Haciendo cola y con bozal
Los cubanos se amontonan en las tiendas en plena pandemia para comprar algo de jabón y comida
La Habana /Santa Clara /Holguín/Una mañana de comienzos de abril, Carmen Rojas recuerda cómo aprovechaba al máximo el jabón para lavar ropa durante el Periodo Especial. "Las astillas de jabón se guardan en nailon, para que no se pierda la fragancia original. Las puedes hervir o rayarlas con un guayo encima de la ropa", cuenta esta jubilada de 57 años, vecina de Santa Clara. "Después, enjuagar con tres o cuatro cubos de agua, para que las piezas no queden jaspeadas".
"Cuando aquello no había detergente", recuerda Rojas, que subsiste gracias a las remesas que le envía un hermano desde España. "Ahora estamos en lo mismo. A mí nada me coge ya por sorpresa. Lo que más preocupa es la comida. Sin bañarse se puede vivir".
En cierta forma, el razonamiento del Gobierno ha sido similar. Ante el endurecimiento del embargo y la caída del turismo, provocados por las políticas restrictivas de la Administración de Donald Trump y el colapso de Venezuela, las autoridades respondieron priorizando lo esencial.
Ante el endurecimiento del embargo y la caída del turismo, provocados por las políticas restrictivas de la Administración de Donald Trump y el colapso de Venezuela, las autoridades respondieron priorizando lo esencial
En septiembre de 2019, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velasquez, lo ratificó: "la prioridad son los alimentos", dijo a Granma. En un país donde la población vive con escasez crónica, proveer alimentos parecía suficiente, pero con la llegada a la Isla del covid-19 lo esencial cambió. Bañarse ahora sí es necesario para sobrevivir.
El virus está exponiendo las debilidades de los países que atraviesa, y Cuba no es una excepción. Aunque dispone de un sistema de salud público que presume ser mejor al de muchos países de la región y un Gobierno sin los contrapesos de una democracia (factores que ayudaron a China a superar la pandemia), las recomendaciones de higiene y aislamiento son más difíciles de aplicar que en otras naciones.
Una de la primeras medidas del Gobierno fue volver a incluir en la libreta un módulo de higiene con tres jabones de baño -uno para lavar ropa-, un tubo de crema dental y un litro de un tipo de cloro para dos personas. Pero muchos dudan de si realmente es suficiente esa cantidad o si será posible distribuir estos productos en todos los municipios y durante todos los meses que dure la pandemia.
La ministra Diaz Velasquez dijo el pasado 9 de abril que los jabones de lavar y tocador solo se habían repartido en 84 de los 168 municipios del país y que el promedio nacional de disponibilidad de cloro era de un litro y medio por persona. Adedmás, añadió que el detergente líquido y la crema dental "podrán adquirirse durante un periodo de tres meses, en dependencia de su disponibilidad".
Los productos de aseo fueron retirados de la libreta a finales 2010 y desde entonces se vendían de manera libre, pero en los últimos años escasearon en los establecimientos de venta en moneda nacional y se han podido comprar, sobre todo, en las tiendas de moneda convertible, controladas por el grupo empresarial del Ejército, cuyos precios son muchas veces inalcanzables para quienes viven de los salarios estatales.
Tampoco resulta sencillo cumplir con las medidas de aislamiento y distancia social, porque acumular alimentos no es una posibilidad, sobre todo para los productos que se distribuyen de manera irregular.
Tampoco resulta sencillo cumplir con las medidas de aislamiento y distancia social, porque acumular alimentos no es una posibilidad, sobre todo para los productos que se distribuyen de manera irregular
"Los que pasa es que te los dan por poquitos y tienes que estar al tanto de dónde es que los van a sacar a la venta", dice Gipsi Peña, una joven de Santa Clara que esta mañana de abril ya ha marcado su turno en tres colas. Además, por la limitación de unidades a la venta es común que los consumidores vayan acompañados para poder adquirir más, lo que aumenta las aglomeraciones.
