Contra López Obrador y su candidata no se pudo
Elecciones México
Alegría en el Zócalo por la victoria de Claudia Sheinbaum; resignación en el Ángel de la Independencia para los votantes de Xóchitl Gálvez
México/“Es un honor estar con Claudia hoy”, coreaba la multitud reunida la noche del domingo en el Zócalo de la capital para ver a Claudia Sheinbaum, quien será la primera mujer presidente de México. A la espera de los resultados definitivos, este lunes el conteo rápido del Instituto Nacional Electoral (INE) le da la victoria con entre 58,3% y un 60,7% de los votos obtenidos, y sus contrincantes reconocieron su derrota.
El estribillo es un remedo del “Es un honor estar con (Andrés Manuel López) Obrador” que los partidarios del actual presidente convirtieron en un clásico que utilizan como una especie de reconocimiento cada que lo tienen frente a ellos en un lugar público, o simplemente, como una forma de hacer gala de su pureza ideológica en los eventos partidistas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) frente a los demás simpatizantes.
Al caer el sol se habían cerrado las casillas, pero las calles de la Ciudad de México lucían como cualquier otro domingo por la noche: desoladas. Eso a pesar de que la Ley Seca –que prohíbe la venta de bebidas alcohólicas en días de elecciones–, impuesta de cara a la jornada no se respetó. La falta de disciplina para hacer cumplir la medida fue tal que junto al hotel Hilton, que el equipo de Sheinbaum convirtió en su búnker de operaciones, se vendían sin temor cerveza y otras bebidas alcohólicas.
Poco a poco fue creciendo la multitud en las afueras del hotel donde Sheinbaum operó el día de las votaciones
Desde las entrañas del hotel, abarrotadas por la prensa, el equipo de campaña encabezado por el presidente del partido Morena, Mario Delgado, salió para dar un breve mensaje televisado sobre la supuesta victoria de la candidata oficialista por una diferencia “muy amplia”,cuando apenas habían transcurrido unos minutos del cierre de votaciones.
Afuera, se congregaban algunos simpatizantes y curiosos que permanecían a la expectativa de saludar a la nueva presidenta o al menos “poder ver a alguien”. El hotel, uno de los más exclusivos de la capital, con precios que llegan a alcanzar los 1.700 dólares la noche, estaba completamente resguardado con vallas metálicas y policías con equipo antimotines.
En las inmediaciones empezaron a aparecer vendedores de todo tipo de recuerdos: afiches, gorras, peluches, bolsas, playeras, banderas… La oferta era amplia, pero reducida a una sola figura, la de López Obrador. Estaba en todos lados. Pese a su triunfo, apenas se veían algunos productos con la cara de la nueva presidenta.
El fenómeno de masas producido por López Obrador en 2018 se antoja irrepetible. No hay calles desbordadas, ni gente luchando hombro a hombro por sacarse una selfie con el ganador de la elección que saludaba desde su auto mientras avanzaba por las calles de la ciudad.
Afuera del Hilton, este domingo eran menos de 200 personas las que esperaban. La mayoría eran operadores del partido o periodistas que no alcanzaron un lugar dentro y que entorpecían el paso de los clientes alojados allí. Mayoritariamente estadounidenses, los turistas que intentaban salir o entrar del recinto miraban a la multitud con una mezcla de sorpresa y confusión, que se hacía patente en sus muecas o las frases que se decían discretamente entre ellos: “Oh, my God. Where did all these people come from?” (“Dios mío, ¿de dónde salió toda esta gente?”).
Otro que tuvo que abrirse paso entre la multitud al llegar al recinto fue Marcelo Ebrard, quien hace unos meses era el principal contrincante de Sheinbaum para ser el candidato del oficialismo. A pesar de su confianza, en gran medida porque hace 12 años López Obrador lo eligió como su sucesor al mando de la Ciudad de México, esta vez no le alcanzó la historia, ni su papel al frente de la Cancillería, para repetir como heredero.
Su llegada al centro de operaciones el día de la elección resulta significativa, si se toma en cuenta lo sucedido durante el proceso para elegir al candidato a la sucesión de López Obrador. Todo se definió por medio de una votación a la interna del partido, que terminó perdiendo.
En aquel entonces, Ebrard hizo sonar los tambores de guerra, cuando acusó de malas prácticas al equipo ganador. Incluso, amagó con desconocer los resultados y dejó entrever la posibilidad de romper con López Obrador, que sin pudor metió la mano en la selección para favorecer a Sheinbaum.
Al llegar al Hilton la multitud gritaba su nombre y él se tomó el tiempo de saludarlos, dejarse retratar para un selfi e intentó coquetear con la prensa, que no se acercó para pedirle unas palabras, por más que el ex canciller le insinuó su interés a los reporteros presentes.
Dos horas después del cierre de las casillas empezaron a pasar los primeros camiones con acarreados, como se denomina en México a las personas que van a un evento político a cambio de prebendas o bajo amenaza de perder el apoyo de programas sociales. También algunos autos que pasaban frente al hotel comenzaron a tocar su claxon de manera rítmica en señal de algarabía.
En la inmensa explanada del Zócalo, frente al Palacio Nacional y la catedral, compartiendo espacio con un grupo de maestros disidentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que han montado un campamento desde el 15 de mayo para hacer valer sus exigencias al Gobierno, los simpatizantes esperaban a Sheinbaum con bailes y cánticos como: “El pueblo votó, Claudia ya ganó”.
Al pasar de las horas, la oposición finalmente se replegó. Más temprano, cuando apenas caía la noche y antes de que los primeros resultados del conteo rápido comenzaran a circular, Xóchitl Gálvez había dado un mensaje donde soltó un inesperado “ya ganamos”, pero en ningún momento se atribuyó directamente el triunfo. Eso alargó la esperanza de sus simpatizantes, que vieron con decepción cómo hacia la medianoche finalmente aceptó que las tendencias no le favorecían y reconoció que no tenía información que sugiriera que eso cambiaría.
Los preparativos para celebrar en el Ángel de la Independencia su triunfo y el de Santiago Taboada, candidato de la oposición en la Ciudad de México, se truncaron. Los gritos de victoria se diluyeron y se instaló la resignación, que ya no se podía esconder, mientras miraban en las pantallas de televisión el mensaje triunfalista de Sheinbaum desde el Zócalo.