Batista, un mesías tropical

Historia sin histeria

Puede que seis décadas de adoctrinamiento nos hagan ver el pasado con cierta distorsión

Fulgencio Batista nació un 16 de enero, el día de San Fulgencio, en 1901
Fulgencio Batista nació un 16 de enero, el día de San Fulgencio, en 1901 / Archivo
Yunior García Aguilera

05 de mayo 2024 - 16:03

Madrid/Fulgencio Batista consiguió un papel destacado en la telenovela cubana a partir del 4 de septiembre de 1933, durante la revuelta de los sargentos. Llegó incluso a convertirse en la estrella absoluta, alcanzando el grandilocuente apodo de El Hombre. ¿Cómo pudo un sargento desconocido pasar de un papel de reparto al rol protagónico? ¿Cómo logró un guajirito de piel rojiza acaparar las portadas durante varios capítulos de nuestra historia nacional?

Sabemos que nació un 16 de enero, el día de San Fulgencio, en 1901. Nació en Banes, un realengo oriental que dos hermanos franceses habían convertido en pueblo, gracias a sus plantaciones bananeras. La gesta independentista arrasó luego con los platanales, pero los gringos montarían centrales azucareros que le devolverían la fiesta al caserío. Allí, en un bohío levantado por su propio padre, nació el primogénito de cuatro hermanos. No fueron “blancos pañales”, pero Batista le sacaría todo el jugo posible a ese origen humilde.

Existen fotos suyas ejerciendo oficios de sastre o carpintero antes de que le saliera la sombra de un bigote

Su padre, Belisario, había sido mambí. A pesar de ser analfabeto, se las arregló para que su hijo se instruyera, mientras lo atiborraba de anécdotas sobre la Guerra de Martí. El pequeño Beno estudiaría primero con una muchacha del pueblo que, sin ser maestra, se dedicaba a enseñar a los niños a leer. Luego matricularía en una destartalada escuela cuáquera. El niño iría a estudiar por las noches, mientras por el día se dedicaba al corte de caña y a otras labores domésticas. Existen fotos suyas ejerciendo oficios de sastre o carpintero antes de que le saliera la sombra de un bigote.

Su madre, por otro lado, era una mujer profundamente religiosa. Sin embargo, Batista recordaría la sensatez con la que Carmela lo llevó a ver el paso del cometa Haley sin los miedos o supersticiones que mantenían al resto de los habitantes del pueblo bajo sus camas, por aquellos días de 1910. Un lustro después, la perdería, con apenas 14 años.

Fanático del ferrocarril, el joven Batista logra convertirse en retranquero. Aunque su verdadera vocación era ponerse un uniforme militar. Puede que seis décadas de adoctrinamiento nos hagan ver el pasado con cierta distorsión. Nos cuesta comprender lo que podía provocar en un campesino de aquella época la imagen de la Guardia Rural. Sin embargo, hay narraciones que aseguran que no había guajiro que no levantara la cabeza del surco cuando pasaba una pareja a caballo, ni había guajirita que no se asomara a la puerta del bohío para verlos pasar. Era una mezcla de fascinación y miedo. Y eso era lo que quería Batista, hasta que lo logró, en 1921.

Como soldado, tampoco destacó demasiado, pero aprovechó el tiempo libre para estudiar taquigrafía por correspondencia. La costumbre de andar todo el santo día con libros bajo el brazo le trajo el apodo de El Literato, algo que no le disgustaba en absoluto. Lo más sobresaliente de esos años es que llegó a formar parte de la seguridad del presidente Zayas en una finca en Wajay. Fue allí donde conoció a su primera mujer, Elisa Godínez, con quien se casaría en 1926. Un año después sería ascendido a cabo, nada del otro mundo. Y tendría que esperar otro año más para ascender a sargento mayor taquígrafo de La Cabaña. Soñar con llegar a capitán era tal vez demasiado pretencioso para un soldado que venía desde tan abajo, sin dinero, ni apellidos, ni leyendas.

Batista dio un discurso donde sacó toda la labia popular de Belisario cuando hablaba de la guerra, toda la fascinación de Carmela cuando vio pasar el cometa Haley

Tras la caída de Machado, muchos civiles y militares se sentían insatisfechos con la actuación del presidente Céspedes. Un rumor, un simple rumor, fue el detonante de la insubordinación. Se comentaba que el Gobierno reduciría las plantillas del Ejército y recortaría salarios. Fue así como, liderados por un tal Pablo Rodríguez, se forma la Junta de los Ocho. Batista había sido involucrado como secretario del grupo, entre otras razones, por su dominio de la mecanografía y por tener un viejo Ford donde el grupo podría moverse para conspirar.

Pero Batista tenía otro as bajo la manga, sabía hablar en público. Pablo Rodríguez no imaginó que cederle la palabra al taquígrafo lo apartaría en una esquina de la Historia. Batista dio un discurso donde sacó toda la labia popular de Belisario cuando hablaba de la guerra, toda la fascinación de Carmela cuando vio pasar el cometa Haley. Habló de “soldado-hombre” y enfatizó con rabia guajira la palabra “dignidad”.

Al concluir, la tropa solo decía una cosa: ¡Viva Batista! Una semana después ya era coronel y se convertía en el verdadero Poder en Cuba, durante un cuarto de siglo.

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