En una reciente reunión del Consejo de Defensa Provincial de La Habana, sus dirigentes, Luis Antonio Torres Iribar y Reinaldo García Zapata, pidieron orden en las colas y que los productos no se concentren en pocos puntos de venta. Además, advirtieron de que los administradores de las tiendas que incumplan "serán juzgados según las normas jurídicas en situaciones de epidemia". "Hay que respetar a la población", añadió García Zapata.
En San José de las Lajas, en la provincia de Mayabeque, una ciudadana fue condenada a nueve meses de prisión por resistirse a ser detenida tras haber "proferido palabras que atentan contra el orden público" mientras hacía una cola, según la prensa local.
Las personas con más capacidad económica tienen mayor margen de maniobra, como Mariana Álamo, una vecina de 30 años de La Habana que arrendaba habitaciones a turistas y compró provisiones al inicio de la epidemia, lo que ahora le permite salir solo a hacer compras puntuales. "Hace unos diez días sacaron pollo en la esquina de la casa, en el Cupet. La cola estaba súper organizada, estaban dando numeritos, como unos turnos", dice. "La gente estaba tomando distancia. Estaban dando un paquete por persona, compré un paquete, lo que tocaba. Después, hemos seguido comprando en colas que vemos que funcionan bien, no en las aglomeraciones".
Pero la mayoría de cubanos sigue viviendo al día. Por eso, a pesar de que ya son centenares los contagiados en la Isla, las calles lucen de forma similar a la habitual. La única diferencia está en las mascarillas caseras que se han confeccionado en talleres de costura particulares y se venden a precios asequibles, entre 10 y 15 pesos.
En el centro comercial Puentes Grandes de La Habana, el último día de enero a mediodía, la fila era pequeña, de entre 50 o 70 personas, lo que supone un promedio de una hora para comprar. Ese día, sólo había papel sanitario y productos para el cabello en la sección de aseo.
En el centro comercial Puentes Grandes de La Habana, el último día de enero a mediodía, la fila era pequeña, de entre 50 o 70 personas, lo que supone un promedio de una hora para comprar
La fila estaba organizada por un trabajador que, cada 20 minutos, repartía tickets y permitía la entrada en grupos pequeños de 10 o 15 personas que debían lavarse obligatoriamente las manos antes de entrar con el agua clorada disponible en la entrada.
Además, una patrulla de cuatro policías supervisaba la zona. "El señor del pantalón negro y el pulóver amarillo, póngase su nasobuco. Sí, usted mismo, no mire para atrás que es con usted", decía la agente con un altavoz en la mano.
En el Cupet La Forestal, unos días más tarde, la cola era más reducida. Cinco personas que requerían menos de 30 minutos para entrar y sin control policial. En esta pequeña tienda había colcha de limpiar, productos para el cabello y jabón de baño, a un precio de entre 0,35 y 0,50 CUC pero limitado a dos por persona. Los inspectores, según la dependienta, habían pasado para verificar la cantidad a la venta de ese jabón de la marca Rubis, fabricado en Turquía.
En el Mercado Viazul, de Nuevo Vedado, este 10 de abril no había ni jabón ni detergente, ni tampoco pasta dental. En la sección de aseo sólo hay colonias, perfumes, y productos para el cabello.
Aunque no había muchas personas en la cola de este mercado, abastecido con pollo, pocos cumplían estrictamente con las medidas de distanciamiento y no había policía, ni ninguna otra autoridad que estableciera el orden.
Mientras, en Santa Clara las calles comienzan a llenarse a primera hora de la mañana. "Aquí hay que estar antes de las nueve, para coger el turno en la cola y para ver si sacaron algo nuevo", dice Elizabeth Llerena, que ha venido desde el reparto José Martí, en la periferia, porque "allá sí que no había nada para comprar".
