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Una confrontación esteril

Miriam Celaya

05 de febrero 2015 - 06:15

La Habana/Con fecha 4 de febrero de 2015, el espacio digital Diario de Cuba publicó un texto de la autoría de Antonio González Rodiles ("Hablar con la misma voz"), donde este activista alude a un artículo de opinión del abogado opositor René Gómez Manzano acerca de las similitudes entre dos documentos emitidos por la sociedad civil independiente de la Isla: los Cuatro Puntos consensuados por el Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana, el 22 de diciembre último, y la Hoja de Ruta propuesta por el Foro por los Derechos y Libertades varios días después.

Hubiera sido deseable que los editores del Diario de Cuba facilitaran a los lectores el texto de Gómez Manzano ("No hay diferencia sustancial entre los Cuatro Puntos y la Hoja de Ruta", 28 de enero de 2015) a través del correspondiente enlace al también diario digital 14ymedio, donde fue publicado, pero este desliz editorial no es el motivo del presente análisis. Apenas pretendo hacer algunos comentarios y acotaciones sobre lo que plantea González Rodiles, admitiendo de antemano que puedo incurrir en errores de interpretación de una sintaxis que no resulta suficientemente clara en todos sus enunciados.

En principio, no comparto la preeminencia que otorga el autor a la polarización de la oposición en "dos tendencias" a raíz del anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los Gobiernos estadounidense y cubano. En todo caso, se esté de acuerdo o no con las propuestas del presidente Barack Obama a propósito del diálogo iniciado con las autoridades cubanas, ése no puede constituir en lo absoluto el epicentro de las aspiraciones políticas de la sociedad civil ni debe ser aceptado como "el parte aguas" que defina dos bandos antagónicos en la oposición: los que se oponen al acercamiento porque consideran que el diálogo Cuba-EE UU va a "legitimar" el régimen cubano, y los que entienden que esto podría ampliar las posibilidades de la sociedad civil al interior de la Isla.

El hecho es que los que elegimos apostar a la gradualidad de los cambios y buscar las oportunidades que nos pueda ofrecer un nuevo escenario, hemos asumido –sin previo acuerdo y sin realizar un cónclave sobre el tema– un posicionamiento ético común en ciertos aspectos clave, que se pueden resumir en dos puntos esenciales: 1.- La solución de los problemas de Cuba y la consecución de la democracia competen únicamente a los cubanos y no dependen de la voluntad o de las políticas de un Gobierno extranjero, cualquiera que sea. 2.- No hemos descalificado, agredido verbalmente, provocado ni ofendido a nadie que no comparta nuestras opiniones.

No hemos descalificado, agredido verbalmente, provocado ni ofendido a nadie que no comparta nuestras opiniones

Por eso hay que agradecer que González Rodiles en su texto finalmente haya comprendido que "ambas posiciones manifestamos nuestro compromiso con la democracia y el fin del totalitarismo", de lo cual se infiere una renuncia a la desautorización de la opinión diferente.

Ahora bien, una cuestión es estar de acuerdo o no con las negociaciones entre los dos Gobiernos y otra, muy diferente, es el tema del Espacio Abierto y los Cuatro Puntos, los cuales no incluyen consideración alguna que sugiera el menor vínculo entre nuestras aspiraciones democráticas y las decisiones del Gobierno estadounidense. Mezclar ambas cuestiones en un mismo debate introduce confusiones, además de no ajustarse a la realidad, lo que se hace evidente, por ejemplo, en un enunciado tan confuso como éste: "La política de Obama es aplaudida por quienes se agrupan en el Espacio Abierto y tiene varios elementos visibles".

Lo cierto es que no todos los que participan del Espacio Abierto "aplauden" lo que el autor genéricamente denomina "la política de Obama". Tampoco deja claro qué son esos llamados "elementos visibles", que solo refuerzan imprecisiones en su texto. Aprovecho para recordarle que el Espacio Abierto se inició con enorme anticipación al conocimiento que tuviéramos acerca de las conversaciones entre los Gobiernos de EE UU y Cuba.

