El peligro de que el conflicto israelo-palestino tome una deriva religiosa
(EFE).- La oleada de violencia que desde comienzos de mes afecta a Israel y Palestina parece haber tomado un claro sesgo religioso, más allá del plano meramente político, aunque indisolublemente vinculado a este, lo cual puede complicar la situación hasta extremos impredecibles.
Dicha oleada, que se ha cobrado la vida de siete israelíes y 42 palestinos, es transversal, en principio no tiene una jerarquía ni una organización preestablecida, si bien sí ha contado con el apoyo tácito de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y la "bendición" del movimiento islamista Hamás.
Su denominador común consiste en el hecho de que los palestinos han sentido como una amenaza las reivindicaciones que desde ciertos sectores de la derecha nacionalista israelí se han hecho en los últimos tiempos sobre la conveniencia de poder acudir a rezar a la Explanada de las Mezquitas, o Monte del Templo, según la terminología judía.
Esa reivindicación sobre el Monte del Templo (llamado así por los judíos porque allí estuvieron erigidos los templos de Salomón y Herodes, destruido por los romanos en el año 70 d.C), ha sido desestimada desde amplios sectores del gobierno y la sociedad israelíes, que defienden el actual statu quo del recinto, fijado en 1967.
Ese statu quo prevé que solo los musulmanes pueden entrar en la Explanada (donde se encuentran el Domo de la Roca y la mezquita de Al Aqsa) para rezar, en tanto que los judíos y el resto de comunidades únicamente pueden acudir allí en calidad de visitantes, sin efusiones religiosas.
Sin embargo, bastó que algún parlamentario de la extrema derecha israelí manifestara en el Parlamento sus aspiraciones de cambiar el statu quo, para que de inmediato el mensaje "Al Aqsa está en peligro" circulara a toda velocidad por las redes sociales, con las consecuencias conocidas.
Esta supuesta (o real) amenaza ha dislocado la situación en la zona, donde -sin que aparentemente nadie haya dado la orden- supuestos espontáneos palestinos han decidido llevar a cabo actos violentos contra ciudadanos israelíes, en una campaña cuyo origen sigue sin determinarse.
Al mismo tiempo, ya han comenzado a producirse acciones contra recintos religiosos de gran valor simbólico, como el atentado incendiario ocurrido el pasado viernes contra la Tumba de José, en la ciudad cisjordana de Nablus, un santuario de gran valor para los judíos, aunque también es venerado por musulmanes y cristianos.
Aunque nadie -ni en la dirección palestina (sobre todo en el movimiento nacionalista Al Fatah, pues Hamás sigue expresando su apoyo al menos verbal a estas actuaciones) ni entre las autoridades israelíes- quiere manifestar que ha estallado una tercera "intifada", en algunos medios de Israel ya se habla sin reparos de la "intifada de los cuchillos", en alusión al arma con la que se están cometiendo los ataques contra judíos.
Si se observan las dos primeras intifadas (1987-1993 y 2000-2005) y se las compara con la actual escalada de violencia sí hay algunos hechos que las asemejan, pese a que presenten notables signos que las diferencian.
En la primera intifada, conocida como "la de las piedras", sus protagonistas eran jóvenes palestinos que se enfrentaban a pedradas contra el Ejército israelí.
La segunda intifada, "la de Al Aqsa", derivó casi de inmediato en una campaña de atentados suicidas con explosivos cuyo objetivo era la población civil israelí.
Como decía en un reciente encuentro con periodistas europeos de visita en Israel la politóloga y analista israelí Einat Wilf, la segunda intifada "introdujo el miedo en la sociedad" de este país.
"En aquel tiempo se atacaba a ciudadanos israelíes comunes y corrientes en Haifa, en Tel Aviv, en Jerusalén, en Bersheva. El miedo era el factor común", señaló la experta.
Ahora, los autores de esta oleada de ataques son en su gran mayoría jóvenes, algunos incluso adolescentes, y el objetivo es la población israelí, sin importar su adscripción política. Basta que sean identificables como judíos.
Según algunos analistas israelíes, da la sensación de que esta presunta "intifada de los cuchillos" no tiene un largo recorrido en el plano político.
Sin embargo, la mezcla de furor religioso, más incertidumbre por el futuro, ha sido suficiente para que la violencia se haya recrudecido en la zona.
Según indicaba el analista israelí Yaron Friedman en un reciente artículo publicado en el diario Yediot Aharonot, "el principal interés de los palestinos que cometen estos actos violentos consiste en ser considerados como héroes en las redes sociales."
Y la falta de un apoyo concreto del mundo árabe (y por descontado de Hamás o Al Fatah) a esas acciones puede ser todavía más peligrosa, pues se puede generar una espiral de violencia anárquica.