Con una zafra prevista de apenas 350.000 toneladas, Cuba deberá importar azúcar
La producción nacional cae casi al nivel alcanzado en plena guerra por la independencia, en 1898
Madrid/La zafra 2022-2023 alcanzará apenas las 350.000 toneladas según un informe oficial, una cifra que se queda ya sin adjetivos con los que calificar el hundimiento del sector azucarero cubano. El dato se coló discretamente en el discurso que dio este miércoles Homero Acosta Álvarez, secretario de la Asamblea Nacional y del Consejo de Estado, durante las reuniones en el Parlamento que preceden a la segunda sesión extraordinaria de esta Legislatura, que se llevará a cabo este jueves.
"La caída en la producción de azúcar y en la exportación del mismo ha tenido un impacto negativo en la economía cubana, especialmente en un momento en que el país enfrenta una difícil situación económica y necesita aumentar sus ingresos por exportaciones", lamentó el diputado.
La producción de azúcar de este año se quedará, si las cuentas no cambian de nuevo, en más de 100.000 toneladas por debajo de las previstas, que en septiembre, al comienzo de la temporada, fueron 455.198. En aquel momento, las autoridades calificaron la zafra de "pequeña pero más eficiente".
Se acababa de producir la penúltima de una larga lista de hecatombes, al cerrar la cosecha de 2021-2022 con 473.720 de las 911.000 toneladas proyectadas. La cifra no bastaba ni para cubrir la demanda interna, situada en torno al medio millón, ni para los compromisos de exportación, de 411.000. La siembra había sido mala, los centrales no molían como debían y el régimen intentó evitar un nuevo bochorno rebajando las aspiraciones.
Así, el presidente de Azcuba, Julio Andrés García Pérez, anunció que debían alcanzarse las 455.198 toneladas de azúcar, cuyos destinos principales son la canasta familiar, el turismo y la exportación. Para lograr la anunciada eficiencia, se redujo la cantidad de centrales que molerían caña, 23 frente a los 36 del año anterior. En la anterior zafra, solo tres cumplieron los planes, por lo que se tomó la determinación de sacar del juego a una buena parte de ellos.
"Los indicadores de eficiencia son el arma principal de esta zafra, que será el inicio de la recuperación cañera en el país", dijo entonces el vice primer ministro, José Luis Tapia Fonseca, en una conclusión que se muestra ahora más que errada.
El resultado de esta zafra tampoco sorprenderá a nadie. En los meses precedentes, la prensa oficial había dado cuenta de malos datos provisionales. La siembra fue mala, el clima no acompañó, la falta de piezas y combustible daban al traste sistemáticamente con las previsiones y, para colmo, la mano de obra menguante.
En febrero, un ingeniero de Azcuba advertía de la contribución en los malos datos "del envejecimiento de la fuerza laboral y el efecto de la migración. Asimismo, influye la actual situación económica del país, marcada por la inflación. Por ejemplo, los problemas productivos de un central impiden que los trabajadores reciban salarios decorosos y muchos se van", dijo a Granma.
En 1959, Cuba tenía 156 fábricas operativas que produjeron 5,6 millones de toneladas de azúcar. Durante los años del subsidio soviético, aunque sin llegar a los 10 millones anunciados por Fidel Castro, se alcanzaron cifras récord que pasaron de los ocho millones de toneladas en las mejores cosechas, entre 1970 y 1989. Desde entonces, la decadencia ha sido constante, especialmente desde que Miguel Díaz-Canel llegó al poder.
El agravamiento de las sanciones de EE UU, la "coyuntura" –como denominó el mandatario a la crisis de combustible de 2019–, el covid-19, la obsolescencia tecnológica y el éxodo de población no han ayudado a una planificación desastrosa que insiste en perpetuar los errores conocidos.
El economista Elías Amor recomendaba a principios de este mes, cuando ya avisaba de que la cosecha podía rondar "las 300.000 toneladas de 1898 en plena guerra por la independencia, un cambio en el modelo que condujera a "una explotación más eficiente, al aumento de las productividades, al crecimiento de las inversiones en mejora de suelos, plantas y otros subproductos de la caña, a una mejora de la cualificación de los trabajadores con sueldos mayores, en definitiva, a un ciclo virtuoso completamente distinto al agujero negro en que se encuentra el sector".
Mientras la Isla se queda sin los enormes beneficios que antaño le daba la venta de azúcar al exterior, el drama sigue en el interior, donde la libra de azúcar cada día escala más su precio en el mercado negro, encarece o hace cerrar negocios que dependen de ella y, a la vez, llega tarde, mal o nunca a la canasta básica.
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