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Ascenso y caída de una diócesis

Ampliación del Obispado de Pinar del Río. (Juan Carlos Fernández/14ymedio)
Juan Carlos Fernández

26 de marzo 2015 - 05:35

Pinar del Río/"¡Cuánto ha cambiado todo. Qué bonita ha quedado la Catedral con esos adosados!", exclamaba un laico católico al regresar de visita la pasada primavera a su natal Pinar del Río tras décadas de exilio.

La mejora de la infraestructura de la diócesis, que comenzó con la llegada al arzobispado de Monseñor Jorge Enrique Serpa Pérez, impresiona. Las obras de construcción mantienen un ritmo acelerado y los tradicionales problemas con los permisos han desaparecido. El costo de la estrategia para lograrlo, sin embargo, será difícil de subsanar.

El Cardenal Jaime Ortega y el arzobispo Serpa emprendieron juntos la tarea, que ha pasado por complacer a las autoridades cubanas, suprimiendo parte de la actividad laica de la diócesis para lograr, a cambio, la obtención de beneficios.

Cuando en enero de 2007, Monseñor José Siro González Bacallao hacía entrega oficial de la Diócesis a Serpa, comenzaba un nuevo capítulo en la vida pastoral, religiosa y social de la iglesia local.

El nombramiento coincidía con un acercamiento entre las autoridades y parte de la jerarquía católica, encabezada por el Arzobispo de La Habana, Jaime Ortega y Alamino. Ese estrechamiento de las relaciones tuvo su punto culminante en la visita a Cuba de Benedicto XVI, en marzo de 2012, y la salida de la cárcel de un nutrido grupo de los presos de la Primavera Negra.

En la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba también se allanaba el camino al entendimiento. Los dos obispos más incómodos para el Gobierno estaban a punto de retirarse por cuestiones de edad. En Santiago de Cuba, Pedro Meurice, anciano y enfermo cedía su episcopado a un discípulo suyo, Dionisio García. Al otro extremo de la Isla, José Siro se retiraba a Mantua y dejaba el camino libre para el pacto.

Desde la toma de posesión del nuevo obispo en Pinar, transcurrieron apenas tres meses para que comenzara el desmantelamiento de todas las obras que se consideraban un obstáculo para mejorar las relaciones con el Gobierno.

Transcurrieron apenas tres meses para que comenzara el desmantelamiento de todas las obras que se consideraban un obstáculo para mejorar las relaciones con el Gobierno

Se forzó la salida de los miembros del consejo de redacción de la revista Vitral y se desarticularon el centro de formación y la editorial. También se disolvieron la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares, la Pastoral Juvenil, la Comisión Católica para la Cultura y el Consejo Diocesano de Laicos. De este modo, los laicos salieron de las estructuras de la iglesia pinareña.

Cuando Monseñor Serpa tomó posesión, tras 20 años sirviendo en la arquidiócesis de Bogotá, la diócesis de Pinar del Río contaba con apenas 17 sacerdotes, menos de 30 religiosas y un nutrido grupo de laicos comprometidos. Los templos estaban deteriorados y las dificultades para obtener permisos de restauración eran notables.

Ahora, por primera vez en más de cincuenta años, todas las parroquias tienen curas, el número de miembros por congregación religiosa ha aumentado y se ha permitido la entrada y el asentamiento de otras órdenes, entre ellas, las Brigidinas, que se han extendido desde La Habana.

Su gestión le ha permitido apuntarse, además de la restauración de la Catedral, la ampliación de la casa parroquial y la construcción de un complejo de aulas para catequesis y encuentros. La Iglesia ha podido también comprar una sede para Cáritas ubicada en el centro de la ciudad, a menos de una cuadra de la sede provincial del Partido.

Además, ha logrado en solo ocho años que Sandino sea el primer pueblo cautivo en poseer un templo, uno de sus mayores logros diplomáticos ya que durante 25 años las autoridades le negaron insistentemente el permiso a Siro. El regreso de las procesiones religiosas en toda la diócesis también hay que anotarlo a la cuenta de Serpa.

Pero las consecuencias negativas de su mandato también se dejan sentir. El Obispo se queja de la poca motivación y falta de compromisos de los fieles, incluso para hacer donaciones. Por otra parte, el compromiso social es casi nulo y la pastoral es eclesial ‒algunos más severos la llaman clerical. Salvo la del Obispo, no hay presencia de miembros de la Iglesia en ningún ambiente social.

"La pérdida de autoridad moral no se logra de un día para otro", susurra un católico pinareño. "Reconstruir eso cuesta mucho más que cualquier templo nuevo", sentencia el laico.

El legado que dejará el actual obispo cuando se retire, a los 75 años, será una magnífica infraestructura arquitectónica que no será necesario tocar en mucho tiempo. Lo difícil será volver a formar, articular y preparar la Iglesia formada por laicos que fue desmontada.

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