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¿Amenazas?

Pedro Armado Junco, que reside en Camagüey, teme que sean ciertos los rumores de "abrir operativos" contra su persona. (CC)
Pedro Armando Junco

07 de octubre 2016 - 09:55

Camagüey/Llegan hasta mí comentarios, cuyos contenidos espero no sean ciertos, de que hay a quienes no les agrada cuanto escribo y, sobre todo, en qué medios lo hago. Tampoco agrada, al parecer, que reciba en mi casa amigos que son considerados activistas de la oposición. Colocan la perspectiva de una espada de Damocles, que en lenguaje moderno y muy cubanamente actual se traduce en abrir operativos contra mi persona.

Es lamentable que se intente atacar con terror blanco a quien desde hace ya bastante tiempo ha bebido el antídoto del miedo. Pero no deja de ser preocupante para un viejo de casi 70 años lo lleven detenido a una unidad o se le propine cualquier tipo de daño físico con resultados irreversibles que hasta puedan conducirlo a la muerte. Es preocupante, digo, porque no merezco alcanzar el título de mártir. Lo mínimo que pueda sucederme lo conocerá el mundo apenas a los cinco minutos de ocurrido.

No deja de ser preocupante para un viejo de casi 70 años lo lleven detenido a una unidad o se le propine cualquier tipo de daño físico con resultados irreversibles

Pero veamos con mejor cara de qué se me acusa tras bambalinas: de escribir artículos muy críticos en mi blog La furia de los vientos, en el sitio digital Cubanos por el mundo y, últimamente, en 14ymedio, portal "enemigo" este último que ni siquiera se puede leer en Cuba gracias a la satanización que sufre tan solo por estar ligado estrechamente a la bloguera más famosa de Cuba y a su esposo.

Al parecer, esa fue la gota que colmó la copa. Ahora pregunto: ¿lanzar al ciberespacio la queja de unos vecinos que se opusieron en masa a que el solar aledaño a su edificio fuera donado a una alta funcionaria del Ministerio del Interior cuando desde hace 15 años han venido pidiendo al Gobierno se utilice ese lugar como área pública es un delito? Si eso es pecado, me gustaría saber con quiénes estamos: ¿con los indios o con los cowboy? Porque el resultado de esta notificación por un medio independiente –vale recalcar que ningún medio oficialista hizo caso a las quejas de estos vecinos– fue quien logró salieran de la sombra las ilegalidades en los trámites burocráticos de la donación y la violación de la ley en lo exagerado del área asignada.

¿A quiénes pertenecen las Aberraciones incongruentes que desaprobé con la mejor de las intenciones hace algunas semanas? De aberraciones y errores garrafales está colmado el cotidiano vivir del pueblo cubano. Ahora, sin ir más lejos, se devela una escultura en el centro histórico de Camagüey a la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda. Los que le rinden tamaño homenaje, como si no bastaran una calle y un teatro a su nombre, ignoran por completo el inmenso desprecio que esa dama sentía por el hombre cubano o nunca han leído sus cartas al eterno amante Ignacio de Cepeda. Sin embargo, la estatua de Amalia Simoni, la patricia valiente que respondió al oficial español "corte usted mi mano antes de escribir a mi marido que sea traidor" brilla por su ausencia en la ciudad que la vio nacer y morir. No causará extrañeza que en cualquier momento se levante un obelisco al almirante Cervera en la entrada de la bahía de Santiago de Cuba y se erija un busto a Pánfilo de Narváez en el olvidado Caonao.

Quizás haya sido mi artículo Pueblo de esclavos el que soliviantó los ánimos de algún comisario político cuando redacté las interrogantes de un estudiante de nivel medio, o acaso mi comentario Cuba y la parábola del elefante que no pasa de ser mera especulación de mi entelequia personal.

Escribir es un derecho inalienable del ser humano, refrendado no solo por el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sino por las inmortales palabras del Apóstol, que tantas veces he repetido y ahora haré una vez más:

Gandhi fue el insigne opositor del colonialismo británico en la India, los principales dirigentes que gobiernan hoy en Cuba fueron irrestrictos opositores de la tiranía batistiana

"Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado". "Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado".

Mi otra actitud mortificante para ese ser omnipresente que vigila y exige le seamos mansos y obedientes es recibir en casa a opositores, como si no estuviera implícito en mi carácter mantener las puertas de mi hogar abiertas a todo el que toque en ella sin importar color, edad, sexo e ideología, siempre que lo haga con empatía y respeto.

Lo primero que habrá de tenerse en cuenta es el sentido bueno de esa palabra que se pretende satanizar, porque oponerse a lo mal hecho es una virtud, nunca un pecado. Gandhi fue el insigne opositor del colonialismo británico en la India, los principales dirigentes que gobiernan hoy en Cuba fueron irrestrictos opositores de la tiranía batistiana.

Puede que en el mismo saco quepan aquellos opositores que gritan consignas contra el Gobierno en plena calle o escriben frases obscenas en las paredes de la ciudad. Estos también son opositores, claro, cuya impotencia solo les permite vislumbrar como señera fórmula injuriar a quienes los oprimen, los explotan y los ignoran. Si alguno de estos llegase a mi casa para invitarme a conformar un grupo y asaltar en mitin de repudio al presidente de los CDR o la secretaria de la FMC, gritarles improperios y propinarles golpes, les cerraría las puertas de inmediato, porque a quienes pretenden atropellar tienen tanto derecho a ser revolucionarios como ellos a no serlo. Pero si el que toca a la puerta de mi casa, aún proclamando las razones más justificadoras, me propone realizar un sabotaje, un atentado o cualquier acto de violencia por pequeño que sea, de seguro seré yo el primero que ha de correr a denunciarlo.

Mi casa está expedita a todo forastero que llegue a dialogar con tolerancia, sea este un miembro del Minint o del Partido, o un connotado representante de alguna organización opositora pacífica

No obstante las opiniones discrepantes, mi casa está expedita a todo forastero que llegue a dialogar con tolerancia, sea este un miembro del Minint o del Partido, o un connotado representante de alguna organización opositora pacífica; el respeto al otro ha de ser, y es, mi línea de conducta a seguir según aprendí del más grande de todos los cubanos. Como mi pequeñez no me permite alcanzar la magnanimidad del cura Hidalgo, me he propuesto besarle las sandalias.

En mi último viaje a la capital, un amigo ilustre resumió en cuatro palabras por qué y para qué trabajamos. Trabajamos para "despenalizar la discrepancia política". Trabajamos "para que el Gobierno sea bueno". Trabajamos para conseguir un cambio pacífico y armónico hacia la prosperidad, donde nadie sufra la pena del atropello y la revancha y se vea impelido a marcharse del país.

Trabajo para que dentro de muchos años, cuando de nosotros apenas queden los huesos carcomidos, pueda decir mi nieto que acaba de nacer:

–Mi abuelo fue uno de los cubanos que trabajó para que yo viva realizado en una patria próspera, democrática y pacífica.

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