En otro orden, ya de naturaleza estrictamente política, González Rodiles se refiere a que los del Espacio Abierto que apostamos por el diálogo damos "legitimidad al régimen", no planteamos "precondiciones para el proceso político", aceptamos "que el proceso de transición vaya (...) de la mano de los actores del régimen, lo cual presupone que éstos serán parte del futuro de la Isla" y consideramos "que los cambios democráticos vendrán como evolución de supuestas transformaciones económicas" introducidas por el propio régimen por la presión de las medidas propuestas por el Gobierno de EE UU.

Obviamente, semejante posicionamiento ignora las experiencias de otras transiciones, que han resultado exitosas precisamente porque se han producido pacífica y civilizadamente en el seno del ordenamiento social existente, a partir de diálogos y negociaciones con elementos de los mismos regímenes que detentaban el poder. Tales son los casos de la modélica transición española, que tanto debe a Adolfo Suárez; la polaca, que puso en la mesa de negociaciones al poderoso sindicato opositor, Solidaridad, y a otros actores de la sociedad civil, junto a Wojciech Jaruzelski; o la chilena, tras la cual se mantuvo como senador vitalicio del país al dictador Augusto Pinochet, por citar solo los ejemplos más conocidos.

Otras transiciones han resultado exitosas porque se han producido pacífica y civilizadamente en el seno del ordenamiento social existente

La consecución de la paz por la vía de la negociación política, no solo es menos traumática, sino que también logra efectos más permanentes, a pesar de que, necesariamente, implica hacer ciertas concesiones y ofrecer algunas garantías que resulten ventajosas para ambas partes.

La única alternativa posible a la vía negociada es la confrontación. Pero, seamos realistas, ¿acaso la oposición y la sociedad civil independientes de Cuba cuentan con las fuerzas y los recursos suficientes como para plantar cara y obligar a abandonar el poder a un Gobierno que controla el Ejército, las fuerzas del orden, todos los cuerpos represivos y la economía? Ciertamente, no. De hecho, ni siquiera hemos conseguido ser incluidos en ninguno de los diálogos que se han producido para la liberación de presos políticos, pese a la acción decisiva y siempre meritoria del movimiento de las Damas de Blanco por más de una década que, a pesar de su valor, no ha logrado hasta hoy que el pueblo se sume a sus marchas o repudie frontalmente la represión contra ellas.

No se trata solo de que "el Gobierno no nos reconoce", sino de la debilidad que exhibimos. Porque si bien el Gobierno, con todo su poder totalitario, no tiene real legitimidad porque no ha sido elegido libremente por "el soberano", tampoco nosotros hemos sido elegidos como representantes del pueblo, puesto que –por las razones que sean– no hemos logrado sentar bases sólidas entre los cubanos y, por tanto, no tenemos poder de convocatoria. ¿En nombre de cuál "soberano" estaríamos actuando, máxime cuando se pretende negar las capacidades de éste?

"Los derechos humanos y la promoción de la democracia, como principales objetivos, no deben estar enmascarados en otros elementos. Deben ser mostrados especialmente al pueblo cubano, desconcertado luego de 57 años de dictadura, para que pueda decidir hacia dónde desea enrumbar a nuestro país" (el subrayado es de esta escribidora). Esta afirmación de González Rodiles descarta que la posibilidad de prosperar económicamente es uno de esos derechos humanos y, además, una de las vías más expeditas para empoderar a los cubanos y favorecer su conversión en sujetos independientes del Estado-Partido-Gobierno, y está contenida en uno de los Pactos cuya demanda de ratificación al Gobierno ha suscrito casi la totalidad de la sociedad civil. Por cierto, elevar una demanda formal al Gobierno, presentada a la Asamblea Nacional, ¿no es también una manera de legitimar al régimen?

Pero, prosiguiendo, en el enunciado del autor –numéricamente errado puesto que Cuba suma ya 63 años en dictadura– subyace la visión mesiánica de que es preciso enseñar lo que se debe saber (porque, obviamente, no sabe) a ese pueblo "desconcertado", incapaz de elegir por sí mismo su destino y, por tanto, condenado a que algún sujeto, tocado por una especie de divina sapiencia, lo guíe por el buen camino, tal como hizo en su momento F. Castro. Ergo, este pueblo niño necesita un nuevo mesías... Y supuestamente en este sí debe y puede confiar. En ese sentido, resulta tranquilizador que la Hoja de Ruta exponga: "No nos sumaremos a la construcción de un nuevo autoritarismo". Es un verdadero alivio; sé que nosotros, los del Espacio Abierto, tampoco lo haremos.

