El ordenamiento del Ordenamiento
Los marxistas cubanos tienen una añeja tradición en el uso del galimatías y del doble rasero para "esclarecer" los acontecimientos
Cienfuegos/Los marxistas cubanos tienen una añeja tradición en el uso del galimatías y del doble rasero para "esclarecer" los acontecimientos. Así, por ejemplo, mientras la invasión hitleriana a Polonia y sus crueles consecuencias era descrita por los comunistas criollos en el periódico Hoy como "guerra imperialista", la simultánea agresión del Ejército Rojo a ese mismo país -en connivencia precisamente con los invasores nazis-, la depredación de los recursos y la represión de sus habitantes entre 1939 y 1941 fue narrada como "campaña de liberación". Por fortuna, una prensa plural ofrecía diferentes enfoques sobre un mismo tema, permitiendo al cubano "sacar sus propias conclusiones".
Hoy, el Gobierno cubano, en esa misma línea y con todos los medios en sus manos, ha modelado el imaginario popular con justificaciones igual de zigzagueantes. De esa forma, la introducción del CUC como segunda moneda se considera un "acierto", a pesar de las críticas de legos y profesionales desde su implantación. Ahora lo despedimos porque "ya jugó su papel", redondeando olímpicamente 27 años de daños y desorden causados a la economía.
Cuando un mandatario foráneo impone medidas similares a las implantadas con el nuevo año Malecón adentro, lo llaman "paquetazo neoliberal". Acá, empero, se le denomina "Ordenamiento" con mayúscula, si bien en ambos casos aumenta el precio del gas para cocinar, de la energía eléctrica para el confort vital, del transporte, de lo necesario para sobrevivir.
De la misma manera, si un presidente extranjero dicta una disposición "neoliberal", como De la Rúa en Argentina, o más recientemente Lenín Moreno en Ecuador, los medios señalan al culpable en una precisa tercera persona del singular y presentan la eliminación de la decisión como un "logro" de las continuas protestas populares generadas. En nuestra sufrida Isla, las autoridades "escuchan" la reacción de los cubanos y, en una confusa primera persona del plural, "revisamos" las medidas -que nadie "nos" consultó- a veces de forma expedita antes de ser puestas en marcha, aunque hayan sido estudiadas durante años. Un desempeño así de un Gobierno fuera de nuestras fronteras sería calificado por la prensa oficialista, cuanto menos, como "incompetente".
En nuestra sufrida Isla, las autoridades "escuchan" la reacción de los cubanos y, en una confusa primera persona del plural, "revisamos" las medidas -que nadie "nos" consultó- a veces de forma expedita antes de ser puestas en marcha, aunque hayan sido estudiadas durante años
Molesta hoy al presidente el uso del término "corralito" para designar la imposibilidad de los cubanos de acceder al efectivo en sus cuentas de divisas libremente convertibles. Al criollo de a pie, sin embargo, le resulta difícil encontrar en la práctica diferencias entre lo ocurrido en 2001 en aquel país latinoamericano -incluidas las protestas populares provocadas- y su vida actual, en un contexto nacional donde las únicas tiendas medianamente surtidas funcionan con esas monedas.
Recientemente, en un programa televisivo caracterizado por "la palabra precisa", un ministro a cargo de la Tarea Ordenamiento nos iluminó acerca del carácter también... ¡cultural! del proceso. Para ello citó como ejemplo novedoso las protestas por la calidad del pan y de los helados Coppelia ahora, cuando los precios aprietan el zapato. Agradezco que comparta con nosotros su agudeza mental, pero lamento que no mencionara la prohibición crónica de expresar descontento, impuesta por el mismo Gobierno que representa. Nota al margen, el instrumento legal para la defensa del consumidor se creó recientemente -todavía es letra muerta- después de lustros de indefensión. Debido a esa desprotección, estuvimos y estamos privados del derecho de manifestarnos sobre otros asuntos de actualidad, resumidos en la implantación de mecanismos capitalistas en el peor de los escenarios nacionales posibles: libertad de expresión coartada y violación frecuente de los derechos humanos.
Paradójicamente, el "Ordenamiento" fue "diseñado" para eliminar la baja productividad de los trabajadores, generalizada por la falta de incentivos y desorganización endémicas. También para poner fin a las gratuidades y subvenciones populistas -en el argot oficialista "indebidas"-, fuentes de clientelismo político. A subvenciones "indebidas" se suman históricamente otras muchas ya olvidadas, como la gratuidad de los teléfonos públicos y de los círculos infantiles, el horario laboral abierto, el pago del 100% del salario por enfermedad, disposiciones todas enfocadas a mantenerse en el poder por más tiempo que cualquier otra república en la historia mundial.
En fin, calma gente de pueblo. Según la jerigonza oficialista: en este momento "conveniente", escogido por "nosotros" en medio de la pandemia más difundida jamás sufrida por la humanidad, "revisaremos" cada decreto y "estaremos" en permanente "ordenamiento del Ordenamiento". En tanto, el precio de la carne de puerco ya subió a 60 pesos, y al igual que Javier Sotomayor, apunta a romper su propio récord.
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