Dos días en un hospital de La Habana por sospecha de dengue
La enfermedad viral inseparable de los meses cálidos abarrota las consultas y las salas hospitalarias, sin que se anuncien datos oficiales ni estadísticas nacionales
La Habana/Primero fue la fiebre y luego brotó el sarpullido. La niña de nueve años llegó al Policlínico 19 de abril, en La Habana, al filo del mediodía del pasado martes. Con solo cruzar la puerta de la consulta fue diagnosticada: "Eso es dengue y lleva ingreso hospitalario", dijo con tono categórico la doctora de guardia.
La pequeña se había contagiado con el molesto acompañante que por estos días se extiende por los barrios de la capital cubana. El dengue, la enfermedad viral inseparable de los meses cálidos en esta Isla, abarrota las consultas y las salas hospitalarias, sin que se anuncien datos oficiales ni estadísticas nacionales sobre su presencia.
Tras ser diagnosticada, la niña aguardó junto a su madre para ser trasladada al Hospital Pediátrico Municipal Marfan, en una ambulancia que tardó más de una hora en llegar. En el interior del vehículo solo había un banco destartalado y no se veía ninguno de los equipos de reanimación que "aparecen en las películas", apuntó con desilusión la pequeña.
Pasada la una de la tarde, la sala de entrada al Marfan era un hervidero de gente. Madre e hija fueron acompañadas hasta la consulta para evitar que eludieran el ingreso, una práctica extendida entre quienes no quieren permanecer en un centro hospitalario donde las condiciones materiales, el calor y la mala calidad de los alimentos complican la estancia.
El doctor de turno, que en ese momento atendía a otros dos pacientes, preguntó "¿Y esto qué es, otro ingreso?", para añadir de inmediato que el hospital no tenía camas disponibles. Unos minutos después se liberó un espacio en una de las salas y la paciente recibió su hoja de ingreso, aunque todavía le quedaba un largo camino por delante.
Tras varios análisis de sangre, la madre llevó todos los papeles a la recepción pero el empleado que debía concluir el trámite estaba almorzando. Cuando regresó, 45 minutos después, le habían robado el bolígrafo y demoró media hora más en rellenar los documentos. La niña sudaba a mares, porque el aire acondicionado del hospital estaba roto.
Con la demora, la cama que se había liberado volvió a ocuparse y la paciente quedó en un limbo burocrático: tenía los papeles de la hospitalización pero no había espacio donde ingresarla. Finalmente, a las tres de la tarde surgió una posibilidad. Madre e hija se dirigieron al cuarto piso, donde la mayoría de los pacientes estaba por "sospecha de dengue".
Las cifras reales de cuántas personas han sido infectadas por este virus resultan difíciles de precisar. Algunas nunca van al hospital por temor a ser ingresadas
Las cifras reales de cuántas personas han sido infectadas por este virus resultan difíciles de precisar. Algunas nunca van al hospital por temor a ser ingresadas, otras tienen síntomas ligeros y para cuando se percatan ya la peor parte de la enfermedad pasó, mientras que no faltan las que prefieren apelar a un contacto en un policlínico u hospital para hacerse los análisis por la izquierda y enterarse a través del conteo de plaquetas si se han contagiado.
Con las abundantes lluvias de las últimas semanas ha crecido la presencia del mosquito Aedes Aegypti, principal portador del virus. A eso se le suma que, a diferencia de otros años, la campaña vectorial no ha sido tan intensa debido a los problemas económicos que atraviesa el país y que han obligado a recortar la presencia de inspectores y la fumigación.
Todo paciente diagnosticado e ingresado es solo una parte de cómo el dengue incide en la vida de una familia cubana. Poco después de que la niña fue hospitalizada en el Marfan, desembarcaron en el lugar el padre, la abuela y otros parientes acarreando desde pomos con agua hervida hasta comida, un ventilador, un cubo, sábanas y toallas.
Esta vez tuvieron suerte, porque en el baño de la sala no faltó el agua y funcionaban las pilas. Un verdadero milagro. "Vengo trasladada de otro hospital y allí no había agua nunca", cuenta la madre de una niña ingresada en una cama cercana. "La comida no está mala, lo que pasa es que no tiene buen sabor", advierte la abuela de otro paciente.
Debajo de mosquiteros, con los ventiladores que trajeron de sus casas y con laptops, tabletas o teléfonos móviles -que alivian la aburrida programación televisiva- así pasan el tiempo los infantes ingresados. De vez en cuando, los médicos llegan para evaluarlos, miden la fiebre y reportan si se liberó alguna cama que pueda permitir a los que esperan abajo subir y acostarse.
Las salas se convierten en pequeños parlamentos, mucho más cercanos a la realidad que las discusiones de la Asamblea Nacional
Las historias de otros centros hospitalarios se escuchan durante el día y la noche en boca de los acompañantes. Todo el mundo tiene alguna anécdota que contar sobre la demora, los problemas y las carencias. Las salas se convierten en pequeños parlamentos, mucho más cercanos a la realidad que las discusiones de la Asamblea Nacional que justo por esos días se desarrollaban a escasos kilómetros del Marfan.
Todos y cada uno de los que permanecen allí cuentan los días, las horas y los minutos para salir. A la segunda jornada sin fiebre, la niña recibe el alta médica. La familia recoge el campamento improvisado que habían montado con las pertenencias traídas desde la casa. Hay risas, despedidas y un gesto hacia el paciente de la cama vecina que hereda un jabón un trozo de pan.
La pequeña recibe un papel para mostrar en su área de salud y le recomiendan reposo. Del policlínico de su barrio mandan a fumigar la vivienda para "erradicar cualquier foco". Un día antes, en el Parlamento, la vicejefa de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, Regla Angulo, había asegurado que había brotes de dengue en varias zonas del país. No dio datos, ni cifras, ni detalles. Nada.
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