Los refugiados sirios en Turquía desean volver cuando la situación se calme

Los cristianos de Damasco tienen fe y confían en que la nueva Siria sea como dicen, mientras HRW pide romper con "décadas de abusos" y represión tras derrocamiento de Al Asad

Turquía alberga a 2,9 millones de sirios, 510.000 de ellos en Estambul, aunque se estima que el número real puede ser casi el doble.
Turquía alberga a 2,9 millones de sirios, 510.000 de ellos en Estambul, aunque se estima que el número real puede ser casi el doble. / EP
Ilya U. Topper/ EFE

12 de diciembre 2024 - 13:08

Estambul / Damasco /El Cairo/Hay unanimidad en el barrio de Esenyurt, un lugar con una gran comunidad de refugiados sirios en el oeste de Estambul: todos volverán a Siria, "muy pronto", "dentro de dos o tres meses", cuando se haya estabilizado la situación.

"Nos iremos todos los sirios de aquí y de Europa, todos volveremos a nuestra patria", asegura a EFE Ridwan, un vendedor callejero de perfumes, padre de familia con seis hijos, todos escolarizados en Turquía.

"Iremos de forma escalonada, en dos meses, en tres... es decir, de aquí hasta la Fiesta", agrega, en referencia a la fiesta del cordero que se celebrará en junio.

"Tres o cuatro meses... o quizás un año, según las circunstancias", opina también su amigo Mohamed, oriundo de Homs y dueño de una tienda de dulces. "Pero volveremos, seguro", agrega.

Él también tiene familia y señala que los hijos de los refugiados en general están bien integrados en el país. "Llegaron cuando eran pequeños, crecieron aquí, aprendieron el turco... Pero si uno quiere ser feliz es necesario que vuelva a su patria", sentencia. "Tal vez luego vayan de visita a Estambul, eso sí".

"Llegaron cuando eran pequeños, crecieron aquí, aprendieron el turco... Pero si uno quiere ser feliz es necesario que vuelva a su patria"

En esta calle comercial de Esenyurt, llena de anuncios luminosos, tiendas y restaurantes, la presencia siria, aunque predominante, tiene un perfil bajo y solo se adivina en los nombres de algunos establecimientos como El Homsi (oriundo de Homs) o Sam (Damasco), mientras otros han elegido nombres turcos con reminiscencia árabe.

Casi no se ve ningún letrero en árabe, ni siquiera en los carteles de precios, algo que era aún habitual hace cinco años, pero cambió, cuando el Ministerio del Interior turco decretó en 2019 que las letras árabes en un cartel no podían ocupar más del 25% del espacio.

La medida buscaba reducir visualmente la presencia siria en el espacio público en un momento en el que la oposición nacionalista usaba esa situación para arremeter contra el Gobierno.

Turquía albergaba entonces 3,7 millones de sirios, número reducido hoy a 2,9 millones, con 510.000 registrados en Estambul, aunque se estima que el número real en la ciudad del Bósforo puede ser casi el doble.

Otro millón está registrado en las provincias meridionales de Gaziantep, Sanliurfa, Hatay y Adana, donde trabajan sobre todo en la agricultura, pero muchos sirios censados en regiones con poca oferta laboral han preferido venir a Estambul, pese a que las normas de registro prohíben cambiar de provincia.

Esenyurt, distrito de casi un millón de habitantes, en el que alternan zonas prósperas y modestas, acoge la mayor densidad de sirios, pero quizás ya no por mucho tiempo.

"¡Volveremos a Siria! ¡Muy pronto! ¡Dentro de un par de meses!", exclaman también, alegres, Tuqa y Nur, dos jóvenes sirias que llevan de bufanda la bandera siria con la franja verde, la de la rebelión contra el régimen de Bashar al Asad, el dictador derrocado.

"¡Volveremos a Siria! ¡Muy pronto! ¡Dentro de un par de meses!", exclaman también, alegres, Tuqa y Nur, dos jóvenes sirias que llevan de bufanda la bandera siria con la franja verde

"Aquí todos quieren volver a Siria. Es nuestra patria", dice también Mohamed, dueño de una tienda de tejidos en la calle comercial de Esenyurt, oriundo de Alepo, que lleva desde 2013 refugiado en Turquía.

No le ha ido mal en este tiempo, y da las gracias al pueblo turco y al Gobierno por la acogida, pero tiene claro que regresará, "en cuanto se estabilice la situación", ya que ahora todo es muy inseguro aún, apunta. Además, añade, "si nosotros no vamos a Siria para reconstruir nuestro país ¿quién lo hará?".

También hay esperanza en el barrio cristiano de Bab Tma, en la ciudad vieja de Damasco. Tienen mucha fe y confían en que la nueva Siria que amanece tras la caída de Bashar al Asad sea tal y como los líderes de la insurgencia que lo derribó, encabezada por un grupo islamista heredero de Al Qaeda, dicen que será: abierta, libre y tolerante.

En Bab Tuma (La puerta de Tomás) son en su mayoría cristianos, y lo son prácticamente desde el inicio mismo de la cristiandad. San Pablo y Santo Tomás, que le dio nombre, fueron vecinos de la zona. No tienen miedo con el cambio de régimen ni por sus causantes. Todo lo contrario.

"Es la primera vez que tengo este sentimiento. Es un sentimiento nuevo. Que te sientes libre... no podíamos decir lo que queríamos. Muchas cosas estaban prohibidas para nosotros. Incluso el dinero, no podíamos decir por ejemplo la palabra dólar", dijo a EFE Feras, un comerciante del barrio de 40 años.

Desde su tienda, decorada con figuras de San Nicolás y pesebres navideños de porcelana, insiste esperanzado: "Gracias a Dios ahora tenemos un nuevo sentimiento. Ya todo es mejor, y nada nos da miedo", dice.

