Cuba: un cacicazgo neo-taíno
No todos en la aldea están de acuerdo con la dictadura del cacique, pero la desconfianza es tan grande que pocos se atreven a confesarle a su hamaca lo que piensan
Madrid/Por estos días las redes sociales en Cuba han hecho zafra con los consejos culinarios de Frei Betto. El fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación, nos ha recomendado alimentarnos con cáscaras de papas, desconociendo que la Solanum tuberosum no aparece ni en los centros espirituales. Ya antes, la impopular Mesa Redonda había querido emular a Master Chef, recomendándonos deliciosos platos a base de tripas y gallinas decrépitas. El cubano, como siempre, se ríe de sus desgracias y continúa su lucha diaria, bajo el sol ardiente, por llevar cualquier cosa masticable hasta su mesa.
Recuerdo con dolor cuántas veces canté aquel tema de Ray Fernández: Lucha tu yuca, taíno. Desafortunadamente, el cantor acabó padeciendo los mismos delirios del poder y hoy solo canta en trabajos voluntarios, fiestas de ministros y actividades político-recreativas para ciber-combatientes. Supongo que, para no perder todo su repertorio, haya tenido que reescribir algunas de sus letras. Quizás hoy su tema más popular se llame Lucha tu caney, cacique.
Quinientos treinta años después de que Colón pisara la tierra más "fermosa que ojos humanos habían visto", nuestra Cuba sigue siendo un yucayeque. Y no crea el lector que me refiero a la idea romántica que nos vendieron nuestros maestros de primaria sobre felices taínos comedores de iguanas. La comunidad primitiva que vivimos hoy probablemente sea más atrasada, en algunos aspectos, que aquella donde respiraban Guarina y Habaguanex.
El cacicazgo neo-taíno reside hoy en Siboney, en amplios caneyes, mientras los bohíos del resto de la aldea sufren peligros de derrumbes. La casta privilegiada está compuesta por nitaínos militantes, con esos taparrabos blanquísimos que parecen guayaberas. Y las multitudes naborías hacen colas eternas para adquirir su ración normada de cazabe. De vez en cuando los behiques salen en el noticiero adorando una piedra enorme y sagrada donde descansa el gran Cemí.
En el batey se sigue bailando el areíto, aunque hay algunas prohibiciones. Pintarse cosas en el abdomen ya no está bien visto, sobre todo en abdómenes bronceados y bien definidos
En el batey se sigue bailando el areíto, aunque hay algunas prohibiciones. Pintarse cosas en el abdomen ya no está bien visto, sobre todo en abdómenes bronceados y bien definidos. El cacique impuso un decreto que establece quiénes pueden cantar y quiénes no, aunque su gusto musical no es compartido por la gente de la zona.
Los más diestros jugadores de batos se han ido a otros equipos del Caribe. En la aldea intentan evitar el éxodo masivo de prospectos regando historias sobre canibalismo deportivo. Pero lo cierto es que cada vez más almas se largan a otras tierras, aunque sea en busca de volcanes.
Cuentan los historiadores que en las bodas taínas se practicaba el manicato. La novia debía tener sexo primero con los amigos del novio. La encerraban con todos ellos en una habitación y al concluir, debía salir con un puño en alto gritando "manicato", que significa valiente, esforzada. Tal vez no era una buena idea ser muy sociable en el yucayeque. Facebook te deja tener hoy hasta 5.000 amigos, por fortuna algunas prácticas ancestrales se han ido perdiendo. En el batey de la Revolución, todavía millones de taínos, con los puños en alto, siguen gritando manicato, cuando les exigen sacrificios.
No todos en la aldea están de acuerdo con la dictadura del cacique, pero la desconfianza es tan grande que pocos se atreven a confesarle a su hamaca lo que piensan. Otros esperan a que aparezcan carabelas en el horizonte y llegue el hombre blanco a liberarlos del yugo. Están los que sueñan con un rebelde Hatuey que muera en la hoguera para demostrar su verdadero liderazgo. Algunos prefieren encerrarse en una cueva y pintar memes contra el cacique en las paredes, pero solo de incógnito. Los que pueden, ponen en venta su bohío para comprar un pasaje en canoa. La mayoría guarda silencio y sigue haciendo huecos en el cayuco para sobrevivir.
Yo tengo en mi ADN pizcas de taíno. Aunque mi abuelo era negro, mis amigos me dicen "chino", y aunque mi carné de identidad dice que soy blanco, en mi rostro hay huellas de Guamá. Y es cierto que los taínos somos tan pacíficos que a veces corremos el riesgo de extinguirnos. Pero de vez en cuando dan ganas de agarrar una lanza, un arco y una flecha y formar la fiesta del Guatao. Nuestro futuro no tiene que depender de que lleguen La Niña, La Pinta y la Santa María. Pero hay que dejar de dispararle lanzas al de al lado y concentrar todas nuestras flechas contra el cacique. Quinientos treinta años después de que Colón llegara pensando que Cuba era Cipango, ya es hora de cambiar el yucayeque.
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