Armas letales en manos irresponsables
El único objetivo derribado por las Tropas Coheteriles Antiaéreas cubanas sobre la Isla fue víctima del "fuego amigo"
La Habana/El derribo en Irán de un Boeing 737 de Ukraine International Airlines, que cubría la ruta entre Teherán y Kiev, alimenta la discusión sobre los riesgos de la tenencia de armas letales en manos irresponsables.
La tragedia que acabó con la vida de 176 seres humanos ha sido explicada como fruto de "un error humano". Amir-Ali Hajizadeh, comandante de las Fuerzas Aeroespaciales iraníes, ha explicado que confundieron el avión con un misil crucero. "El operador tenía solo 10 segundos para tomar una decisión" y, como aparentemente "hubo un fallo en el sistema de comunicación", optó por disparar. Dicho de otro modo, ante la duda de si el que volaba era culpable o inocente, prefirió clasificarlo de enemigo y eligió eliminarlo, tal vez por no quedar como un indeciso ante sus jefes.
En 1967 un avión Ilyushin Il-14, de fabricación soviética, fue derribado en Cuba por un cohete tierra aire
En 1967 un avión Ilyushin Il-14, de fabricación soviética, fue derribado en Cuba por un cohete tierra aire. Según los testimonios recogidos entre excolegas de armas de las Tropas Coheteriles Antiaéreas (TCA), así ocurrieron los hechos.
La Unidad Militar 3700 de las TCA, conocida como El Cayuelo, ubicada cerca de la costa norte, a poco más de 30 kilómetros de la capital, hacía las habituales prácticas de preparación combativa. Desde la jefatura indicaron a los oficiales al mando de la unidad que hicieran el seguimiento a una nave que en esos momentos regresaba de Santiago de Cuba con destino a La Habana. Volaba con solo tres tripulantes a bordo.
La nave en cuestión era un Il-14 y entre los entendidos se le mencionaba como "el avión del Fifo" porque se rumoraba que se usaba para trasladar dentro de la Isla a Fidel Castro. Como era rutinario cuando se hacían ensayos defensivos, por los intercomunicadores internos de la batería radiotécnica el jefe de unidad hablaba a los soldados como si se tratara de una nave enemiga que había incursionado sobre el territorio nacional.
Habituados a esta forma casi teatral de dirigirse a la tropa para elevar la efervescencia combativa, casi nadie se creía el cuento
Habituados a esta forma casi teatral de dirigirse a la tropa para elevar la efervescencia combativa, casi nadie se creía el cuento pero todos actuaban como si fueran a entrar en una confrontación real, a la espera del momento culminante en que, desde el teléfono conectado a la brigada, llegaba la orden de que solo sería un tiro simulado.
Pero cuando el jefe de la 3700 oyó que había que hacer un disparo real, hizo como si no hubiera entendido y pidió una confirmación. Como no quería ser tomado por timorato, no vaciló en repetir la voz de ¡Fuego! a su oficial de conducción, que es el que tiene el privilegio de oprimir el apetecido botón rojo que activa el disparador del cohete en alguna de las seis rampas de lanzamiento.
El oficial de conducción miró a los ojos al jefe de la unidad, como quien pregunta si se le está hablando en serio y este volvió a repetir la orden: ¡Fuego! Y ya no hubo posibilidad de revertir la fatal decisión.
Días más tarde, el diario Granma se limitó a publicar: "En un lamentable accidente en una práctica de artillería antiaérea perecen tres combatientes de la Fuerza Aérea Revolucionaria.".
Ese ha sido el único objetivo derribado por las TCA cubanas en toda su historia. El error humano consistió en el deseo de un jefe de estirar la tensión hasta el último segundo y en la necesidad que tuvieron sus subordinados de mostrarse valientes y decididos.
El anterior avión que había sido diana de la cohetería antiaérea en la Isla fue una nave espía U-2 estadounidense, pero en ese momento eran los soviéticos los que estaban operando estas armas
El anterior avión que había sido diana de la cohetería antiaérea en la Isla fue una nave espía U-2 estadounidense derribada sobre la zona de Banes, en la provincia de Oriente (hoy Holguín), en la mañana del 27 de octubre de 1962 en medio de la llamada Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre; pero en ese momento eran los soviéticos los que estaban operando estas armas y la orden de disparar fue dada por el mayor del Ejército soviético, Iván Minovich Guerchenov, jefe del grupo de misiles antiaéreos emplazado en esa región.
Cuesta trabajo creer que un militar iraní, entrenado para identificar con la actual tecnología objetivos enemigos, haya podido confundir un avión comercial, cuya velocidad no supera los 840 kilómetros por hora, con un moderno misil crucero, que en su modalidad más lenta sobrepasa los 2.000 kilómetros por hora y que, incluso, puede a llegar a 6.000 kilómetros por hora. Eso sin contar la ostensible diferencia de largo y envergadura entre ambos objetos voladores. Como la culpa nunca llega al suelo, se alude también a la creciente actividad militar estadounidense en la zona que aumentó la crispación. Pero ese es un análisis que compete a los especialistas.
Lo que une a estos hechos tenidos por accidentales, separados por más de 30 años y por miles de kilómetros, es la multiplicada capacidad de matar que adquiere una persona cuando tiene bajo su control un arma de enorme poder destructivo, cuyo uso está amparado por motivos de seguridad nacional, respaldado por la obligación que se deriva de la obediencia y justificado por la (casi siempre masculina) necesidad de no parecer cobardes.
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