Cuba influye con sus médicos en programas mundiales de salud
La OMS y la OPS procuran no irritar con reclamos o sugerencias incómodas al dueño del único recurso del cual carecen
West Palm Beach/Quizás nunca antes un mandatario de Latinoamérica había sido capaz de levantar tanto revuelo antes de su investidura como lo ha hecho el recién electo presidente brasileño, Jair Bolsonaro. Su propuesta de otorgar trabajo, su salario completo y la residencia permanente para ellos y sus familias a los médicos cubanos que trabajan en el programa Mais Médicos, previa reválida de sus títulos en Brasil, ha provocado una drástica respuesta por parte de La Habana, que ha anunciado la salida de Cuba del programa y ha ordenado el regreso de los profesionales de la salud a la Isla.
El destino de los médicos cubanos en Brasil se ha convertido en uno de los temas más relevantes en numerosos medios y en las redes sociales, ha vuelto a poner en el foco los numerosos puntos oscuros del humillante sistema de explotación que ha aplicado sistemáticamente el Gobierno cubano sobre estos profesionales, y también agitando las pasiones entre los críticos del castrismo y algunos fieles que -a contrapelo de todas las evidencias- aún lo justifican y defienden.
Así, mientras un creciente coro llama a la rebelión de los médicos instándolos a desertar y permanecer ofreciendo sus servicios en las comunidades donde han estado trabajando hasta el momento, esta vez acogidos a todas las ventajas que les ofrece el nuevo presidente brasileño, ciertas voces de la izquierda radical lamentan lo que consideran un golpe bajo de éste a un programa que ha llevado la atención de salud primaria a los lugares más intrincados y pobres de Brasil en los que antes no existía.
Por su parte la cuestionable decisión del régimen cubano de retirar a los médicos ha puesto al descubierto los verdaderos intereses que se esconden tras la pantomima castrista de solidaridad, altruismo, cooperación y hermandad latinoamericana. El destino de millones de brasileños pobres que reciben atención básica gracias a los profesionales cubanos no tiene relevancia alguna para el Palacio de la Revolución, sino la pérdida irreparable de más de 300 millones de dólares que recibía anualmente, escamoteados a los salarios de los médicos.
La cuestionable decisión del régimen cubano de retirar a los médicos ha puesto al descubierto los verdaderos intereses que se esconden tras la pantomima castrista de solidaridad
La pérdida de tan jugosos ingresos constituye un golpe demoledor y posiblemente irreparable para el castrismo. Y para mayor quebranto, los amos de la Isla perderían también una buena parte de la dotación de trabajadores calificados en condiciones de semiesclavitud que tanta riqueza les han proporcionado a lo largo de los años.
En en medio de los tironeos políticos de uno u otro bando se decide el futuro de médicos y pacientes. El pasado 19 de noviembre la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el flamante organismo especializado del sistema interamericano, intermediario entre el programa Mais Médicos que impulsaron en 2013 la expresidenta brasileña Dilma Rousseff y el Gobierno cubano, lanzó un comunicado que refleja idéntica percepción instrumental sobre el personal médico de la Isla y refuerza la habitual posición laudatoria hacia las autoridades cubanas. A la vez, toma distancia del conflicto y evita comprometerse con la libre contratación de los galenos cubanos, al aclarar que "la Organización tiene acuerdos con los gobiernos de ambos países (Cuba y Brasil, en este caso) para el Mais Médicos, pero no hace contratos con médicos...".
"Cuba tiene el mayor número de médicos por mil habitantes del mundo: 7,5", se dice en la nota, apuntando así por dónde van sus simpatías al mencionar que la falta de galenos en Brasil motivó que se firmase el acuerdo al poseer la Isla "amplia experiencia en el envío de médicos".
