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El amor en tiempos coléricos

Al régimen se le ocurre hablar de progresismo cuando someterá a referéndum los derechos de las minorías

Activistas de la comunidad LGBTI se manifestaron en La Habana en 2019 y fueron reprimidos por la Seguridad del Estado. (14ymedio)
Yunior García Aguilera

02 de agosto 2022 - 12:29

Madrid/La retórica del régimen suele emplear palabras azucaradas para maquillar un rostro donde hay demasiadas salpicaduras de sangre. Su consigna "Cuba por la Paz" contradice una historia marcada por los fusiles y los uniformes. América Latina aún no se ha recuperado de las cicatrices causadas por la violencia que la dictadura exportó hacia sus territorios, fomentando el desarrollo de decenas de guerrillas armadas. Y, para colmo de dobleces, bastó con ver la bandera rusa con la Z de victoria presidiendo el pasado desfile del 1 de mayo en la Isla. Mientras la mayoría del planeta condena la inmoral guerra de Putin, Cuba apoya descaradamente una invasión imperialista.

Otra frase usada con frecuencia es "Cuba vive y trabaja". Indigna el cinismo de quienes han reprimido a golpes las protestas más multitudinarias de nuestra historia, han disparado a jóvenes por la espalda y han condenado a centenares de manifestantes a condenas altísimas. Nuestro país sufre, además, un tsunami migratorio que sin duda ha provocado, por primera vez en décadas, que el número real de habitantes hoy esté por debajo de los 11 millones. Y ni hablar del desastre económico. Lo que comenzó siendo "coyuntural" se ha convertido en la mayor crisis de los últimos 30 años.

Indigna el cinismo de quienes han reprimido a golpes las protestas más multitudinarias de nuestra historia, han disparado a jóvenes por la espalda y han condenado a centenares de manifestantes a condenas altísimas

En Cuba no se ve la luz al final del túnel, pero no solo por los apagones, que ahora han querido bautizar como "solidarios". Los burócratas del régimen se aferran irracionalmente a un modelo que saben fracasado porque les garantiza el monopolio del poder. Ya no pueden ni siquiera hablar de utopías o convicciones ideológicas.

La casta que gobierna en Cuba es, en el fondo, más capitalista que Adam Smith. Viven como burgueses y tienen a sus parientes al frente de jugosos negocios para engordar las arcas familiares. La verdadera causa de su obcecación es que, simplemente, tienen miedo. Ceaucescu se les aparece en sus peores pesadillas. Saben que el mínimo cambio en el sistema provocaría el colapso definitivo de sus privilegios.

Por eso persisten en mostrarse como ositos del cariño, hablando de humanismo, justicia social y progresismo, a pesar de saber que el país se derrumba.

¿Cómo se atreven a hablar de humanismo después de aprobar el Código Penal más retrógrado e injusto de la región? Mientras la humanidad avanza hacia eliminación de la pena de muerte, ellos la amplían a 24 delitos, casi todos de carácter político.

¿Cómo osan hablar de justicia social cuando en medio de la pandemia invirtieron muchísimo más en hoteles que en hospitales? En los dos últimos años se han gastado más de 1.500 millones de dólares en un turismo cuyas ganancias ni son transparentes ni revierten en beneficios sociales. La educación, la salud, la cultura y el deporte muestran signos inequívocos de retroceso.

Y, encima de todo, ¿cómo se les ocurre hablar de progresismo cuando someterán a referéndum los derechos de las minorías?

En mis redes sociales he dejado clara mi posición sobre el Código de las Familias. Pero mi postura a favor de que la ciudadanía alcance más derechos no desconoce que se trata de una inmensa cortina de humo. Cuba llega muy tarde a unos derechos que ya fueron conquistados en el Chile que sufrió a Pinochet, en la Colombia donde siempre gobernó la derecha, en la Argentina que padeció a Videla, y hasta en Bolivia, donde Evo Morales afirmaba que la homosexualidad era provocada por los pollos transgénicos.

Todavía hay personas en Cuba que sufrieron los horrores de la 'parametración' o que fueron llevados en camiones y trenes hacia las Unidades Militares de Ayuda a la Producción

No se puede borrar de un plumazo un crimen por el que nunca han pedido disculpas. Todavía hay personas en Cuba que sufrieron los horrores de la parametración o que fueron llevados en camiones y trenes hacia las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Ahora pretenden que esa comunidad, marginada y vilipendiada durante años, se muestre agradecida. Ahora intentan echarlos a pelear con los cristianos, quienes también han sufrido persecución religiosa y discriminación. En mi familia vi llorar más de una vez a una madre a la que arrebataron la patria potestad sobre sus hijos, porque su fe era incompatible con la educación socialista.

La dictadura está tan obsesionada en aparentar ser toda ternura, que en sus consignas procura colocar perennemente la palabra amor. Incluso han comenzado a llamar "odiadores" a todos los que luchan por un cambio democrático. Es una desquiciada prostitución del lenguaje.

Sin embargo, me mantengo optimista. A pesar de la cólera, amar dejará de ser el verbo cursi de una dictadura hipócrita y posesiva. Amar, más temprano que tarde, recuperará su verdadero significado.

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