Carta abierta de una seguidora "anormal" a Israel Rojas del dúo Buena Fe
Te confieso que yo también creía ser un ala en pleno vuelo, aunque, al parecer, no todo lo que crees termina siendo
La Habana/Aún conservo intacto en la memoria el día en que por vez primera asistí a uno de tus conciertos. Si te soy sincera, a pesar de que había escuchado tus canciones y me parecían geniales, me atraía más socializar con el público joven e inteligente que te perseguía a todos lados. Sin embargo, esa noche fría de noviembre hace 13 años, en el teatro Karl Marx abarrotado de gente que coreaba con vehemencia tu repertorio, me volví una fan más, la señal fue sentir mi piel erizada con cada canción.
Me sentí identificada con el doble sentido con que se desarrollaban tus temas y salí de aquel lugar deseosa de construir una Cuba mejor, una Cuba nueva. Tanto pensé que era el inicio de una transformación social verdadera en nuestra amada tierra, que en ocasiones temí por ti y por tu grupo. En pos de apoyarte, recorrí largas distancias solo para verte y cantar junto a ti Catalejo, Nalgas, Pi 3,14, entre otras. Allí estuve entre las primeras, nos miramos varias veces y canté a la par tuya Dijo el diablo. Te confieso que yo también creía ser un ala en pleno vuelo, aunque, al parecer, no todo lo que crees termina siendo.
Hace tiempo que cambiaste, aunque no quieras reconocerlo públicamente y tildes de "anormal" a todo el que, como yo, una vez pensó que Catalejo era dirigida al sistema totalitario y cruel que nos oprime y hunde como nación. Me sentí ofendida, sí, mucho. ¿Pero sabes qué? Me quedo en paz conmigo misma. Prefiero mil veces más ser "una anormal confundida" que nunca entendió de qué iban tus canciones a ser lo que hoy eres. Hoy ya no creo en tu buena fe ni Pi.
Me sentí terriblemente triste cuando supe que el pasado 11 de julio no estabas ahí junto a mí y a los miles de cubanos que salimos a las calles a pedir libertad. Más decepcionada aún cuando te vi en la televisión tras aquellas protestas jurando derramar tu sangre por esos poderosos que una vez te consideraron un peligro, los mismos que ahora te usan como arma contra la indignación popular.
Mi disco 'Catalejo' tuve que venderlo para comprarles leche en polvo a mis hijos. Ya no puedo ver el meñique en mi pie, mientras el tuyo lo cambiaste por un carro moderno
Te autoproclamas ahora el "edificador en jefe" de lo posible y lo hermoso, mientras no te dejas atrapar por "la tontería y la mongá" que reclama un pueblo entero. Te vistes de cirquero y te prestas a presentar lo impresentable dibujando una sonrisa falsa en tu rostro. Insinúas que los más de 600 presos políticos, entre los que se encuentran menores de edad, están tras las rejas por tonterías. Sería más humano que pidieras la libertad de todos ellos, entre los que hay muchos de los seguidores de tu música.
Utilizas el doble significado de tus canciones para criticar a conveniencia. Ahora nos quieres hacer creer que la diana de esas composiciones no es el sistema totalitario que desgobierna este país –la dictadura más longeva del hemisferio–, sino las grandes corporaciones capitalistas que, a tu juicio, "son el mal de toda sociedad". Claro Israel, son tan malos ellos que probablemente sean los culpables de que nuestros campos no produzcan hace más de 60 años, aunque en algún momento te desgastaste diciendo que "la maldita culpa no la tiene nadie".
Mi disco Catalejo tuve que venderlo para comprarles leche en polvo a mis hijos. Ya no puedo ver el meñique en mi pie, mientras el tuyo lo cambiaste por un carro moderno, desde donde ahora transmites directas a través de Facebook. En cambio, seguramente utilizas unos binoculares para vigilar y acribillar con tu léxico poderoso a todo aquel que disiente y, tal vez de paso, para atrapar por el cuello y apretar a quien ose vestir de blanco y ofrecer una rosa a Martí.
Exigir a tus compatriotas que no se quejen es cínico, especialmente hacerlo "desde Marte o Plutón" donde te has ubicado por los privilegios oficiales de los que disfrutas. La gente que te aplaudió se siente ahorcada por la situación que se vive en esta Isla, pero no te quieres dar por enterado porque ya la jaqueca y el malhumor pasaron de ti, ya no malgastas tu tiempo pensando en los demás, ahora solo estás en la tierra para gozar de las prebendas del poder.
La vida es más que las "construcciones mediáticas" que tanto denuncias. También es colaboración y amor, lucha y libertad, algo que bajo una dictadura no podemos tener. Te recomiendo, Israel, no seguir cerrando los ojos a los desmanes del Partido Único. En lugar de desdeñar a quienes creyeron en tus canciones, sería bueno que te sumaras como "corazonero remendón" a reanimar el latido de esta nación. No somos "anormales", solo creemos que una Cuba donde quepamos todos es posible.
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