La Bobadilla, primera y única mujer que gobernó en Cuba
Isabel de Bobadilla, esposa de Hernando de Soto, rigió la Isla entre 1539 y 1544
Madrid/Las mujeres tuvieron una gran importancia en la conquista de América. Más allá de Isabel la Católica, una estirpe de féminas con el apellido Bobadilla no se conformaron con bordar en sus aposentos, sino que fueron protagonistas de la época que les tocó vivir y tejieron algo más que leyendas.
Una de ellas fue Beatriz Fernández de Bobadilla, marquesa de Moya, consejera de la reina y soporte de la empresa colombina. Tanto fue su poder e influencia que, en sus tiempos, se regó por toda España el dicho popular: "Después de la reina de Castilla, la Bobadilla".
Beatriz de Bobadilla y Ulloa, una de sus sobrinas, no solo fue conocida como La Cazadora, por ser la hija del cazador mayor de los reyes, sino que su belleza y astucia lograron "cazar" a más de uno. Se rumora que, entre los que sucumbieron ante sus encantos, se encontraban el propio rey Fernando y el mismísimo Cristóbal Colón. La reina católica tuvo que casarla con Fernán Peraza y mandarla bien lejos, al archipiélago canario. Y cuentan que allí fue tan despiadada que se ganó el sobrenombre de la dama sangrienta.
Pero la Bobadilla de la que quiero hablarles es otra descendiente de esa estirpe, no tan cazadora y no tan sangrienta, aunque se convirtió en la primera y única mujer que gobernó en Cuba. Conocida como Isabel, contrajo matrimonio con Hernando de Soto, el conquistador de las tres Américas. De Soto fue nombrado gobernador de Cuba en 1537; sin embargo, el hombre tenía otros horizontes en mente.
El 17 de mayo de 1539, Hernando partió a explorar y conquistar la Florida y dejó a su esposa al mando de la Isla. Realmente era muy raro en su época que una mujer fuese nombrada para tan alto cargo. Isabel era la primera en hacerlo, aunque en 1541 Beatriz de la Cueva también fue designada gobernadora de Guatemala, cargo que ocupó por solo dos días, debido a su repentino fallecimiento.
Jamás, en 64 años de castrismo, una mujer ha sido ministra de cultura, educación superior, salud, turismo, transporte, energía y minas, industrias o construcción; muchísimo menos de relaciones exteriores o economía
Mucho se ha especulado sobre el nombramiento de la Bobadilla. Algunos investigadores sugieren que De Soto no podía confiar en nadie durante su ausencia, y que por eso rompió la tradición patriarcal y prefirió nombrar a su esposa por encima de sus amiguetes. Lo cierto es que los documentos de la época confirman que Isabel no solo gobernó de jure, sino también de facto, entre 1539 y 1544.
La Bobadilla debió enfrentar la rivalidad entre los colonos y asegurarse de terminar la construcción de la primera fortaleza. Las cartas del rey español estaban dirigidas a ella, reconociendo su nombramiento y liderazgo. Isabel no solo fue descrita por sus contemporáneos con los típicos atributos que se reservaban para las damas. De ella se decía que era una mujer con gran fortaleza e inteligencia, culta y muy ecuánime a la hora de resolver conflictos.
Su esposo murió sin tener éxito en su ambiciosa empresa floridana. Y el machismo narrativo se encargó de pintar a Isabel como una especie de Penélope tropical, trepada sobre La Fuerza, mirando a los barcos penetrar en la bahía habanera. La Giraldilla, símbolo de la ciudad, es vista por algunos como un homenaje a la Bobadilla.
Pero no es cierto que la primera y única gobernadora de Cuba muriera de amor sobre el tejado. Isabel partió a España en 1544, donde murió dos años después. La historia que sí tiene algo de romántica es la de su esclava blanca, también llamada Isabel. La chica estaba muerta en vida con un pescador llamado Alberto Díez, así que la Bobadilla le dio su carta de libertad para que regresara a Cuba, enfrentando incluso al Consejo de Indias.
Desde 1959, Cuba ha estado gobernada por una casta de pelo en pecho. La narrativa de los Castro y el canelato continuista han reservado un papel muy secundario para las mujeres. En los discursos de clausura de los congresos de la Federación de Mujeres Cubanas, fue un hombre el que dijera siempre la última palabra.
Jamás, en 64 años de castrismo, una mujer ha sido ministra de cultura, educación superior, salud, turismo, transporte, energía y minas, industrias o construcción; muchísimo menos de relaciones exteriores o economía; y ni hablar de los ministerios del interior o de defensa.
En contraste, son muchas las mujeres que tienen hoy un papel protagónico en la lucha por hacer de Cuba un país verdaderamente democrático e inclusivo. Tal vez mañana, una de ellas sea quien gobierne.
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