El chino de la peseta
Abogado, poeta, periodista y gran orador, Zayas fue el primero de los doctores en llegar a la presidencia
Madrid/Zayas es retratado en Cuba como el más corrupto de los presidentes de la República. Para reforzar esa tesis, nuestros libros escolares enfatizan un suceso en particular: la Protesta de los Trece. Nadie puede negar que comprar el viejo convento de Santa Clara por más del doble de su precio no era una operación ni muy santa, ni muy clara. También es cierto que el país, encima, sufría una crisis profunda, bajo el efecto de las "vacas flacas".
Pero Alfredo Zayas, en realidad, no fue más corrupto que sus antecesores, ni que sus sucesores, hasta el día de hoy. Lo que sí hubo, durante su mandato, fue una mayor libertad de expresión. Todo el mundo tuvo luz verde para arrancarle públicamente las tiras del pellejo. Y eso, por lo menos, es un mérito del que no pueden presumir, ni de lejos, los tres últimos sujetos que han posado sus nalgas sobre la silla del poder desde el fin de la República.
¡No me digas, Yunior, que ahora vas a defender a Zayas! Pues no, el hombre no era pariente mío, aunque lo apodaran El Chino. No voy a negar que se autonombró historiador oficial, con muy buen salario, sin llegar a terminar nunca su prometida Historia de Cuba. Tampoco negaré que tuviera la asombrosa suerte de ganar dos veces la Lotería Nacional. No voy a ocultar que se mandó hacer una estatua en vida. La escultura medía dos metros y medio y tenía una mano metida en el bolsillo y con la otra señalando hacia el Palacio Presidencial. El humor criollo bromearía sobre aquella escultura diciendo: "lo que tengo aquí... me lo robé de allí". En el lugar donde se encontraba aquel monumento, hoy se rinde culto a un barco llamado "abuela", en inglés, el barco que trajo de México al mayor ladrón de nuestra historia.
Yo no pretendo solicitarle al Vaticano la beatificación de Zayas. Pero, a pesar de sus sombras, hubo también muchas luces en aquel habanero que llevaba una peseta española en el bolsillo de su chaleco
Abogado, poeta, periodista y gran orador, Zayas fue el primero de los doctores en llegar a la presidencia. Fue, probablemente, el más erudito de nuestros jefes de Estado. También logró llegar a ese puesto sin que aquello provocara una guerra, y eso ya es bastante. En aquellos años de forja, la lucha entre partidos políticos por un trozo de poder era violenta y perenne. La prensa de la época le llamaba "la brava" a esas constantes luchas intestinas. El Chino había estado demasiado tiempo bajo la sombra del Tiburón (el ex presidente José Miguel Gómez) en las filas liberales. Hasta que, con su partido "de los cuatro gatos", aunque se nombraba Popular, logró por fin llegar a la presidencia. Ya le había ganado en 1916 a Menocal, pero este se puso en "modo Maduro" y se negó a admitir su derrota, estallando la frustrada revolución de La Chambelona.
De El Chino hay que decir que, como delegado de la Constituyente de 1901, se opuso a la Enmienda Platt y al arrendamiento de la Base Naval de Guantánamo. Hay también que mencionar que la Isla de Pinos volvió a ser nuestra. Hay que señalar que reconoció la personalidad jurídica de la Federación Estudiantil Universitaria, empoderando al alumnado. Hay que subrayar que sofocó la insurrección del Movimiento de Veteranos y Patriotas sin dar una orden de combate contra el pueblo y sin tirar un tiro. Hay que recordar que su paquete de medidas sí funcionó, sacando al país de una crisis económica tremenda, a diferencia de ciertos reordenamientos, resistencias creativas y paquetazos. Cuba fue el primer país del mundo en restaurar su Hacienda después de la Primera Guerra Mundial. Y también fue el primero en pagar su deuda de guerra con Estados Unidos.
Volviendo al principio. Lo que evitan mencionar nuestros maestros en sus clases de Historia es qué ocurrió después con cada uno de los integrantes de la famosa Protesta de los Trece. El propio Juan Marinello, cincuenta años más tarde, escribiría para la revista Bohemia: "¿Cuántos, entre los trece protestantes, se mantuvieron junto a las masas y a la liberación nacional? Lamar Schweyer traicionó el primero y Mañach, Ichaso, Lizaso y Masó se pasaron al campo enemigo, haciendo armas contra la Revolución. Otros se cruzaron de brazos, dando a la Protesta categoría de juvenil devaneo". Así suele ser de irónica la Historia.
Yo no pretendo solicitarle al Vaticano la beatificación de Zayas. Pero, a pesar de sus sombras, hubo también muchas luces en aquel habanero que llevaba una peseta española en el bolsillo de su chaleco, desde sus años de destierro.
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