Oda urgente a los noventa
El autor dedica estos versos a sus años en La Habana, antes de salir de Cuba
Nueva Jersey/A Boris Larramendi, Enrique Del Risco y Vanito Brown, por la música, la amistad y el pie forzado
—con Debajo y Lucha Almada—
en alguna madrugada
de esa Habana que fue un mito,
mientras estaba proscrito
pensar y ser diferente
y recorría el ambiente
un ansia de libertad
y ocultaba la verdad
la prensa del delincuente.
Yo era un flaco allá en mi tierra,
un trovador sin canciones
que improvisaba unos sones
en descargas de posguerra.
A ratos, me iba a la sierra,
pero cantaba en el llano.
Era un joven ciudadano
policial y ante el despecho
Yo era un negro allá en La Habana
que tocaba la guitarra,
citaba a Violeta Parra,
Yo me aprendí de Nirvana
canciones que no entendía,
—¡por negro!—, por darme el susto,
en mi ciudad, cada día.
Yo era un flaco allá en La Habana.
represiva y chabacana,
contra la paz ciudadana
adoctrinaba a sus huestes.
Yo cantaba, echaba pestes,
que no deja que protestes.
Yo bajaba al malecón,
con amigos soñadores,
con guitarra de cajón,
mandaba a su policía,
con violencia y sangre fría,
Por eso yo me escapé
de Cuba y su tiranía.
que citaba a Baudelaire.
(Yo no sabía leer
en francés más que un poquito).
Soñaba que el infinito
me esperaba en (la) otra orilla.
Acaso la maravilla
de una guitarra insondable
me alivió al comerme el cable
de Cuba y su pesadilla.
Canté un bolero inaudito
de noche, en el malecón,
y soñé con un avión,
o a Madrid o al infinito,
más allá de la frontera
de una Cuba prisionera
por orden de un dictador
y su rabia carnicera.
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