Tras cinco años, la tensión política y el descontento social empañan la revolución en Túnez
Sidi Bouzid (Túnez)/(EFE).- Túnez celebra este jueves el quinto aniversario de la caída de la dictadura envuelto en su enésima crisis, con las fuerzas políticas en tensión y los movimientos sociales descontentos con el rumbo tomado por la revolución tras un año de estancamiento económico y violencia yihadista.
La fractura política se agravó este fin de semana después de que 27 diputados abandonaran la disciplina del partido laico Nidá Tunis, hasta entonces mayoritario, y facilitaran así el control de la cámara por los islamistas de An Nahda.
Además de considerar que el partido ha renunciado al espíritu de conciliación con el que nació, los disidentes acusan a Hafed Essebi, hijo del presidente del país y fundador de Nida Tunis, Beji Caid Essebsi, de aliarse con el poder económico y con miembros del antiguo régimen para suceder a su progenitor, de 88 años, en ambos cargos.
"Existe un verdadero peligro de que Túnez se convierta en una república hereditaria, igual que intentó hacer (el derrocado presidente egipcio, Hosni) Mubarak con su hijo Gamal", explica a Efe un miembro de la facción disidente.
"No podemos aceptarlo, como no podemos aceptar la alianza con los religiosos de An Nahda. Nidá Tunis nació para defender un estado laico en el que todos puedan caber, en seguridad y sin menoscabo de las libertades", añadió.
"Existe un verdadero peligro de que Túnez se convierta en una república hereditaria", explica un miembro de la facción disidente
Al frente de la facción se ha colocado el exsecretario general de Nidá Tunis y uno de sus principales ideólogos, Moshsen Marzouk, quien ha anunciado que en marzo presentará su propia formación, sostenida en el laicismo.
Marzouk, que el pasado fin de semana logró congregar a más de 3.000 personas en su primer mitin, se quejó del peso que ha ganado An Nahda en el Gobierno después de la remodelación hecha al inicio de este año por el primer ministro, Habib Essid.
Los islamistas han pasado de uno a tres ministros y han vuelto a hacerse con el control del Ministerio del Interior, que ya controlaron en tiempos del tripartito cuando, según expertos, empezaron los problemas de infiltración yihadista y carencia de profesionalidad que ahora padece.
La brecha es cada vez mayor entre la nueva clase política y los movimientos sociales, que se quejan de que han cambiado las caras del poder pero no el sistema en el que se sostuvo la dictadura
La brecha también es cada vez mayor entre la nueva clase política y los movimientos sociales, que se quejan de que un lustro después de la revuelta han cambiado las caras del poder pero no el sistema en el que se sostuvo la dictadura.
"Tras cinco años de una revolución que se inició aquí y que siguieron otras regiones más pobres, nada ha cambiado ni a nivel social ni económico. La corrupción continua", explica a Efe Jamal Sagruni, uno de los jóvenes que se unió a la revuelta.
Actual secretario general de la asociación de diplomados en paro de Sidi Bouzid, el joven carga la responsabilidad sobre el actual Gobierno, el primero posterior a la transición, al que acusa de carecer de un programa económico inclusivo.
"Lo único que ha cambiado es que tenemos la libertad para expresarnos, pero ¿qué vamos a hacer con la libertad de expresión sin trabajo ni dignidad ni derechos?", afirma.
"El Gobierno de la coalición no es un gobierno popular, solo protege los interese del capitalismo. Es posible otra revolución por la mala situación económica y social y la crisis en el sector de la seguridad", señala.
"Considero que no hemos finalizado nuestra revolución, porque los grandes problemas se han agravado", sostiene una abogada
La posibilidad de una segunda revolución también la señala a Efe Hayet Khaled, abogada y presidenta de la asociación de apoyo a la mujer rural en Sidi Bouziz.
"Considero que no hemos finalizado nuestra revolución, porque los grandes problemas se han agravado. Los licenciados en paro y los jóvenes que han hecho la revolución continúan descontentos y organizando aún centenares de huelgas junto a parados, sindicalistas y universitarios", afirma.
Ambos coinciden en que el yihadismo, que este año ha segado la vida de 72 personas -60 de ellos turistas extranjeros- y puesto en jaque a las débiles fuerzas de seguridad, se alimenta de la pobreza pero también del aburrimiento.