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Cuando la cola se cree cabeza

La pregunta hoy no es cuándo se cae el sistema. La pregunta es: ¿cuándo el sistema se va a enterar de que se cayó?

El Partido ya no es la vanguardia sino la retaguardia de la sociedad cubana
Eliécer Ávila

21 de abril 2016 - 09:52

La Habana/Durante estos días en que ha sesionado el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, hemos escuchado infinitas veces por la televisión y la radio afirmaciones como: "El partido no cambiará jamás sus concepciones", "No permitiremos la acumulación de la riqueza", "No permitiremos el diversionismo ideológico", "No permitiremos la concentración de la propiedad", "No permitiremos que se olvide la historia", "No permitiremos los hábitos consumistas...", No permitiremos...

Sin duda, este ha sido el congreso que ha roto todos los récords de los "No permitiremos...". Esta postura absolutamente defensiva es inexplicable en una fuerza que se considera sólida en sus bases de apoyo popular, así como en su proyección internacional. En cambio, es compatible con una organización que se percibe acorralada y sin salida.

No obstante, algunos perciben con preocupación, pesimismo y hasta decepción, el hecho de que el Partido declare e institucionalice su inmovilismo en medio del escenario actual. Yo creo que, por el contrario, es un buen paso a favor del cambio.

El hecho de que el Partido Comunista no cambie, no significa que Cuba tampoco cambie

Para empezar, lo que la cúpula dirigente está haciendo es remachar su total divorcio con las necesidades y aspiraciones reales de la gente. Esto, tarde o temprano, hará que se esfume el escaso capital político con el que cuenta. Pero lo más importante no es ni siquiera eso. Hoy quiero llamar la atención sobre algo en lo que pocas veces nos detenemos a pensar: el hecho de que el Partido Comunista no cambie, no significa que Cuba tampoco cambie. La sociedad cubana seguirá evolucionando digan lo que digan los comunistas en sus congresos.

Pongamos algunos ejemplos prácticos de todas las batallas que ha perdido el Partido en los últimos tiempos y que demuestran que no es la vanguardia sino la retaguardia de la sociedad cubana.

Hace años, y por orden de los máximos dirigentes del país (Abel Prieto, entre ellos), se decidió terminar con la influencia interna y la propia existencia del Paquete, compendio semanal de audiovisuales extranjeros que no pasan por el filtro del Partido. Resultado, ni la Mochila ni ningún otro engendro pudo destronar lo que surgió espontáneamente del ingenio cubano y que hoy se afianza vigoroso cada vez con más contenidos que incluyen propuestas nacionales censuradas.

Desde antes, la misma "dirección del país", esa que pocas veces queda claro de quién se trata realmente, ordenó a la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) y los Joven Clubs la "creación" de plataformas que sustituyeran, o más bien imitaran, a las existentes en el mercado global de internet para el intercambio libre y abierto entre las personas, las redes sociales. Resultado: la Tendedera, simulador de Facebook; el Espejo, simulador de Blogspot o WordPress, Ecured, Nova, y todos los simuladores anacrónicos que debieron frenar la fuerza de las herramientas universales fracasaron, dejando tras de sí una estela de gastos millonarios, tiempo perdido, capital humano desaprovechado y también burócratas frustrados, muchos de ellos presentes hoy en el cónclave partidista "hambrientos de nuevas misiones".

La actividad económica privada también se ha seguido desarrollando no gracias a, sino a pesar de, las indicaciones del Partido. Una nueva Ley de aduana e infinitos cuerpos de corruptos inspectores fueron creados para acabar con la actividad económica informal dentro del país. Resultado: nunca hubo un mercado negro tan surtido como el de hoy. Desde los productos más básicos como el papel sanitario o huevos, pasando por ropas de marca, tecnologías, motos o el equipo más sofisticado para un tratamiento láser de belleza, todo, lo puede encontrar en las redes clandestinas creadas por jóvenes expertos en el más exquisito marketing alternativo.

Hace unos días, tuve sentado en la sala de mi casa a un excolega de la UCI. Después del abrazo y la complicidad correspondiente, me explica que está trabajando para una "compañía cubana" de programación para móviles. Y me pregunta si necesito una de estas apps para el movimiento. "Puede hacerse para iOs y Android, no hay problemas", me dice. "Solo va a costar 300 CUC y la podemos hacer en una semana".

Para entender a la Cuba de hoy, y sobre todo para mejorarla, se debe saber que el Partido Comunista va por un lado y el resto de los cubanos va por otro

Yo dudo mucho que mi amigo y sus socios, todos identificados con pulóveres muy corporativos, vinieran a verme por la conciencia revolucionaria que los caracteriza o por la noción colectiva de solidaridad edificadora. Mi socio y sus socios quieren ganar dinero. Dinero, no diplomas, ni reconocimientos, ni viajes por el centro, ni bonos sindicales, ni ningún sustituto prostituido y envenenado del dinero puro y duro. Ese con el que pueden hacer lo que les venga en gana. Tomarse una caja de cerveza, arreglar su casa, comprar un carro, viajar o leer tranquilamente un texto comprado en CUC en la Feria del Libro de La Habana. Dinero de verdad, con el que pueden ser banales o profundos, hacer las más incontables locuras o instruirse, sin que nadie les pida explicaciones o les eche en cara "lo que la Revolución hace por ellos".

Mi amigo y sus amigos, y todos los que de verdad están creando, innovando, abriendo puertas y derribando fronteras por un mejor futuro para sus familias y para Cuba, no pierden su tiempo escuchando a los que afirman desde sus cómodas sillas en el Palacio de las Convenciones que "resistir es la palabra de orden".

Para entender a la Cuba de hoy, y sobre todo para mejorarla, se debe saber que el Partido Comunista va por un lado y el resto de los cubanos va por otro. Insistir en que el partido cambie o asuma con responsabilidad sus errores más allá de la necesaria demagogia, es un espejismo. Estimular y ser parte activa del cambio que se está dando al interior de la sociedad es más realista.

La pregunta hoy no es cuándo se cae el sistema. La pregunta es: ¿cuándo el sistema se va a enterar de que se cayó?

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