La simbología soviética se resiste a morir en la patria de Stalin
Pese a estar prohibida, como los símbolos nazis, por ley; no desaparecen hoces y martillos o retratos de Marx y Engels
Tiflis/(EFE)- La simbología soviética se resiste a desaparecer en Georgia, la patria del dictador comunista Iósif Stalin, pese a que desde hace diez años está prohibida por el Acta de la Libertad, que la equiparó con los símbolos nazis.
El debate sobre este asunto se ha reavivado con la proximidad del 75 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, efeméride que los comunistas georgianos aprovechan para intentar rescatar la figura de Stalin como el gran vencedor en esa conflagración.
En Gori, la ciudad natal de Stalin, los comunistas quieren volver a instalar la estatua del dictador, de siete metros de altura, la más grande que se erigió alguna vez de él en la Unión Soviética y que, tras ser retirada, fue abandonada en el campo.
En Gori, la ciudad natal de Stalin, los comunistas quieren volver a instalar la estatua del dictador, de siete metros de altura, la más grande que se erigió alguna vez de él en la Unión Soviética
"Confiamos en recuperar el monumento para el 9 de mayo, para el Día de la Victoria", dijo a Efe el líder de los comunistas de Gori, Alexandr Lursmanashvili, quien ha elevado una solicitud a las autoridades.
Explicó que el Acta de la Libertad prohíbe instalar el monumento en el centro de la ciudad, en el lugar en que fue erigido inicialmente, pero subrayó que la estatua de Stalin podría ser reubicada en su casa-museo, como una pieza más en exposición.
"Sería una muestra de respeto a los más de 300.000 georgianos que murieron en la guerra", señaló el dirigente comunista.
Pero en Georgia son muchos los que no olvidan que solo entre 1937 y 1938 cerca de 3.600 georgianos fueron asesinados, como se ha establecido documentalmente, durante las represiones estalinistas.
Según estimaciones de los historiadores, entre 1921 y 1953, año de la muerte de Stalin, decenas de miles de georgianos cayeron víctimas de la maquinaria represiva soviética.
Sin embargo, no solo la legislación es un obstáculo para los planes de los nostálgicos del pasado soviético: las nuevas generaciones miran mucho más hacia Europa, que hacia Moscú.
Varias organizaciones juveniles libran una verdadera batalla por eliminar todo vestigio soviético del paisaje urbano.
Sin embargo, no solo la legislación es un obstáculo para los planes de los nostálgicos del pasado soviético: las nuevas generaciones miran mucho más hacia Europa, que hacia Moscú
Hace unos días en Batumi, ciudad turística a orillas del mar Negro, miembros de Alternativa, una agrupación juvenil local, intentaron destruir un obelisco soviético coronado por una estrella de cinco puntas que se encuentra en la estación de autobuses interurbano.
Solo la actuación de la Policía impidió que consiguieran su cometido.
"Georgia es un país independiente y no necesita símbolos soviéticos. Nosotros, los jóvenes queremos vivir en un país europeo", dijo a Efe Mónica Pantsjava, recién titulada como jurista.
Pero las hoces y los martillos y el escudo soviético siguen presentes, como, por ejemplo, en alguna cafetería o en las barandas de hierro del principal puente sobre el Kurá, el río que divide en dos la capital georgiana.
Tendido en 1885, en tiempos cuando Georgia formaba parte del Imperio ruso, llevó el nombre de Stalin hasta mediados de los años 50 del siglo pasado, y en 1990 recibió el nombre del poeta Galaktión Tabidze (1892-1959), represaliado por el dictador.
También irritan a los detractores de la desaparecida Unión Soviética los mediorrelieves que todavía ostentan dos edificios de la arquitectura clásica de la época comunista situados en el centro de la ciudad: la sede del Parlamento de Georgia y el hotel Biltmore, el antiguo Instituto de Marx-Engels-Lenin.
En lo alto del Parlamento, que fue la sede del Gobierno de la República Socialista Soviética de Georgia, ondea la bandera georgiana, y justo debajo de ella se ven los restos del escudo soviético que los servicios municipales no consiguieron destruir totalmente cuando en 1991 el país proclamó su independencia.
Aunque del frontis del edificio que alberga ahora el hotel Biltmore fueron eliminados los retratos en bajorrelieve de Marx, Engels y Lenin, se conservan los de obreros, campesinos, marineros y soldados del Ejército Rojo.
"No soy partidario de destruir la herencia del pasado. Tener monumentos de Lenin o Stalin sería un despropósito, pero los bajorrelieves de la revolución de 1917, de la vida soviética, son otra cosa"
Tampoco fue demolida la sede del Estado Mayor del Ejército Soviético: el edificio gris, actualmente desocupado, fue pintado por los grafiteros de Tiflis.
"No soy partidario de destruir la herencia del pasado. Tener monumentos de Lenin o Stalin sería un despropósito, pero los bajorrelieves de la revolución de 1917, de la vida soviética, son otra cosa", afirmó en conversación con Efe el historiador Vladímir Golovín.
Para el líder del partido izquierdista Sakartvelo (Georgia) y excandidato presidencial, Gueorgui Liluashvili, "la destrucción de los símbolos soviéticos no tiene justificación".
"Es deseable que las futuras generaciones conozcan la historia del sistema soviético y saquen las conclusiones pertinentes", dijo a Efe el político.
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