ABC, bien por otro sutil cambio o por descuido– a la Policía local. Para el cubano, la presencia de los oficiales no es extraña. Según le cuenta al diario, en la Isla pasó “26 años en prisión por disidente”.
“Me cayeron nueve meses en 1981 por llevar un dólar en el bolsillo, pero en la cárcel tuve que sobrevivir para que no me mataran. Tuve muchos problemas y me escapé varias veces, así la condena llegó a 26 años”, explica sin muchos detalles. Este diario constató que las organizaciones independientes cubanas que llevan un reporte de los presos políticos no lo incluyen en sus listados.
En otra entrevista concedida en 2016 a un medio checo –en aquel entonces vivía en Praga–, León Paulino Puey Marrero, con otro ligero agregado a su nombre, cuenta una historia distinta. “Era boxeador de alto rendimiento y en el Servicio Militar Obligatorio me escogieron para las Tropas Especiales. Trataron de enviarme a Angola. Me negué. No quise pelear como mercenario en ningún otro país para enriquecer al Gobierno. Por eso empezaron mis problemas con el Gobierno de Cuba. Cuando me negué a ir a Angola, me metieron preso en una prisión militar. De allí empezaron mis problemas”, contaba entonces.
“Me cayeron nueve meses en 1981 por llevar un dólar en el bolsillo, pero en la cárcel tuve que sobrevivir para que no me mataran"
En España, admite, también ha estado preso en varias ocasiones. “Fue por hurto. Estuve tres veces en prisión por robar para comer o ropa para vestir a mi familia. Mis condenas son por hurto”, dice, como disculpándose.
Antes de Chequia, entre 2013 y 2014, los rastros de León lo ubican en Moscú. De su estancia en Rusia, sin embargo poco se conoce, así como de su salida de la Isla. Bulgaria, Chipre, España y Alemania fueron otros de los países que recorrió en esos años pero, según explicó al medio checo, quería quedarse en Praga a toda costa porque trataba bien a los migrantes solicitantes de asilo, por lo que se negó a quedarse en Berlín.
En Chequia, donde logró la nacionalidad, hizo de todo y fue desde masajista –oficio en el cual asegura que se especializa, aunque en sus redes sociales figuran estudios en la Universidad de La Habana–, hasta profesor de bailes latinos y agente de seguridad. Lo mejor de la ciudad, aseguraba, era el ambiente nocturno. Las fiestas son, en la rara vida de León, la única constante y también la causa por la que ahora se encuentra metido en enredos con la justicia española.
Según los trabajadores del barrio de Málaga donde reside el cubano, la música de la discoteca que tiene en su sótano siempre está encendida. León no lo niega, y confiesa a ABC que sus amigos “van a la discoteca y, cuando cierran y quieren seguir de fiesta, vienen aquí. Me llaman y cada uno trae lo que quiere. Se hace barbacoa, se traen bebidas y, al que le guste pues trae tutsi (cocaína rosa) o cocaína. Es una fiesta y hay drogas”.
En cuanto al “belga” asesinado en las escaleras de su sótano, León no lo conoce y dice no tener ninguna relación con él o con su asesino, un presunto “británico” que escapó tras apretar el gatillo. De hecho, el relato del cubano, que asegura que todavía no ha limpiado el desastre y las marcas que quedaron de esa fiesta, no puede ser más tranquilo. Escuchó un disparo, pero pensó que era un globo de “gas de la risa” (óxido nitroso, una sustancia alucinógena, especialmente si se mezcla con alcohol). Luego vió el revuelo y se acercó, pero pensó que al hombre “le había dado algo”.
Según recuerda, dos amigos del “belga” intentaron asistirlo y llamaron a Emergencias, pero no llegaron a tiempo y, dando bocanadas como si se asfixiara, el hombre murió.
Aunque no lo dice claramente, León preferiría que el muerto se esfumara y sus fiestas clandestinas siguieran como siempre
Aunque no lo dice claramente, León preferiría que el muerto se esfumara y sus fiestas clandestinas siguieran como siempre sin la atención innecesaria de los medios. La mansión en la que reside sin autorización con otras 10 personas –incluyendo a su mujer y su hijo de siete años, según cuenta–, es un espacio demasiado valioso. Según contó al canal Antena 3 Noticias en 2021, él no es un “okupa” sino que comenzó a vivir en la casa aparentemente deshabitada “hasta ver qué pasa”. En ese momento León aseguró que pagaba todas las facturas de la vivienda, aunque los vecinos lo acusaron de cobrar a "otros" para que se instalen ilegalmente en villas de lujo, cuyos precios oscilan entre 1 y 2 millones de euros.
El cubano, que conducía un auto “prestado” de “alta gama”, ha contado desde entonces diferentes versiones, algunas en las que ha llegado a afirmar que la casa es suya. En su relato más reciente, para ABC, paga por ella 1.500 euros al mes al “dueño de una sociedad”.