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Los censores hablan de la censura

Víctor Ariel González

30 de marzo 2015 - 18:42

La Habana/La Pupila asombrada es un espacio cuyo primer desacierto es el nombre. Con escenario, conducción y contenidos bastante mediocres, realmente este programa de televisión no cuenta con nada asombroso para ver. Pero para oír, quizá algún que otro espectador esperaba que su más reciente salida al aire abordara con seriedad un tema muy espinoso: la censura.

Sin embargo, ese televidente con altas expectativas no tardó en decepcionarse. La censura es un problema que afecta hoy a todo realizador cubano, pero La Pupila no se preocupó por eso. Fue la censura ajena, aquella que supuestamente sufren las naciones "bajo el dominio de grandes corporaciones", la que ocupó el audiovisual.

Hubo incluso una sección dedicada al maccarthismo, esa época de "delirio represivo" en Estados Unidos en la que "grandes artistas vivieron tiempos de acusaciones, interrogatorios, juicios y torturas", apuntó la conductora del programa. Ni de lejos fueron mencionadas las razias antiintelectuales emprendidas por el Gobierno cubano, aquellas cuyo espíritu quedó definido por Fidel Castro en su mussolinesca frase "con la Revolución todo, fuera de la Revolución nada".

Sería demasiado pedir que se trataran sin tapujos capítulos tan lamentables como las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), los procesos de depuración universitaria o los mítines de repudio. O que se recordara cómo hace menos de cuarenta años escuchar The Beatles podía conllevar una sospecha. Esas páginas de la historia nacional han sido olvidadas por los medios oficialistas.

Si, a fin de cuentas, pocos saben quiénes fueron Cabrera Infante, Reinaldo Arenas o Heberto Padilla; y si los fantasmas de Piñera o Lezama Lima han sufrido exorcismos de desagravio póstumo, entonces ¿qué sentido tiene hablar de la censura en Cuba?

Hubo una sección dedicada al “delirio represivo” en Estados Unidos pero no fueron mencionadas las razias antiintelectuales emprendidas por el Gobierno cubano

Tal vez ninguno para los invitados que prestaron sus palabras a La Pupila asombrada. Se utilizaron, por ejemplo, declaraciones del actor Enrique Molina a una cadena de habla hispana para una digresión sobre el financiamiento de proyectos. Como "no existe un presupuesto estatal para hacer cine, los directores [cubanos] tienen que buscar la financiación en el exterior", contó quien interpretara a Silvestre Cañizo en la popular novela Tierra Brava.

Molina, que obviamente no tiene muchas intenciones de exigir nada al Ministerio de Cultura, achacó la falta de dinero a la falta de productores extranjeros "con buenas intenciones y con honradez" que busquen algo distinto de reflejar "las cosas feas de La Habana" o de "que todo sea un cuestionamiento a la política del país". Eso, unido a las dificultades que supone el "bloqueo" para dar a conocer el cine cubano en el exterior, constituye la censura para este artista.

Para el músico Fidel Díaz Castro, "los censores del mundo contemporáneo se han vuelto diplomáticos" porque dicen: "Mi socio, yo quisiera poner tu obra, pero eso no vende". Ahí se refirió a la censura impuesta por las preferencias del mercado, aunque bien podría tratarse de un intento por justificar la incompetencia propia.

Otro de los invitados fue Iroel Sánchez, figura principal de la blogosfera oficialista en un país sin Internet. El bloguero habló de un documental que critica los grupos mediáticos propiedad de consorcios financieros. "En Estados Unidos se puede hablar mal de un presidente demócrata o de un presidente republicano", dijo Sánchez, "pero (...) no se puede hablar mal de los propietarios de estos grandes grupos financieros que controlan los medios de comunicación".

Iroel Sánchez no citó el ejemplo de que el partido gobernante y el propietario de medios de comunicación sean el mismo. Este es precisamente el caso cubano, donde el Partido Comunista es dueño exclusivo de los medios que existen en el país.

El denominador común a lo largo de La Pupila fue el tema norteamericano. A juzgar por el mensaje final, en aquel país persiste una feroz represión de alcance transnacional. Y como esto lo dijo la televisión cubana, dudarlo queda terminantemente prohibido. No hubo tiempo para mencionar a quienes buscan dentro de la Isla emitir un juicio crítico fuera de las pautas dictadas. ¿También es culpa de un enemigo externo?

La Pupila asombrada tiene, en efecto, muy mal puesto el nombre. El mayor error es haber concebido como asombro, y no como insulto, que el discurso oficial quedase impune una vez más. Es lo que pasa cuando los censores no tienen a nadie que los censure.

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