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El crimen político, una tradición rusa

Opinión

No sorprende el asesinato de Navalni, el opositor más importante a Putin, quien manda en Rusia con mano de hierro

Navalni empezó a correr hacia la muerte a inicios de este siglo, al mismo tiempo que el antiguo coronel de la KGB arribaba al poder / EFE
Pedro Corzo

26 de febrero 2024 - 19:20

Miami/De ningun modo debe sorprendernos el asesinato de Alexéi Navalni, el opositor más importante a Vladímir Putin, quien lleva mandando en Rusia con mano de hierro cerca de un cuarto de siglo, incluidos cuatro años como primer ministro, y ha reformulado la constitución nacional las veces que le ha convenido, como hacen sus aliados de Managua, Caracas y La Habana.  

Navalni empezó a correr hacia la muerte a inicios de este siglo, al mismo tiempo que el antiguo coronel de la KGB arribaba al poder y se entronizaba a sangre y fuego.

El hoy asesinado dirigente opositor estudió derecho y finanzas. Llamó la atención del público por sus firmes denuncias contra los altos niveles de corrupción de la nueva clase dirigente rusa. Organizó protestas callejeras y hasta se postuló para alcalde de Moscú en 2013, cuando Putin se estaba convirtiendo en el nuevo zar y le devolvía a esa nación el hambre imperialista que la caída de la hoz y el martillo había adormecido.  

Cuatro años más tarde, Navalni intentó postularse a las elecciones presidenciales, pero fue inhabilitado por una corte que lo acusó de fraude. La regla de oro que impuso Fidel Castro en Cuba en 1959. 

Durante años, Navalni fue imputado con distintos cargos y encarcelado por breves períodos. En cada ocasión, su excarcelación le prestaba al autócrata ruso, un aire de tolerante que no se correspondía con la realidad, ya que sus enemigos desaparecían y no precisamente por voluntad divina.

El listado de crímenes de Putin es impresionante, pero el de asesinatos es más que relevante, tantos, que se podría decir que tiene un cementerio particular

La muerte de Navalni, a los 47 años, con independencia de cómo se produjo, hay que sumarla a la larga lista de asesinatos de los jerarcas rusos y soviéticos. A fin de cuentas, la cultura del homicidio político se convirtió en sistema cuando el Kremlin pasó a ser gobernado por los comunistas.

Quizás dos de los asesinatos más notables del Kremlin soviético fue la masacre del zar Nicolás, su esposa y cinco hijos, en 1918, y León Trotsky, en México, en 1940, muerto por mandato de Josef Vissarionovich Stalin, sujeto que al parecer es el modelo de tirano que reproduce Vladimir Putin.

Los jerarcas del Kremlin siempre han estado convencidos que muchos crímenes quedan sin castigo, razón por la cual nunca han dejado de cometerlos. Ellos jamás han padecido las angustias de Rodión Raskólnikov, personaje de Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski, porque se consideran con el derecho de acabar con la vida de los otros con tal de conservar sus privilegios, como ha acontecido con Alexéi Navalni, muerto en prisión, un lugar ideal para asesinar opositores como ha ocurrido en Cuba con Rafael del Pino, en Nicaragua con Hugo Torres o en Venezuela con Fernando Alban, por poner solo unos ejemplos entre los muchos asesinados en prisión en estos países.

El listado de crímenes de Putin es impresionante, pero el de asesinatos es más que relevante, tantos, que se podría decir que tiene un cementerio particular. Recordemos a Alexander Litvinenko, ex oficial del servicio de inteligencia ruso; Anna Politkovskaya, reportera que denunció crímenes de guerra cometidos por el ejército en Chechenia y Boris Berezovsky, oligarca cercano a Putin, encontrado ahorcado en el baño, aunque los expertos dijeron que las heridas en su cuello eran compatibles con asesinato.

El nuevo zar también tiene enemigos descuidados que caen por las ventanas, como Scott Young, socio de Berezovsky; Pavel Antov, diputado de la Duma Estatal, y el presidente de la firma energética Lukoil, Ravil Magnanov, quienes murieron tras pronunciarse contra la criminal invasión a Ucrania.

Tampoco hay que olvidar al agente Sergei Skripal quien fue encontrado envenenado en Londres junto a su hija o la oportuna y confusa muerte de quien fuera el mercenario mayor de estos tiempos, Yevgueni Prigozhin, ex jefe del Grupo Wagner, y su lugarteniente Dmitri Utkin, quienes sirvieron fielmente al excoronel Putin en muchas de sus tropelías hasta que quisieron morder a su despiadado amo.

El jerarca ruso intentó asesinar a Alexéi Navalni, en varias ocasiones, quien con sobrado coraje dijo a sus potenciales asesinos, algunos de los cuales probablemente participaron en su muerte: “Sé quiénes quisieron matarme. Sé dónde viven. Sé dónde trabajan. Conozco sus nombres reales. Conozco sus nombres falsos. Tengo sus fotografías”.

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