No hace falta más: queda claro que la OPS necesita de la dictadura cubana como garante del personal médico para cubrir los programas de la organización. El hecho de que La Habana utilice a sus médicos como mano de obra semiesclava tanto en este como en otros programas internacionales en los que participa, en abierta violación del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Carta Internacional de Derechos Humanos creado para velar por la garantía, entre otros, de los derechos laborales (también) de esos médicos y demás profesionales de la salud cubanos, es apenas un nimio detalle para la OPS, a pesar de ser ésta un organismo afiliado a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Queda claro que la OPS necesita de la dictadura cubana como garante del personal médico para cubrir los programas de la organización
Así, y sin desdoro de la importancia que reviste la existencia de organismos que impulsan la cooperación entre países y gobiernos a favor de la atención primaria de salud para todos, y de la innegable capacidad de éstos para promover políticas generales destinadas a prevenir epidemias y enfermedades crónicas, desarrollar programas de vacunación, así como a reducir la mortalidad infantil en los grupos de población más vulnerables, entre otras encomiables funciones, tanto la OPS como la OMS han dejado expuestas sus graves limitaciones: al aplicar la máxima "el fin justifica los medios" logra cumplir con relativo éxito sus funciones y justifica su propia existencia, pero viola importantes instrumentos legales establecidos por la ONU y se hace cómplice de una larga dictadura.
Así, queda en segundo plano lo esencial. El programa Mais Médicos se creó, al menos sobre el papel, para brindar servicios médicos a millones de personas de los sectores sociales más humildes de Brasil, no para engordar las arcas de la dictadura cubana. Por tanto, ambos organismos internacionales, OPS y OMA, en su función de coordinadores, no deberían limitarse a ser un simple intermediario entre el elemento que paga los servicios (Brasil) y el que aporta mano de obra y se beneficia con las mayores ganancias (Cuba). Mucho menos tomar partido por una de esas partes y, en consecuencia, de intereses políticos que nada tienen que ver con la salud de las poblaciones vulnerables.
Quizás éste sea un buen momento para que ambas organizaciones reconsideren sus compromisos y en el futuro asuman una visión más coherente entre el cumplimiento de sus programas y el de los principios básicos que justifican la existencia misma de la ONU. Tal vez está siendo hora de que los organismos competentes le recuerden a la parte cubana que los Pactos de Derechos Económicos, Sociales y Culturales siguen esperando ser ratificados por el Gobierno de la Isla.
No hay dudas de que la propuesta de Bolsonaro ha sido más efectiva y contundente que el mismísimo embargo estadounidense
En el caso de la crisis de los médicos cubanos en Brasil, lo ideal hubiese sido que, a partir de la actual crisis, se estableciera un nuevo contrato donde se reconociera a los galenos cubanos el derecho laboral sagrado de cobrar íntegramente sus salarios y a cambio cumplan a cabalidad su trabajo en los lugares necesitados de sus servicios. Pero el comunicado de la OPS ha cerrado esa puerta. Los burócratas coordinadores de la salud mundial saben que allí donde aparecen los recursos financieros para aplicar los programas de salud que justifican su propia existencia, suele escasear la mano de obra calificada para llevarlos adelante. De ahí que inclinen la balanza a favor de La Habana.
Solo Cuba, poseedora de un ejército de galenos pobres y mal pagados que se subordinan la voluntad del poder político a cambio de salarios ridículos, puede garantizar el capital humano necesario para semejantes misiones. Los organismos internacionales procuran no irritar con reclamos o sugerencias incómodas al dueño del único recurso del cual carecen.
Así las cosas, habrá que seguir la saga hasta que caiga el telón de este nuevo culebrón que está captando la atención del público regional. Mientras tanto, y a pesar de los espaldarazos, el régimen cubano sigue haciendo aguas en medio de un temporal violento. No hay dudas de que la propuesta de Bolsonaro ha sido más efectiva y contundente que el mismísimo embargo estadounidense, y que el año 2018 probablemente esté resultando ser el peor vivido por la castrocracia desde la caída de la Unión Soviética y la desaparición del bloque socialista de Europa del Este.
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