"Muchas cosas estaban prohibidas para nosotros. Incluso el dinero, no podíamos decir por ejemplo la palabra dólar"

Lo primero que uno nota al acercarse a barrio y pasear por sus calles es que las mujeres van sin velo, además de las esquelas mortuorias en las esquinas escritas en árabe y en armenio y la abundancia de tiendas de motivos religiosos, con vírgenes, rosarios, estampitas y calendarios con ángeles rollizos.

Ahmed al Charaa, también conocido como Abu Mohamed al Jolani, el líder del Organismo de Liberación del Levante (HTS, en árabe) que dirigió la ofensiva contra Al Asad tuvo su origen político en el Frente al Nusra, la ex filial siria de Al Qaeda, si bien luego se escindió de ese grupo hacia posiciones menos radicales.

Durante la ofensiva de apenas 12 días con la que derribó al gobierno de Damasco, el líder no cesó de pedir a sus militantes que mantuvieran un trato excelente con las minorías religiosas en las ciudades que fueron tomando en su poder, en especial Alepo, que acoge también una importante comunidad religiosa cristiana.

"Como cristianos esperamos que todo sea tal y como dicen. Vivimos en esta zona desde hace miles de años. Ha habido muchas guerras sobre nosotros y no hemos abandonado el país. Nunca lo abandonaremos. Queremos que continúe esta marcha de libertad que busca el pueblo sirio, sea cristiano, musulmán o de otra confesión. Todos somos hijos de este país y esperamos poder construir juntos la Siria con la que soñábamos, somos socios de la patria", añadió Feras.

En el corazón del barrio, un grupo de Boy Scouts liderados por Elias Leassuh se afana limpiando los desperfectos que dejaron los festejos por la caída de Al Asad. "Esta tierra es nuestra. Tenemos que limpiarla. Esperamos que la situación vaya a lo mejor. Es nuestro deber como grupo cristiano en Siria", dijo a EFE.

Rodeado por su grupo de exploradores, instó a todos los sirios a volver a la normalidad y retomar sus trabajos, ya que si bien "todos tenemos algún tipo de miedo, eso no debe continuar".

"La confianza se construye a través de los comportamientos. Nos hemos reunido con algunos responsables de HTS y sus palabras son muy buenas"

"La confianza se construye a través de los comportamientos. Nos hemos reunido con algunos responsables de HTS y sus palabras son muy buenas. Tranquilizan mucho a los cristianos. Los más importante es que haya asociación en la construcción de este país", dijo.

Inmediatamente tras decir esas palabras, tres milicianos armados de HTS doblan la esquina y cruzan unas palabras con los exploradores: no querían salir en ninguna foto mientras la prensa estuviera en el lugar. Ni interrumpieron la labor, ni molestaron a los "scouts" que trabajaban pala en mano.

Human Rights Watch (HRW), cautelosa, pidió este jueves a los insurgentes que pongan fin a "décadas de abusos" y de represión del ex mandatario, mientras que recordó que algunos de los grupos rebeldes "también son responsables" de violaciones de derechos humanos.

"El derrocamiento del Gobierno de Bashar al Asad por parte de grupos armados de oposición ha creado una oportunidad trascendental para que Siria rompa con décadas de represión y pase página en materia de derechos humanos", dijo la organización en un comunicado, en el que pidió abordar estos crímenes durante los 13 años de guerra en el país.

En este sentido, insistió en la importancia de garantizar la rendición de cuentas y proteger a los sirios, "independientemente de su origen étnico o sectario o de su afiliación política", pese a que la alianza insurgente liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS u Organismo de Liberación del Levante) se ha comprometido a ello.

HRW recordó que durante los 54 años de gobierno del partido Baaz de la familia Al Asad, Siria "acumuló un historial de violaciones de derechos humanos", mientras que las dos décadas de Bashar estuvieron marcadas por "innumerables atrocidades, crímenes contra la humanidad y otros abusos" como arrestos arbitrarios masivos, torturas o desapariciones forzadas.

También denunció el uso de armas químicas, inanición como arma de guerra y ataques indiscriminados contra civiles por parte del régimen del derrocado presidente.

También denunció el uso de armas químicas, inanición como arma de guerra y ataques indiscriminados contra civiles por parte del régimen del derrocado presidente

Sin embargo, recordó que los grupos rebeldes no estatales como HTS y las facciones de la milicia proturca Ejército Nacional Sirio (SNA) que lideraron la ofensiva contra Al Asad el 27 de noviembre, "también son responsables de abusos de derechos humanos y de crímenes de guerra".

"El nuevo liderazgo de Siria tiene una oportunidad sin precedentes de dar ejemplo en materia de derechos humanos, incluso protegiendo los derechos básicos en una nueva constitución", dijo HRW, que pidió a las nuevas autoridades que ratifiquen instrumentos y tratados internacionales de derechos humanos.

Además, elaboró una serie de medidas que deberá tomar la nueva administración, ahora liderada temporalmente por el islamista Mohamed al Bashir durante un periodo transitorio de tres meses.

Entre ellas, garantizar la justicia y la rendición de cuentas por "los abusos del pasado"; proteger a los civiles, a las minorías y el patrimonio cultural; abordar la detención y el paradero de personas desaparecidas; reformar la gobernanza; mejorar la cooperación con agencias humanitarias y "prevenir nuevos abusos por parte de grupos armados".

En este sentido, HRW señaló que la ONU podría desplegar en Siria "agentes de policía civil de diversos países para ayudar a supervisar y capacitar a la policía local y enviar observadores de derechos humanos a las zonas del país que se consideraban leales a Al Asad o donde pueden surgir tensiones graves".

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