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Mi no a la Bienal de La Habana es por la libertad de Luisma y de todos los cubanos

El póster de Angela Davis por Rostgaard me inspiró pero el mío no fue un encargo del Estado

Fragmento del póster de Luis Manuel Otero Alcántara diseñado por Julio Llópiz-Casal.
Julio Llopiz-Casal

01 de noviembre 2021 - 12:13

La Habana/A mí, que me gusta huir de los lugares comunes (porque lo que quiero es ser feliz y no ser pedante), me ha venido una idea a la cabeza.

El artista más interesante de los años 60 y 70 en Cuba no es Umberto Peña, no es Servando Cabrera Moreno, es Alfredo Rostgaard.

Los tres son magníficos artistas. Pero Rostgaard tuvo la oportunidad de practicar su creatividad en una zona de la producción cultural global, que en la Cuba de aquellos años estuvo vedada debido al conservadurismo que también las Revoluciones padecen.

Rostgaard tuvo la oportunidad de practicar su creatividad en una zona de la producción cultural global, que en la Cuba de aquellos años estuvo vedada debido al conservadurismo que también las Revoluciones padecen

Al igual que en la vanguardia artística cubana de la primera mitad del siglo XX, donde los ecos más auténticos de la vanguardia global se dieron en la caricatura, el diseño y otras artes consideradas menores, en los primeros años de la Revolución cubana los diseñadores de carteles se pasearon, corretearon y retozaron en los predios de sistemas de referencia que para las artes convencionales de la época estaban proscritos. Por eso las influencias de la gráfica psicodélica, el Pop Art o el Op Art, se ven con más nitidez en un póster o una portada de libro que en una pintura de aquellos años.

El conceptualismo y el minimalismo que aparentemente no tuvimos en el arte cubano se encuentran en algunos trabajos de diseño hechos para Casa de las Américas en los años 70, pero sobre todo en los carteles de Alfredo Rostgaard: esa fiera de la composición, la sensibilidad tipográfica y la gracia referencial. En la rosa de Canción Protesta, en la cámara humeante del Icaic décimo aniversario, en el Lenin alienígena y el Nixon que se convierte en hombre lobo y otros carteles están contenidos algunos de los aciertos estéticos más perdurables y ambiguos de la producción artística nacional. El responsable es ese hombre.

Mi galería personal de referentes artísticos es heterogénea casi hasta la obscenidad. Mi obra acaba no pareciéndose mucho a la de estos porque las superposiciones y combinaciones acaban siendo demasiadas. Me parezco más a mis contemporáneos porque los vicios, malos y buenos, se pegan.

Rostgaard está entre los creadores a los que siempre vuelvo. Recientemente he podido hacerle honor como nunca a esta sintonía.

Cuando diseñé la imagen de Luis Manuel Otero Alcántara, con la franja roja que sale del párpado inferior y recorre el pómulo y la mejilla, pensé en la Angela Davis de Rostgaard especialmente, aunque también en toda la hemorragia de solidaridad de la gráfica cubana ante su encarcelamiento.

Siempre he admirado la agudeza visual y la osadía en la gráfica política y de solidaridad de los años 60 y 70 en Cuba, sobre todo la producida desde la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (Ospaal). Siento que en ella hubo un sentido de la emergencia y del deseo de hacer viral una imagen que me resultaba envidiable, aunque mi manera de entender el mundo y Cuba sean muy diferentes a las de aquellos cartelistas. No soy un diseñador; simplemente soy un artista conceptual al que le interesa el diseño como herramienta. A raíz del 27N he tenido la oportunidad de usar mis conocimientos al respecto como no la tuve antes.

Estoy seguro de que Alfredo Rostgaard sintió necesidad real de solidarizarse con el encarcelamiento de Angela Davis, una intelectual negra, comunista, norteamericana, activista antirracista, feminista, por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, vinculada con las Black Panthers, además de que sus trabajos fueran por encargo del Estado cubano. Mi solidaridad con Luis Manuel Otero Alcántara, por la brutalidad que sobre él descarga el mismo Estado que le encargaba los carteles de Angela Davis a Rostgaard, es igual de auténtica. La diferencia es que mi imagen de Luis Manuel nadie me la pidió.

No sé si Rostgaard llegó a conocer a Angela Davis. Yo a Luis Manuel no solo lo conozco, sino que comparto con él complicidad estética y vivencial. Le vi hacerse un artista y él a mí también. Discrepamos y encontramos nuestros puntos en común. Hoy está en prisión por discrepar políticamente con el Gobierno cubano (como Davis en su momento) y ha padecido una violencia abusiva por esto.

Mi No es en contra de que la Bienal sea usada como blanqueador de una violencia que es responsabilidad exclusiva del Estado cubano y que terminará alcanzándonos a todos si no reaccionamos

La Bienal de La Habana es como la Ospaal. Son dos instituciones que surgieron con fines culturales y políticos y que acabaron teniendo solo estos últimos, siempre estatales y nunca políticos-participativos. Hoy, la Ospaal no puede costear la impresión de la revista Tricontinental (publicación desde la cuál se conocieron mundialmente los carteles de Rostgaard), como tampoco la Bienal de La Habana tiene recursos, aparentemente, para apoyar financieramente los proyectos de los artistas que participarán en su decimocuarta edición.

Mi no a la Bienal de La Habana no tiene que ver con que esté en contra de que la Bienal exista; mi no es en contra de que la Bienal sea usada como blanqueador de una violencia que es responsabilidad exclusiva del Estado cubano y que terminará alcanzándonos a todos si no reaccionamos. Mi no se escribe con L. L de Libertad: para Luis Manuel, para Maykel Osorbo, para José Daniel Ferrer, para Felix Navarro, para Yoan de la Cruz, para los presos políticos, para todos los cubanos... todos.

Entre Angela Davis, Alfredo Rostgaard y Luis Manuel Otero Alcántara me confirman esto.

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