No es cierto que los Cuatro Puntos privilegien los beneficios que se derivarían de "supuestas transformaciones económicas", sino que consideran éstas como una potencial herramienta para el fortalecimiento de una sociedad civil incipiente que sumaría actores –no necesariamente sujetos políticos activos– al proceso de cambios. Quienes tuvimos la oportunidad de dialogar cercanamente con la señora Roberta Jacobson durante su reciente estancia en La Habana, le manifestamos nuestro interés en propiciar, a la par que los planes de empoderamiento económico de los cubanos, los mecanismos que permitan el ejercicio de los derechos humanos, tales como la libertad de prensa, de expresión, de información y de asociación, todos instrumentos esenciales de la democracia, que hay que poner en manos de todos.

Estamos frente a una disyuntiva que nos pone a elegir entre la obcecación y el pragmatismo; entre la beligerancia como fin en sí misma o la lucidez para impulsar los cambios

Pero hoy estamos frente a una disyuntiva que nos pone a elegir entre la obcecación y el pragmatismo; entre la beligerancia como fin en sí misma o la lucidez para aprovechar cualquiera de las vías que pudieran abrirse para impulsar los cambios, incluso si ello implicara parlamentar con el oponente. Es así como funciona la política, que no es una ciencia exacta, sino social, por lo que se basa en una elección racional en la cual todos los actores deben anteponer los intereses de la nación y de la generalidad de los cubanos a cualquier preferencia o interés personal.

Uno de los Cuatro Puntos incluye el reclamo de "elecciones libres, democráticas y competitivas" y también el "reconocimiento de la legitimidad de la sociedad civil cubana independiente dentro de la Isla y en la diáspora como interlocutora válida", de manera que la acusación de "ambigüedad" o de "falta de transparencia" de que hemos sido acusados resulta, cuando menos, fútil.

Si política, en su definición más sintética, es el arte de hacer realidad lo posible, ¿cómo lograr un contrato social donde se nos reconozca si persisten entre nosotros facciones particularmente interesadas en evitar todo posible consenso, por mínimo que sea? ¿Cómo no nos van a descalificar nuestros enemigos si dentro de las filas de la sociedad civil hay elementos que se resisten a reconocer a "los otros"? ¿Qué entiende González Rodiles por "discutir con total claridad", "debate serio y directo", "maduración de los actores y el escenario político" o la necesidad de "cierta confianza política entre los actores" cuando, de hecho, él mismo se rehúsa a participar en encuentros donde presupone que existe una especie de conspiración en su contra? Conspiración que, por demás, ya alcanza ribetes internacionales, puesto que sugiere que las autoridades estadounidenses "dan preferencia" a quienes aprueban su nueva política de no confrontación y excluyen a quienes no la comparten. Hago aquí un llamado a la contención y a la modestia.

Sería extremadamente extenso agotar en un solo artículo todos los tópicos rebatibles del discurso de González Rodiles, por lo que prefiero terminar comentando una crítica suya a los Cuatro Puntos, que se torna anfibológica; es decir, que igual se podría aplicar a su Hoja de Ruta. Se trata del supuesto pecado de no trazar una "metodología" para "lograr los objetivos". Por alguna razón él no comprendió que los Cuatro Puntos no son exactamente un derrotero o un documento de acuerdos, sino una posición de consensos que –esperamos– nos ayude a avanzar en el delicado camino de futuros concilios.

Pero lo cierto es que tampoco ha sido expuesta la estrategia con la cual la Hoja de Ruta espera alcanzar los suyos, lo cual sí resulta incongruente incluso con el propio título del documento. ¿Cuál será la próxima parada o destino de esa Hoja? Peccata minuta.

Tampoco pretendo desgastarme en una confrontación estéril; hay demasiado trabajo por hacer. Cuando González Rodiles propuso el tema "Hablar con la misma voz", quizás estaba pensando algo así como "Hablar con mi voz", lo que no está mal, siempre que no pretenda poseer el don de la verdad absoluta para salvarnos a todos. Se agradece el esfuerzo, pero en lo personal, declino semejante mayorazgo. Siguiendo el símil musical que él propuso, yo ya pertenezco a una orquesta mayor, afortunadamente disonante, que se llama Cuba.

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