Sin noticias de los familiares que acompañaban al niño cubano fallecido de un infarto en el Darién
Una tía abuela del menor denuncia que los 'coyotes' los lanzaron a la muerte en la selva
La Habana/Lo último que se supo de Brayan Rommel Corrales Bravo, el niño de 14 años fallecido el pasado domingo de un infarto en la selva del Darién, es que no pudieron trasladar su cuerpo a terreno urbanizado y sus familiares tuvieron que enterrarlo donde se encontraban. "A 50 metros de la desembocadura de la quebrada La Resbalosa al Río Muerto", precisa la prensa local con fuente en la Defensoría y la Personería de Acandí, Colombia, el municipio más cercano.
"Esperamos que mañana, con nuestros defensores comunitarios, podamos tener nuevamente contacto con la familia de Brayan, cuando ellos lleguen a Panamá", declaró la instancia gubernamental al diario El Tiempo.
Al menor, que murió tras haber sobrevivido, el pasado 10 de octubre, a un naufragio en el que pereció su madre, Lisandra Bravo Alarcón, lo acompañaban en la travesía su padre, Raunel, su hermana de cinco años, sus abuelos y un tío maternos.
De ellos no se sabe nada preciso desde hace cuatro días, cuenta María Caridad Cemino, tía de Lisandra que reside en Estados Unidos, cuyas palabras y lágrimas evidencian la desesperación.
"Mi familia está loca, mi familia no tiene consuelo", dice Cemino en una entrevista con el periodista de América TeVé Mario J. Pentón. Al borde de las lágrimas, la mujer cuenta cómo salieron de Cuba en 2018 y, al no poder cruzar por Nicaragua "porque estaba en guerra" (las protestas cívicas contra Daniel Ortega que fueron contestadas con una dura represión), decidieron ir a Chile.
Los familiares sobrevivientes tuvieron que usar su cadáver como tabla salvavidas, en mitad del acecho de tiburones, hasta que fueron rescatados
Hace unos meses, la fallecida Lisandra, su esposo y sus hijos, más sus padres y su hermano, decidieron encaminarse a Estados Unidos, donde ya había logrado llegar parte de la familia de la madre, entre ellos María Caridad Cemino.
En el Darién, como tantos otros cubanos, encontraron la perdición. "Llegaron a Colombia, allí contactaron a alguien que los iba a trasladar hacia Panamá y estando allí le pidieron 500 dólares a cada uno por pasarlos en una lancha", narra Cemino. "Estas personas, sin escrúpulos de ningún tipo, metieron a más personas de las que tenían que llevar en la lancha y mi sobrina Lisandra no alcanzó chaleco salvavidas". La embarcación volcó en la madrugada y Lisandra se ahogó. Los familiares sobrevivientes tuvieron que usar su cadáver como tabla salvavidas, en mitad del acecho de tiburones, hasta que fueron rescatados. En tierra la enterraron, junto a dos haitianas también fallecidas en el agua.
Estuvieron 18 días en Acandí, donde fueron ingresados en un hospital por la condición en la que se encontraban. "La niña de cinco años estuvo muy malita, las quemaduras fueron tremendas, de tanto sol estaban deshidratados", detalla Cemino.
"Después de tanta tristeza y tanto dolor, de tener que dejar a mi sobrina por allá, no quedaba otra que seguir", continúa. "De ahí, en un pueblecito cercano les dijeron que iban a facilitar cosas para su travesía para que la pasaran algo mejor, pero al contrario: los lanzaron a la muerte, porque tuvieron que pasar por lugares muy malos".
Cemino asegura que Brayan era un niño sano, normal. "Parece que se sintió mal en la subida de la loma y no alcanzó a llegar". Los familiares llamaron a Cemino alterados para que ella se pusiera en contacto con alguna organización de derechos humanos en Colombia, pero no pudieron hacer nada. Ahora, dice la mujer, devastada, "solo le pido a Dios que cuando lleguen a Panamá me los ayuden después de tanta tragedia".
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