"Aquí hay que estar antes de las nueve, para coger el turno en la cola y para ver si sacaron algo nuevo", dice Elizabeth Llerena
A las nueve y media, la muchedumbre supera las cincuenta personas que se amontonan y chismorrean sobre la precariedad alimenticia de sus hogares. Dentro de una de las tiendas, que no supera los 40 metros cuadrados, hay hasta tres aglomeraciones simultáneas: para la pasta dental y los jabones, para el aceite comestible y para los muslos de pollo, desaparecidos desde hace meses.
"En mi casa somos cinco y vivo con dos ancianos y mi hijo pequeño", dice Hilda González, una trabajadora por cuenta propia que se quedó sin empleo tras el cierre de la heladería en que estaba. "Soy yo, entonces, la que tiene que salir a comprar y debo hacerlo al menos tres veces por semana. En un día me meto en cuatro colas distintas para diferentes cosas, ya sea por comida, jabón o detergente".
La mayoría de los puntos de ventas estatales se encuentran desabastecidos y, donde sí hay disponibilidad, la limitación es de dos unidades por persona. Con el advenimiento de la pandemia, el dos se ha convertido en una constante para los cubanos.
"Son dos por cabeza y punto", dice la dependienta de una tienda en la que el producto más demandado son las bolsas del refresco instantáneo Piñata. Antes de comenzar la jornada, la trabajadora ya había separado una bolsa para ella y otra para una amiga que tiene dos hijos en casa con "las bocas abiertas", y "que no se llenan con nada", dijo.
Nadie se queja. La única preocupación son los dos paquetes de Piñata y el calor, ese vaho que les sazona los labios bajo un trozo de tela. "Por eso nadie protesta, esto es como un bozal", dice un hombre de la fila.
Tras media hora de espera en la fila, Angélica está a punto de entrar a la tienda de divisas La Luz de Yara, situada en el centro de la ciudad de Holguín.
"Necesito comprar picadillo de pavo y productos de aseo", dice. A sus más de 60 años, esta jubilada está entre la población de riesgo ante el coronavirus
"Necesito comprar picadillo de pavo y productos de aseo", dice. A sus más de 60 años, esta jubilada está entre la población de riesgo ante el coronavirus. En Holguín, de los 57 infectados hasta el momento, un 77% son mayores de esa edad.
Angélica vive sola con su esposo, convaleciente de una enfermedad que le impide hacer filas. Aunque le hubiera gustado quedarse en casa, sabe que tiene que ocuparse de las compras. "No tengo quien me ayude a comprar lo necesario para vivir", dice.
En realidad, ella es afortunada por poder comprar en una tienda de divisas gracias al dinero que recibe de sus hijos desde Estados Unidos, pero desde la llegada de la pandemia, la tienda ha regulado la venta por persona a cinco jabones, la misma cantidad que tubos de picadillo de pavo, el único cárnico disponible.
La medida ha creado malestar entre los clientes quienes protestan porque la poca cantidad de productos ofertados no compensa tanto tiempo de espera en la cola, una situación que se repite en otras tiendas de la ciudada, como Modas Praga, donde la fila se extiende más de una cuadra.
Allí, Enrique se queja porque en esta semana ha tenido que hacer cola en tres ocasiones. "Venden muy pocos productos por persona y por eso he tenido que venir varias veces", dice el hombre mientras el sudor inunda su frente por el intenso calor. "Si el Gobierno quiere que nos quedemos en casa, entonces que la venta en las tiendas no sea normada y podamos adquirir todo lo que necesitamos para no salir de casa".
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Cynthia de la Cantera es una periodisa basada en La Habana que colabora con Yuca Byte y Tremenda Nota.
Laura Rodríguez Fuente es una periodista basada en Santa Clara que colabora con Tremenda Nota y Cubanet.
Fernando Donate es un periodista basado en Holguín que colabora con Cubanet.
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