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Del capitalismo al capitalismo

Fernando Dámaso

05 de junio 2015 - 07:20

La Habana/Aunque muchos se nieguen a aceptarlo y algunos prefieran ignorarlo, en Cuba se está realizando el tránsito hacia el capitalismo "con prisa y con pausa". Esta es la verdadera fórmula en ejecución, a pesar de la retórica oficial acerca de "salvar el socialismo" y "hacerlo próspero y sostenible", pensada más para tranquilizar a los camaradas nostálgicos que al pueblo cubano.

"Con prisa" se está construyendo ese sistema, porque las autoridades lo necesitan urgentemente para sobrevivir y mantenerse en el poder. "Con pausa" porque temen que se les escape de las manos el control para instaurar el capitalismo. Los pasos que se están dando, por ahora principalmente en la economía, apuntan a ello y es evidente el interés por las inversiones extranjeras, vengan de Rusia, Francia, Alemania, China, Brasil, Canadá, España o Estados Unidos, todos con economías de mercado.

Se cumple el viejo chiste que dice "el tránsito más largo y difícil al capitalismo se produce a través del socialismo". Nadie se imagina, sin embargo, a corto plazo un capitalismo al estilo de nuestra etapa republicana, con sus luces y sus sombras. Tampoco se parecerá al de Noruega, Suecia, Dinamarca o Suiza, y menos aún al de Francia, Alemania o Estados Unidos. El capitalismo que llega es de Estado, ajeno a la democracia, donde los actuales dirigentes tratarán por todos los medios de mantener el poder político y asegurar el mayor control posible sobre la economía.

El capitalismo que llega es de Estado, ajeno a la democracia, donde los dirigentes tratarán de mantener el poder político y asegurar el mayor control posible sobre la economía

Los que hoy ostentan cargos más importantes posicionarán a sus familiares y colaboradores más cercanos como empresarios capitalistas, favorecerán a sus socios extranjeros con capital total o mixto. Mientras, al resto de los cubanos les quedará, si acaso, la pequeña producción agropecuaria y los servicios mediante las cooperativas de diferente tipo, donde, como ya se ha aclarado, "cambia la forma de gestión pero no la propiedad".

De todas maneras, con cualquier ropaje que se pretenda presentar ese sistema, se trata de un capitalismo, aunque bastante primitivo. Con el paso de los años y la actividad de los ciudadanos, este modelo atípico se irá decantando y humanizando, aunque al principio todo sea muy difícil. En este contexto, el restablecimiento y mantenimiento de relaciones normales con Estados Unidos ejercerá cierta influencia en relación con la democratización del país, pero no será el elemento determinante.

Las diferentes administraciones de ese país, hayan sido demócratas o republicanas, han priorizado sus intereses sobre todo los demás y, al igual que el Gobierno cubano, han mantenido relaciones tanto con gobiernos democráticos como con otros de corte autoritario. La Casa Blanca no tiene ningún compromiso ni obligación con los cubanos de traer la libertad a nuestro país. Creer en ello es aceptar una posición de sometimiento a un poder extranjero. El compromiso y la obligación de restaurar la democracia en Cuba constituyen una responsabilidad y una tarea exclusiva de todos los cubanos.

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