Ajedrez castrista en Venezuela
El sorprendente, aunque esperado, resultado de las elecciones venezolanas puede tener una explicación bastante simple si constatamos que eso implica la salida del panorama político venezolano de Diosdado Cabello, el mayor enemigo de Nicolás Maduro y por tanto de los hermanos Castro.
El cambio de actitud hacia el proceso electoral de parte del presidente Maduro pudiera ser una orden desde La Habana con vistas a resolver, con el triunfo de la oposición, dos aspectos que preocupan, en primer lugar, a los Castro: el poder actual del presidente de la Asamblea Legislativa venezolana, Diosdado Cabello, enemigo de Cuba y por tanto de Maduro; y en segundo lugar, esquivar el golpe internacional que implicaría darle base legal a la propuesta del presidente electo de Argentina Mauricio Macri para aplicar la cláusula democrática contra Venezuela.
Los últimos días antes de las elecciones fuimos testigos de un cambio radical de la posición de Nicolás Maduro respecto al proceso electoral. De mensajes originales de violencia para salir a las calles, pasó a una actitud de disculpar sus palabras diciendo que "había sido malinterpretado" y que el Gobierno aceptaría los resultados. Recibió a los (antes enemigos) expresidentes latinoamericanos en el palacio de Gobierno (mandados –sin éxito– a expulsar de Venezuela por Cabello) y permitió la votación de Leopoldo López en la cárcel, entre otros cambios evidentes de postura, que solamente se explican si existiera una orden desde La Habana en tal sentido.
El cambio radical de la posición de Maduro hacia el proceso electoral solo se explica si existiera una orden de La Habana en ese sentido
La política es un ajedrez complejo. La victoria de la oposición en estas elecciones parlamentarias es una derrota para Nicolás Maduro, pero no cabe dudas de que el principal derrotado es Diosdado Cabello, y ese objetivo es altamente jerarquizado por La Habana y será muy bien recibido por Maduro. Desde luego que ya la Isla prepara cómo enfrentar una asamblea legislativa opositora, porque Maduro tiene otros tres años en la presidencia, tiempo suficiente –desde el punto de vista cubano– para neutralizarla, habiendo ganado tiempo.
Aventurando una hipótesis, tras la orientación cubana de aceptar la voluntad popular en Venezuela, pudiera estar la actual relación Cuba-EE UU y una posible negociación para que La Habana influyera en Caracas en ese sentido, con vistas a iniciar un deshielo de Caracas con Washington sin sacar a Maduro del poder pero sí a Cabello. Contra el presidente de la Asamblea Nacional pesa la acusación de ser jefe del narcotráfico en Venezuela, y ya vimos la solución que dio La Habana a esas acusaciones contra generales cubanos antes.
Todavía es muy temprano para hacer conjeturas con un grado de exactitud razonable, pero la constatación de un triunfo opositor aceptado de buena gana por el presidente Maduro –el mismo que antes había hablado de "masacres" si esto sucedía– merece una profundización adicional más allá de decir "se cumplió con la voluntad popular", cuando sabemos que para los hermanos Castro no existe razón que no sea el velar siempre por la defensa de sus intereses.
Así, la aceptación de la victoria de la oposición venezolana podría haber sido impulsada por la división en el seno del oficialismo y los ánimos cubanos de deshacerse de un enemigo muy peligroso.